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“El ajedrez es el juego del amor”

por Miguel López
29 de diciembre de 2024
en Segovia
Mariano García Díez.

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Mariano García Díez (1960) ha rescatado recientemente El Alfil Negro, un cuento del italiano Arrigo Boito inédito en nuestro país. Es la primera vez que un texto del poeta, escritor y músico (Enrique Giuseppe Giovanni Boito, de nombre completo) se publica en español. Y eso que Boito falleció en 1918, a los 76 años de vida, tras contemplar desde primera fila la unificación del Estado italiano (formalizada en 1861).

Mariano García recuerda que El Alfil Negro (L´Alfier Nero) se publicó en 1867 y fue el primer relato del libretista que vio la luz. La producción de Boito se caracteriza más por la calidad que la cantidad y se limitó a dos libros de poemas, cuatro relatos cortos y una veintena de libretos (incluidos Otelo y Falstaff, de Verdi), a los que debe añadirse una influyente actividad periodística como crítico musical y de arte. Boito siempre se esforzó en “superar la separación de las artes en compartimentos estancos”.

El libro, de Ediciones Whitby, con portada del fotógrafo Nacho Pérez e ilustraciones de María José Acosta, ha alcanzado la segunda edición y dedica su primera mitad a la vida y obra del autor italiano, además de explicar los rasgos esenciales del ajedrez en la Italia del siglo XIX. Destaca el autor que “el simbolismo asociado al ajedrez siempre ha visto en él un juego de contrarios: lo blanco y lo negro, la luz y la sombra, el bien y el mal; unidos en un mismo marco, en una misma actividad”.

—¿Cómo nació la idea de traducir y escribir sobre El Alfil Negro, siglo y medio después de su publicación inicial en Italia?

—Conocí casualmente el texto de Arrigo Boito hace mucho tiempo y esperaba verlo traducido y publicado en cualquier momento, pero los años iban pasando y ninguna editorial parecía dispuesta a hacerlo. Una desafortunada fractura me tuvo en reposo durante mucho tiempo y decidí intentarlo por mi cuenta. Luego, la insistencia de un amigo y los buenos oficios de Juan Ramón Jerez, de Ideas Deportivas Canarias, hicieron el resto.

—¿Es sencillo traducir el italiano de ese tiempo o se impone el clásico dicho de traditore traduttore?

—No soy traductor profesional, vaya eso por delante, pero he intentado que mi versión fuera fiel en lo lingüístico y precisa en lo ajedrecístico. Pero traducir es muy difícil. Encontrar el ritmo, el habla, la jerga… Muchas veces, grandes traducciones quedan disminuidas porque los traductores no consiguen documentarse adecuadamente sobre la jerga de la actividad que están traduciendo, cosa que no es fácil, por supuesto. De hecho, me he ofrecido a prestar asesoramiento a cualquier traductor que se encuentre con el ajedrez en sus trabajos.

—¿Hay buena literatura donde el ajedrez tenga protagonismo? ¿Algunas recomendaciones?

—Sí. Podemos mencionar entre los clásicos La Defensa, de Vladimir Nabokov, y La Novela de Ajedrez, de Stefan Zweig. Por supuesto, también está El Gambito de Dama, de Walter Tevis, aupado a la popularidad por el éxito de su adaptación televisiva. Yo siempre suelo añadir un delicioso cuento de Salman Rushdie, El Cortero, incluido en la antología Este, Oeste, donde el ajedrez, lejos del tópico que lo hace un juego de guerra, se presenta como el juego del amor. Y una joya escondida de un autor menor (menor para la industria, a mí me gusta mucho), tampoco traducida al castellano, que yo sepa: Midnight by the Morphy Watch, del norteamericano Fritz Leiber. Recientemente, Antonio Gude y José Luis Torrego han publicado Las Letras Juegan al Ajedrez, que es una buena aproximación al estudio del ajedrez como tema en la literatura.

