La valentía pasó factura a una Gimnástica Segoviana que arrancó el 2025 peor que con el pie izquierdo y fue un juguete roto a manos de un Nástic que abrió el mejor regalo de Reyes posible dándose un festival de goles ante un equipo gimnástico irreconocible, que sufrió su cara más amarga desde su llegada a Primera RFEF y para el que la mejor noticia del partido en su regreso tras el parón navideño fue sin duda el resultado. Sí, aún con un 5-0. Porque todo lo que pudo salir mal salió.
En los prolegómenos, Ramsés Gil apostó por un once tan cargado de sorpresas como plagado de bajas en Tarragona, porque si hay algo que no ha cambiado en este nuevo año en clave gimnástica es una enfermería convertida en un quebradero de cabeza. Sin Sergi Molina, ni Hugo Díaz, ni Fernán y sin Berlanga. Casi nada. Así, el entrenador segoviano mantuvo a Oliva como guardián gimnástico con Carmona ya en el banco, Abel y David López como cerrojos ante la ausencia de Sergi Molina por lesión, con Silva y Rubén en los laterales, Manu como jefe de operaciones escoltado por Llorente y Astray, bandas para Tellechea y un Rodrigo Sanz que estrenaba titularidad y en la punta de ataque Davo, de profesión goleador.
Un dibujo diferente, pero sin negociar su estilo. Lo vaticinó Ramsés Gil en la previa. Lo ejecutó la Sego sobre el verde. Rebelde, atrevida y a corazón abierto, el equipo azulgrana, esta vez vestida de blanco, aceptó el desafío tarraconense inicial de un ritmo alto, repleto de transiciones. De tu a tu. A puñetazo limpio. Cinco minutos fueron suficientes para evidenciar la hoja de ruta con acercamientos aéreos en ambas áreas que obligaron a Oliva y a Varo a hacer acto de presencia bajo los palos.
PABLO FERNÁNDEZ TUMBA A LA SEGO
Sin tregua y como si de un correcalles se tratase, preguntó la Segoviana primero para que disparase el Nástic después. De Astray, a Pablo Fernández. El mediocentro vitoriano acarició el gol segoviano en una acción en la que se revolvió bailando claqué por el área, pero su disparo se marchó rozando la portería local. Quien no perdonó fue el artillero del Nástic. Al abrigo del primer cuarto de hora de juego, el ‘17’, en el mano a mano con Oliva, no falló ante una jugada que la zaga gimnástica reclamó sin éxito fuera de juego. 1-0.
La diana inicial cambió el humor del equipo de Dani Vidal que dio un paso atrás, más cauto, frente a una Segoviana que, por necesidad y por inercia, pasó a tomar el control bajo el pie de un Fer Llorente sobre el que gravita todo el arsenal gimnástico. Pero sin finura. Porque el conjunto segoviano no encontró conectar con un Davo siempre bien atado en corto por una defensa local siempre expeditiva y que cerró el paso una y otra vez las intentonas gimnásticas.
Y, en ese quiero y no puedo segoviano, el Nástic encontró petróleo. No a la primera porque Oliva cerró la puerta a Víctor Narro en el mano a mano con una parada de altos quilates, pero sí a la segunda. La insistencia a veces paga. En un saque de banda ejecutado a la velocidad de la luz por Pol, de nuevo Pablo Fernández ganó la batalla aérea a David López para, de primeras y con un remate bombeado, batir a un Oliva pasivo. 2-0.
Hasta el reposo, la mejor noticia para una Segoviana ‘groggie’ fue el resultado frente a un Nástic que olió sangre y no se llevó mayor premio gracias a Abel Pascual que salvó bajo palos lo que hubiera significado el hat-trick de Pablo Fernández.
TRAGEDIA GIMNÁSTICA SIN FIN
Porque la peor pesadilla posible llegó tras el refrigerio para una Segoviana que hizo aguas en defensa. Un tiro en el pie ante un Nástic con colmillo que aceptó la invitación a la fiesta hasta darse un festín de goles. Así, Jaume Jardí culminó un contraataque liderado por Pablo Fernández y Dufur cazó un balón muerto en el área pequeña de la Segoviana a la salida de un córner para, sin siquiera llegar a la hora de partido, mandar a la lona al equipo azulgrana. 4-0.
Con el partido visto para sentencia, Ramsés Gil introdujo un triple cambio dando entrada a Diego Gómez, Borrego y Juan de la Mata, pero la hemorragia segoviana no cesó. Tanto que Concha hurgó aún más en la herida gimnástica para firmar la ‘manita’ ante una Segoviana rota que reclamaba ya auxilio en forma de pitido final. La peor de sus tardes. Aún así, la nota agradable llegó y, junto al apoyo incondicional de los aficionados gimnásticos que se desplazaron al Nou Estadi, Álex Maroto volvió a disfrutar de minutos sobre el verde tras su grave lesión de ligamento cruzado en una recta final de choque en la que, para entonces y por fortuna para los intereses segovianos, el Nástic ya había levantado el pie del acelerador.
De ahí al pitido final, poca historia, el equipo de Dani Vidal disfrutó ante su afición frente a una Segoviana que aguantó como pudo el chaparrón hasta certificar un duro golpe de realidad con el que puso fin a su estado de felicidad y tendencia positiva de resultados. Un manotazo tan amargo como justo y que, de paso, sirve para poner de relieve la exigencia y dureza de una categoría sobre la que, cumplida ya su ecuador, el equipo de Ramsés Gil camina con pies de plomo atisbando de lejos el abismo del descenso. Porque ni la Segoviana antes era tan buena, ni con el 5-0 es tan mala. Sea como fuere, borrón y cuenta nueva. Próxima parada, Arenteiro.
