Mientras en el exterior de la sede del PP en la madrileña calle Génova la euforia se desataba entre los miles de simpatizantes de la formación, dentro del recinto el candidato y próximo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, mostró su preocupación por la situación que atraviesa España, «la más delicada en 30 años». En su primera intervención tras conocerse los resultados, aseveró que no cabe esperar «milagros», al tiempo que se comprometió a gobernar para todos, porque solo juntos y unidos, «la crisis quedará olvidada».
El líder popular expresó su deseo de que el traspaso de poderes se haga de forma «modélica» y anunció su primera actuación: reunirse con todas las comunidades autónomas para coordinar un plan contra la grave coyuntura económica.
El gallego compartió la «legítima satisfacción» por haber triunfado en los comicios, pero sus palabras se centraron en la responsabilidad que tiene por delante. Con semblante serio, se comprometió a ejercer la tarea que le ha sido encomendada con «humildad» y sin «sectarismos».
El ganador de las elecciones insistió en que para el deber que le espera, no le van a faltar las ganas, el entusiasmo, el trabajo ni el compromiso, pero avisó de que no va a haber «milagros». «No lo hemos prometido», apuntó, aunque seguidamente recalcó que está demostrado, de ocasiones anteriores, que «cuando las cosas se hacen bien, los resultados llegan».
Por eso, confió en que «el trabajo, la seriedad y la constancia» que, según mencionó, son los «principios» que le han acompañado en sus 30 años de vida política, servirán para que, «más pronto que tarde», se empiecen a ver «los frutos».
Así, garantizó que será «el presidente de todos» y antepondrá siempre el interés general al particular, que pensará especialmente en parados, pensionistas y pequeños empresarios y autónomos.
El líder popular reiteró que uno de sus objetivos será la necesidad de «recuperar el orgullo de ser españoles», frase que fue largamente aplaudida por las miles de personas que siguieron la comparecencia de Rajoy desde el exterior de la calle Génova.
En cuanto a la Unión Europea, el conservador garantizó que trabajará para que España «deje de ser un problema» y vuelva a ser «parte de la solución».
Según expuso, sus únicos «enemigos» en la tarea que le espera van a ser «el paro, el déficit, la deuda excesiva, el estancamiento de la economía y todo aquello que mantiene al país en estas críticas circunstancias».
El presidente electo alertó de que España se encuentra en «una hora decisiva» y está en un «cruce de caminos» que va a determinar su futuro «en las próximas décadas», pero recalcó que es precisamente en estas circunstancias «cuando se mide el temple de los hombres y de los pueblos».
Por otro lado, en su opinión, la «diversidad» de España no debe ser fuente de división porque es «fuente de grandeza» y «enriquece a los españoles». En este punto, anunció que convocará «inmediatamente» a todas las comunidades autónomas, independientemente de su color político, para llamarlas a «una reflexión compartidas sobre la forma de afrontar coordinadamente las exigencias de esta grave situación».
