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Emiliano Barral, el realismo castellano

por Félix García de Pablos
19 de enero de 2025
en Segovia
El aprendizaje autodidacta de Barral le confirió un estilo único dentro de la vanguardia realista de aquel momento.

El aprendizaje autodidacta de Barral le confirió un estilo único dentro de la vanguardia realista de aquel momento.

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El sinhogarismo en Segovia: rostros y sueños

Emiliano Barral nació en Sepúlveda (Segovia) en el año 1896 en el seno de una familia de canteros formada por siete hijos, y estaba destinado a tallar la piedra como su abuelo y su padre. Sin embargo, ganado por el anarquismo cuando apenas tenía 15 años, asumió su primer compromiso político marchándose de casa en compañía de un portugués llamado Cruceiro, también anarquista y trabajador de las canteras de Sepúlveda, donde éste planeaba organizar una huelga de mineros. Al llegar a la localidad de Ayamonte, fueron detenidos y Emiliano devuelto a su casa por ser menor de edad. Sin embargo, como señaló a su amigo Ignacio Carral, había visto un pedazo de mundo y su pueblo se había quedado pequeño. Un día salió al pueblo de al lado sobre una bicicleta a pagar unos jornales por cuenta de su padre y no volvió. Con el dinero y la bicicleta llegó hasta Valencia.

De Valencia a Barcelona, donde conoció a Salvador Seguí, líder del anarcosindicalismo catalán, de Barcelona a Lyon, donde fue detenido por la policía, y de Lyon a París. Al quedarse sin dinero tuvo que pedir ayuda al consulado español, donde se presentó como cantero y se consiguió colocarle en un taller de escultura donde su maestro apreció su habilidad y le encomendó las labores más delicadas. De este modo la ciudad de París iba a ser el revulsivo para que se revelaran las cualidades artísticas del segoviano. Conoció el barrio latino, el Louvre y se hizo amigo de pintores y escultores, y desertó del taller para convertirse en escultor. Asumió una vida bohemia salida de un cuadro de Toulouse-Lautrec, pero al cabo de unos meses sin dinero decidió volver a casa y convertirse definitivamente en escultor. Su vocación se afirmó al llegar a Madrid para cumplir el servicio militar en 1917, donde conoció al escultor Juan Cristóbal, pasando a trabajar en su taller y comenzando su trayectoria artística.

Emiliano Barral
Emiliano Barral.

La etapa del artista en Segovia (1919-1927)

Emiliano Barral, de nuevo en Sepúlveda, realizó el retrato del poeta Rosendo Ruiz y Bazaga, autor del primer artículo sobre nuestro artista, el gran escultor sepulvedano. Comenzaba su vida artística con el rechazo a las formas blandas y las líneas sinuosas, al mismo tiempo que deseaba mejorar su técnica y, por consejo de Mariano Quintanilla, a quien había conocido en Madrid, solicitó a la Diputación Provincial de Segovia en enero de 1920 una beca de estudios. No tuvo éxito en esa empresa pero así tuvo la oportunidad de conocer a un grupo de personas que, en torno a la recién creada Universidad Popular de Segovia, estaba intentando mejorar el nivel cultural de esta ciudad. Emiliano Barral pasó a participar de la vida cultural de nuestra ciudad mejorando de forma autodidacta su arte. El resultado fue una magnífica galería de retratos con los que inmortalizó a los personajes de aquel momento de la historia de Segovia. Una galería que comenzó con el busto de su amigo Ignacio Carral, continuada con las cabezas del escritor Julián María Otero y el pintor Eugenio de la Torre, ampliada por los retratos de los historiadores Antonio Ibot y José Tudela, el ceramista Fernando Arranz, el pedagogo Blas Zambrano y el poeta Antonio Machado.

Su vida en Segovia la compartía con sus frecuentes viajes a Madrid y Sepúlveda, constando un segundo viaje a París en 1921 donde se reunió con sus anteriores conocidos, entre ellos el escultor Mateo Hernández. En 1922, se convoca la Exposición Nacional de Bellas Artes donde Emiliano Barral presentó dos de sus obras: los retratos de Antonio Machado y de Eugenio de La Torre. Logra su admisión, pero no la atención del jurado. En el año 1924, la Diputación Provincial de Segovia le encarga el monumento a Daniel Zuloaga, coronado con la cabeza del ceramista. El cantero autodidacta al mismo tiempo es consciente de la necesidad de completar su formación y obtiene una beca de estudios de la Diputación Provincial de Segovia, lo que le permite viajar a Italia en 1925, visitando Florencia, donde admira la escultura de Donatello, Roma, Pompeya y Sicilia.