—¿Por qué la obra literaria de Boito ha quedado en un segundo plano?

—Porque Boito era esencialmente músico. Aunque solo publicó una ópera en vida, Mefistofele, (otra se publicaría póstumamente, Nerone) su trabajo como libretista, adaptador, crítico e incluso director de conservatorio fue ímproba. Su obra literaria ocupa un espacio menor dentro de su producción, pese a su interés, que en mi opinión trasciende lo meramente histórico. Mi motivación principal para este libro fue precisamente contribuir a un mejor conocimiento de la obra literaria de Boito en España. Claro que entre los melómanos es muy conocido: sus propias óperas, sus trabajos con Verdi… Pero su obra literaria, es muy poco conocida. Espero que algún editor se anime a publicarla. No es muy extensa, además. Apenas un libro de relatos y dos libros de poemas.

—El autor se mezclaba en su tiempo con nombres de primera línea, ¿verdad?

—Boito estuvo en primera línea del debate político y artístico de su época. Debatió apasionadamente con los más importantes intelectuales de su tiempo. Se enemistó con Verdi, quizá por un malentendido, por su defensa de un arte nuevo que acabara con sensibilidades que él entendía caducas. Fue amigo de los grandes escritores de la época: Giovanni Giacosa, Antonio Fogazzaro, Giovanni Verga. Fue amante de Isadora Duse, la gran actriz de su época, e impulsora del teatro de Ibsen en Italia, para la que tradujo y adaptó las principales obras de Shakespeare. Al final de su vida, fue senador y participó activamente en política. Una vida en primera línea, desde luego.

—La violencia (“el pugilato mental no podía ser más violento”) y la esclavitud sobrevuelan todo el cuento…

—Es un tópico la violencia en el ajedrez. Un carismático campeón del mundo de ajedrez, Garry Kasparov, llegó a afirmar que es el más violento de los deportes. Otro campeón, Bobby Fischer, declaraba que le gustaba el momento en que ‘rompía el ego’ de sus contrincantes. Así que sí, el ajedrez tiene cierta tendencia a la violencia. Por otro lado, la opinión mayoritaria de los historiadores pone el acento en que el ajedrez era un juego que intentaba representar simbólicamente la guerra, una especie de sublimación de la violencia, una violencia vicaria. Sin embargo, también hay voces en contra. El poeta y ajedrólogo español Eduardo Scala considera que es un juego de conocimiento, un juego que representa un conflicto entre el orden y el caos, entre la luz y las tinieblas, pero no necesariamente la guerra. Yo, medio en broma, defiendo que es el juego del amor. Por la enorme cantidad de cuadros que presentan a amantes jugando. Al mismo tiempo, Boito está preocupado por los acontecimientos de su tiempo. Aunque terminó abrazando posturas muy conservadoras (ya vemos que esto no es nada nuevo), en su juventud fue partidario de las revoluciones liberales. Y en ese aspecto, la lucha de los esclavos por su libertad entraba de lleno en el ideal romántico.

—En El Alfil Negro, un ajedrecista se rige por la ciencia y el cálculo mientras que el otro se mueve por la inspiración y el azar. Eso suena muy humano…

—Sí, lo apolíneo y lo dionisíaco, que decía Nietzsche. El clasicismo contra el barroco, el romanticismo contra el realismo… Algunos de los grandes enfrentamientos de la historia del ajedrez pueden colocarse bajo este prisma: Alekhine contra Capablanca o Kasparov contra Karpov.

—¿Son los peones el alma del ajedrez, como dijo Philidor, o todas las piezas lo tienen, como el alfil?

