Pese a que el final de ETA se atisba cada vez más cerca, uno de cada tres vascos se muestra escéptico. Así lo publicó ayer el Euskobarómetro, que elaboró el Gobierno regional entre el 6 y el 11 de febrero, cuatro meses después del histórico comunicado de la banda en el que anunciaba su cese definitivo de la violencia, algo que convence a algo más de la mitad de los 2.300 voluntarios.
Asimismo, las encuestas establecieron que cerca de siete de cada 10 ciudadanos considera que el Ejecutivo central debe facilitar la reinserción de los presos de ETA «que renuncien a la violencia», al tiempo que defiende su acercamiento a las cárceles de Euskadi, mientras que un 66 por ciento rechaza concederles una amnistía. Además, casi seis de cada 10 entrevistados piensan que los reclusos deben renunciar a la actividad terrorista y denunciarla para acceder así a beneficios penitenciarios.
La mayor parte de los encuestados considera que la desaparición definitiva de la banda se producirá en un plazo de uno o dos años (27 por ciento) o en menos de cinco (23). Llama la atención que un 20 por ciento crea que siempre estará viva.
En cuanto a las sensaciones sobre el cese del terrorismo anunciado por ETA, un 57 por ciento asegura verse optimista, mientras que un 49 por ciento define su estado de ánimo como de «ilusión». Otras sensaciones descritas por los encuestados son confusión (20 por ciento), preocupación (18 por ciento) o percepción de «tiempo perdido» (11 por ciento).
También se pregunta sobre el reconocimiento a las víctimas de los atentados de ETA. Mientras que un 30 por ciento contesta que éste es un tema que ha mejorado desde el anuncio del cese del terrorismo, casi seis de cada 10 cree que sigue igual. Porcentajes similares se registran cuando se pregunta por la evolución de la convivencia entre personas con ideologías diferentes o sobre las posibilidades de defender cualquier idea política.
Un 43 por ciento de los encuestados afirma sentirse libre para hablar de política «con todo el mundo», mientras que un 36 por ciento solo lo hace con ciertas personas, y casi dos de cada diez no se sienten libres para hablar sobre estos temas «con casi nadie».
Con estos datos en la mano, no era de extrañar que el lehendakari, Patxi López, quisiera crear una comisión por la paz, así como una serie de medidas tendentes a atraer al mundo abertzale a los partidos democráticos. Sobre si se precipitó o si consultó a los demás partidos, la vicepresidenta primero del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, no quiso hablar ayer del tema, y se limitó a pedir que la organización criminal desaparezca de una vez.
Mientras, el Ejecutivo francés contestó al comunicado de ETA que le exigía, en la noche del pasado jueves, que se implicara en la negociación. La respuesta fue contundente: espera que anuncie un desarme completo. Así lo señaló el portavoz del Ministerio galo de Asuntos Exteriores, Bernard Valero: «Estamos al lado de España y del Gobierno español para alcanzar un fin definitivo de la violencia». De este modo, el país vecino demuestra que, pese a la polémica creada por Sarkozy hace varios días en Bayona, donde apostó por el acercamiento de presos, no hay fisuras y discrepancias con Madrid.
Mientras, la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, aseguró que el último movimiento de ETA es un «paripé» y un «teatro» más. «Con ellos no se puede negociar, nunca», apostilló.
Tampoco fueron muy optimistas los dos principales sindicatos policiales. «Es la constatación de que el final de ETA no ha llegado», comentó el secretario general del SUP, José Manuel Sánchez Fornet, quien explicó que no tendría sentido esta petición de negociar «si se tratase de una organización que no existe o que se va a disolver». En la misma línea se manifestó el CEP, que destacó «la extrema debilidad en la que se encuentra la organización criminal, la cual trata de escenificar un apaño político».