Oso blanco.
Oso blanco.

A su regreso a Segovia, en septiembre de 1925 el escultor presentó su proyecto del panteón para la familia Cernuda-Pedrezuela estableciéndose en nuestra ciudad. Trabaja en el estudio que había abierto el ceramista Fernando Arranz, con cuya hermana, Elvira, se había casado.

En 1919, ya había participado en el concurso convocado por la Sociedad de Amigos del Arte, que desea revitalizar la técnica de la escultura policromada, y Emilio realiza el busto de Trina Jura Real. En 1921, interviene en la Exposición de Arte Segoviano con varias obras del género del retrato, en 1922 participa en la exposición colectiva organizada por la Universidad Popular, y en el año 1930 con tres obras en la exposición colectiva, Artistas y Temas Segovianos, organizada por la misma Universidad. Tanto en 1922 como en 1924, Emilio Barral presenta retratos y bustos significativos -como la cabeza de Eugenio de la Torre, el busto de Antonio Machado, El Arquitecto del Acueducto y la cabeza de Pablo Iglesias- a la Exposición Nacional de Bellas Artes, sin éxito ante el jurado. Dos años más tarde en 1926 presenta en la Exposición Nacional de Bellas Artes varias Obras: en la Sección de Artes Decorativas (Garza de luz en madera y Gran pingüino en mármol), y otras dos obras en la Sección de Escultura (Busto de mujer y Desnudo en piedra para fuente o jardín), con gran repercusión.

Sin embargo, en 1926, Arranz emigra a Argentina y nuestro escultor, ya solo, toma la decisión de trasladarse a Madrid.

Etapa madrileña (1927-1936)

Emiliano Barral había participado en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1926 con gran éxito de crítica y comienza a recibir los ansiados encargos, como el monumento al ingeniero Manuel Orueta en Gijón y la parte escultórica del mausoleo de Pablo Iglesias. Trabajos que compatibiliza con la realización del busto de mujer extraña (Zoé), los retratos del periodista Chaves Nogales y del doctor Blanc Fortacín y la organización el año 1929 de su primera exposición individual en Madrid en el Salón que la Sociedad de Amigos del Arte tiene en el Museo de Arte Moderno. En efecto, el año 1929 es el año de su consagración y el escultor, representando a Segovia, es invitado al pabellón de Castilla y León en la Exposición Iberoamericana en Sevilla, y en el mismo año 1929 participa en la Exposición Internacional de Barcelona. Su éxito trasciende al gran público, el Museo Español de Arte Contemporáneo adquiere el busto dedicado a la Mujer de Segovia, el duque de Alba el indicado busto de Zoé y que se convirtió en la primera escultura que entraba en el palacio de Liria desde el siglo XVIII, al mismo tiempo que el doctor Vital Aza le encarga la escultura de una Maternidad para su clínica en Madrid, lo que le abrió las puertas de la sociedad madrileña por las calidades de sus esculturas.

Comienza una actividad escultórica intensa formada por retratos (doctor Marañón, Manuel Chaves Nogales, Vital Aza, Benito Artigas Arpón, marqués de Valdecilla, Miguel Artigas, Julio Romero de Torres, Teófilo Hernando, Consuelo Bastos…), escultura funeraria, estatuaria animalista (los osos para el Doctor Ruiz Senén) y los monumentos a Lope de la Calle, en Segovia, a Diego Arias Miranda, en Aranda de Duero, a Núñez de Arce y a Leopoldo  Cano, en Valladolid y al doctor Tapia, en Riaza.

Busto de Daniel Zuloaga.
Busto de Daniel Zuloaga.

Su último trabajo fue el monumento dedicado a Pablo Iglesias en la Moncloa, realizado en colaboración con el arquitecto S. Esteban de la Mora y con el pintor Luis Quintanilla. El monumento estaba formado desde el punto de vista escultórico por la cabeza del fundador del socialismo español, esculpida en un gran bloque de granito de 1,10 metros de altura, unas representaciones de herramientas de trabajo y una alegoría del proletariado en marcha formada por tres jóvenes que avanzan con las manos enlazadas.