—Todas las piezas tienen alma, por supuesto. Lo que Philidor quería decir es que las estructuras de peones, un concepto que antes de él no era tenido muy en cuenta, eran fundamentales para el buen desarrollo de una partida de ajedrez. Luego se ha especulado con que la frase quería describir el triunfo de la Revolución Francesa y el ascenso del Tercer Estado al poder, pero Philidor huyó de la Revolución y se refugió en Londres. Así que su aforismo debe entenderse en un aspecto eminentemente técnico. En El Alfil Negro, es esta pieza la que parece poseída por un espíritu, por un alma, que le hace afrontar la lucha con posibilidades de éxito.

—¿Qué es el ajedrez, deporte, juego, arte o ciencia?

—No soy una persona a la que le guste especialmente el deporte, así que por ahí no van mis intereses: la mayoría de las veces me da lo mismo quien gane, sea quien sea quien esté jugando, salvo que sea alguien que conozco, claro está; lo que me interesa fundamentalmente es el desarrollo del juego, la calidad de la partida. En cuanto a juego o ciencia, Flaubert, en su Diccionario de Lugares Comunes definía el ajedrez como algo ‘demasiado serio como juego, demasiado frívolo como ciencia’. Y probablemente tiene razón. A la ciencia, hoy en día, le pedimos que mediante la Inteligencia Artificial dé respuesta a la gran pregunta de si en la posición inicial ganan obligatoriamente las blancas o es tablas. Es algo que no dudo que será aclarado en los próximos años. Así que me quedo con el arte. Y con un concepto que me es muy querido: disfrutar con la belleza intrínseca del juego, alejando el agón, lo competitivo, del horizonte. Llegar a casa, disponer el tablero, sin ordenador o módulo que nos mediatice, y ver una partida. Como quien lee una novela o un ensayo, como quien escucha una sinfonía. El doctor Siegbert Tarrash, uno de los mejores jugadores de finales del XIX y principios del XX, lo vio claro cuando declaró, creo recordar, que el Ajedrez, como el amor, como la música, tiene la virtud de hacer feliz al hombre.

—¿Tiene aplicaciones prácticas el ajedrez para la vida diaria o no tiene ninguna?

—Pues yo soy en esto unamuniano. Creo que el ajedrez desarrolla las facultades apropiadas para jugar al ajedrez, ni más ni menos. Ahora parece que el ajedrez es el bálsamo de Fierabrás, que va a hacer a sus practicantes más sabios, más rectos, mejores personas. Hombre, está claro que no creo que sea una actividad perniciosa, llevo jugando toda mi vida, pero no creo que una mejor comprensión del juego implique una moral o una ética superiores ni mejore nuestras habilidades para otros aspectos de la vida. Al menos, no más de lo que lo puede hacer aprender un idioma o a tocar un instrumento musical o hacer teatro o danza o, simplemente, leer un libro o ver una obra de teatro.

—¿Es la amenaza más fuerte que la ejecución?

—Así lo quiere una máxima atribuida a Nimzovich, el autor de Mi Sistema, el libro de ajedrez más leído y posiblemente más influyente de la historia. Y sí, la amenaza mantiene un problema latente y esto puede ser peor que su ejecución inmediata. En el ajedrez y en la vida.

—¿Alguna partida favorita entre las que ha estudiado?

—Pues depende de los días. Me cuesta elaborar listas de escritores favoritos, libros preferidos, ajedrecistas que más me gustan… Según el humor con el que me levante, me gusta una cosa u otra. Pero si tengo que citar alguna sería Kasparov contra Topalov, disputada en la localidad holandesa de Wijk aan Zee en 1999. Pero, claro, según lo digo pienso que es injusto olvidarse de la sexta del match Botvinnik y Tal de 1960 en Moscú o varias de las de Fischer o Capablanca o…

—¿Qué nivel alcanzan los ajedrecistas españoles en el tablero mundial?

—En las últimas Olimpiadas de Ajedrez, el campeonato del mundo de selecciones nacionales, en categoría abierta, España quedó en décimo lugar de 188 participantes. En categoría femenina, las cuartas, rozando la medalla. Así que creo que no está mal, aunque mi impresión es que no hay mucha ayuda institucional para el ajedrez en España. Es algo que debería mejorarse, porque talento hay.