Estalla la Guerra Civil y Aniceto Marinas se convierte en capitán de las milicias de Segovia que luchan en la defensa de Madrid. El día 21 de noviembre de 1936, se libran fuertes combates en la batalla de Madrid, Emiliano Barral y su hermano Alberto acompañan a unos periodistas extranjeros que desean acercarse a la primera línea de fuego, cuando la camioneta que les transportaba se aproximó a las trincheras del barrio de Usera de la capital explotó un obús cuya metralla hirió mortalmente en la cabeza del escultor, el cual murió al poco tiempo de ingresar en el Hospital de campaña.

La prensa de Madrid se hizo eco de la trágica noticia y Antonio Machado le dedicó un epitafio: “Era tan gran escultor que hasta su muerte nos dejó esculpida en un gesto inmortal”. Por último, en 1937, dieciocho esculturas de Emiliano Barral son exhibidas en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París: “Busto de Consuelo Busto”, “Doctor Hernando”, “Retrato de Rosita Díaz Gimeno”, “Pablo Iglesias”, y otras.

Significado de su obra en Segovia: el nuevo realismo castellano

Emiliano Barral fue un escultor autodidacta con una técnica inequívocamente original, donde destaca la talla directa de la piedra, la singularidad de sus rasgos, su sinceridad y su vigor expresivo. Un escultor realista, pero un realismo de vanguardia. En algunos casos, un realismo social que rompió con los moldes establecidos. A lo largo de los años veinte y treinta del siglo XX, la escultura española vive una época de transición entre el realismo figurativo, los postulados de las vanguardias que comienzan a imponerse en España. En este arranque de la vanguardia escultórica, existe un grupo de escultores que apuestan de forma decidida por el valor intrínseco de las formas y de los volúmenes, trascendiendo los trasnochados planteamientos del naturalismo decimonónico. Destaca el grupo formado por Julio Antonio, Victorio Macho, Emilio Barral y Mateo Hernández, que practican “un realismo de nuevo cuño”, el nuevo realismo castellano. Al no tener como referente los estímulos vanguardistas procedentes de París, los escultores castellanos se inspiran sobre todo en su propia tradición y vivieron en el realismo una alternativa a los estereotipos académicos. Apostaron por una escultura sobria y contenida, con un conciso modelado que dota su escultura de una poderosa fuerza interior. Emiliano Barral pertenece a ese nuevo movimiento artístico castellano que se debate entre el realismo tradicional y la renovación del lenguaje escultórico. En la escultura de Emiliano Barral hay una síntesis de tres grandes herencias: su barroquismo inicial debido a su conocimiento de la obra de Rodin durante su estancia en Paris; la sencillez de lo florentino que hay en sus esculturas, debida a su contacto con la obra de Donatello, que conoce en su viaje a Italia; y el sentido heredado del trato con la piedra, así como el aplomo y serenidad de su escultura, que le vienen de su herencia castellana. En la evolución artística de Emiliano Barral hay que distinguir dos etapas: la etapa en Segovia y en segundo lugar su etapa en Madrid, tras el viaje a Italia. En los años segovianos, el realismo castellano es uno de los principales rasgos de su escultura, donde destaca su dominio artesanal del oficio, como se refleja en su galería de retratos de los componentes del renacer cultural de Segovia, así como en la escultura de su madre o de la Mujer de Segovia. Mientras que, en su segunda etapa, su obra se impregna de los nuevos aires que proceden de Europa. Una obra formada por once monumentos, diez tumbas y cerca de setenta retratos, una escultura fundamentada en la solidez derivada de su oficio de cantero y la vibración del espíritu del artista que impregna en cada una de sus obras.

Cabeza de Julián María Otero.
Cabeza de Julián María Otero.

Una trayectoria laboriosa, el busto de Daniel Zuloaga (1924) es el primero de una serie de monumentos que realiza Emilio Barral para situarse en Segovia, una producción que culmina con la estatua del doctor Tapia en Riaza (1935). En el año 1922 había presentado la escultura de Antonio Machado a la Exposición Nacional de las Bellas Artes, al año siguiente 1923, Emilio Barral realiza la obra El arquitecto del Acueducto, se trata de un retrato de Blas Zambrano en granito patinado de clara influencia italiana (hoy propiedad de la Diputación Provincial de Segovia), reflejo de la poderosa espiritualidad del alma. En la Exposición Nacional de las Bellas Artes de 1924 presenta esta obra, El arquitecto del Acueducto, junto con la cabeza de Pablo Iglesias, una obra en mármol que después regaló a la Casa del Pueblo de Madrid. El escultor no tuvo éxito ante el jurado de ambas Exposiciones, por lo que hubo de esperar a la presentación del monumento conmemorativo de Daniel de Zuloaga para que su obra tuviera repercusión en Madrid. Su aprendizaje había comenzado en el año 1918 (el Museo de Segovia detenta un yeso patinado de esta época inicial), el Adelantado de Segovia publica el 28 de julio de 1919 una crónica de Rosendo Ruiz y Bizaga sobre su retrato en piedra caliza. Una tarjeta de presentación en Segovia que, sin embargo, no le abrió la posibilidad de obtener una beca de ampliación de estudios en Paris, por lo que esta obra junto con la escultura de Ignacio Carral se expusieron en la Diputación Provincial de Segovia.

En 1921, estas obras formadas por el busto de Daniel Zuloaga y el retrato de Ignacio Carral formaron parte de la exposición que los artistas segovianos realizaron en la Casa de los Picos, la más importante desde el año 1901.

Busto de Antonio Machado.
Busto de Antonio Machado.

Tras el artículo de Ruiz y Bizaga, el 4 de enero de 1920 Juan Francisco de Cáceres escribe una crónica en las páginas Tierra de Segovia y Emiliano Barral entra en el grupo de la Generación de 1920 en Segovia formado por Mariano Quintanilla, Ignacio Carral, Julián M. Otero, Mariano Grau o Eugenio de la Torre, en su mayoría retratados por el artista. Frecuenta el Café Unión y entra en el taller de Fernando Arranz, se casa con su hermana, Elvira, cuyo precioso retrato Mi Mujer de 1928 en alabastro está en el Centro de Arte Reina Sofia. En el año 1920 había retratado a Fernando Arranz y en 1921 realiza el retrato del filósofo cañí de titularidad de la Diputación Provincial  de Segovia y el busto en bronce de Torreagero. Aprende de otros escultores como Mateo Inurria y Victorio Macho, como también se encuentra la influencia de Valeriano Bozal en la maqueta realizada por Barral del monumento a Rubén Darío.

En 1929, Emilio Barral realiza su exposición individual en Madrid en el Salón de Amigos del Arte, donde destaca su obra la Maternidad (1928) destinada al mausoleo de Pablo Iglesias. Acompañada por otras esculturas: El arquitecto del Acueducto, el busto de Pablo Iglesias, Javier Winthuysen, Mujer de Tierras de Segovia, Zoé (adquirida por el Duque de Alba), Eugenio de la Torre, Julián María Otero, Mi Mujer (Elvira Arranz), de un total de 26 obras.

En noviembre de 1931 la prensa se hace eco de la presentación de los monumentales Osos polares en el Retiro de Madrid, trabajo por encargo de Valentín Ruiz Senen, financiero vinculado al Banco Urquijo. Concluye además dos monumentos, el monumento a Pablo Iglesias en el Parque del Oeste (1936), en colaboración del arquitecto Esteban de la Mora y el pintor Luis Quintanilla, así como en la entrada de Riaza el monumento al doctor Antonio García Tapia (1928). Le sigue en 1930 el monumento a Diego Arias Miranda en Aranda de Duero.

Emiliano Barral muere en noviembre de 1936 y su legado permanece. En 1937, durante la Exposición Internacional de París en el Pabellón de España se exponen 18 de esculturas del segoviano. Habría que esperar a los hermanos Serrano, Ángel y Jesús, realizaran una exposición de 15 de sus obras en Segovia del 23 al 30 de junio de 1965 en la Casa del Siglo XV.

 

Al escultor Emiliano Barral

…Y tu cincel me esculpía
en una piedra rosada,
que lleva una aurora fría
eternamente encantada.
Y la agria melancolía
de una soñada grandeza,
que es lo español—fantasía
con que adobar la pereza—,
fue surgiendo de esa rosa,
que es mi espejo,
línea a línea, plano a plano,
y mi boca de sed poca,
y, so el arco de mi cejo,
dos ojos de un ver lejano,
que yo quisiera tener
como están en tu escultura:
cavados en piedra dura,
en piedra, para no ver.

Antonio Machado, agosto de 1922

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