John Wayne jugando al ajedrez con el padre de Mariano García.
John Wayne jugando al ajedrez con el padre de Mariano García.

—Creo que su padre jugaba al ajedrez con John Wayne…

—Sí. Mi padre, mis padres, eran maquilladores cinematográficos profesionales. Cuando el productor norteamericano Samuel Bronston eligió España como sede de sus superproducciones, ambos trabajaron en sus películas. Mi padre era muy aficionado al ajedrez. El rodaje de las películas está lleno de esperas, cambios de decorado, cambios de iluminación, etc. Muchos trabajadores de la industria llenaban esas esperas jugando al ajedrez. Entre ellos, mi padre. Jugó con John Wayne en Circus World (El Maravilloso Mundo del Circo). Pero también con Maximilian Schell en Krakatoa, East of Java (Al Este de Java) y con George C. Scott en The Last Run (Fuga Sin Fin). Y solo estoy citando las partidas de las que queda testimonio gráfico. En total fueron cientos.

—¿Tiene en mente algún nuevo proyecto?

—Sí, varios. Todos relacionados con la cultura y el ajedrez. Seguir con el blog Artedrez y algún proyecto de libro también hay.

Mariano García y su libro, por María José Acosta.
Mariano García y su libro, por María José Acosta.

Artedrez, el universo cultural del tablero

Mariano García abrió en 2007 un espectacular blog dedicado a su pasión: Artedrez (http://deludoscachorum.blogspot.com). Comenzó exactamente el 28 de marzo con una primera publicación sobre El Capitán Trueno. Explica el ajedrecista que “el título lo tomé prestado de una revista de los años noventa editada por Javier Carpintero. Creo que el epígrafe del blog resume bien mis intenciones: comentar las relaciones del ajedrez con el mundo de la cultura”.

Desde ese momento fundacional hasta este fin de año se han publicado 2.765 entradas con todo tipo de informaciones sobre las artes y la cultura vinculadas al ajedrez. No se siente agotado tras ese esfuerzo divulgador. “Tengo mucho material acumulado y ahora que estoy jubilado tampoco me cuesta tanto escribir una entrada al día. De todas formas, seguramente para 2025 bajaré un poco el ritmo. No por cansancio, sino para intentar una aproximación nueva a las publicaciones. Hacerlas un poco más extensas, más trabajadas. Aunque luego la lógica del material del que dispongo impone el ritmo”.

Despierta asombro comprobar hasta qué nivel el ajedrez empapa las expresiones culturales. “Su enorme capacidad simbólica le permite estar presente en cualquier manifestación humana. William Faulkner, Premio Nobel de Literatura en 1949, dijo en su cuento Gambito de Caballo que el ajedrez es capaz de ‘reflejar todas las pasiones, esperanzas e insensateces humanas’. Por otra parte, los publicistas se han dado cuenta de ello, y de la buena prensa que tiene el ajedrez entre el público. No hay prácticamente nada que no se haya intentado vender con una imagen de ajedrez”.

Algunos amigos le llaman “WikiMariano” por su enciclopédico conocimiento de amplias áreas del saber, con especial acento en la fotografía, la entomología y el universo ajedrecístico. Algunos le consideran incluso intelectual del ajedrez, lo que choca contra una humildad a prueba de balas. “Cuando empecé a coleccionar referencias, citas, imágenes referidas al ajedrez pensé que sería un trabajo que podría cerrar en unos pocos años. ¡Vana ilusión! Borges, en el verso final de uno de sus sonetos sobre el ajedrez, dijo ‘este juego es infinito’. Y lo es de verdad, también en su uso artístico. Y además va creciendo: la cantidad de artistas, publicistas, artistas plásticos que hallan su inspiración en el ajedrez no deja de crecer día a día. Ya no me queda tiempo para sacar todo lo que tengo guardado”.

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