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“La Arqueología siempre ha sido responsable de la creación de identidades a partir de nuestro pasado”

Joaquín Barrio, catedrático de Arqueología y Restauración de la Universidad Autónoma de Madrid

por Esther Rija
1 de diciembre de 2024
en Provincia de Segovia
Joaquín Barrio.

Joaquín Barrio.

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—Nació en Segovia, pero tengo entendido que tiene orígenes en Torrecilla del Pinar ¿Qué vinculación tiene con la provincia?, ¿y con la ciudad de Segovia?
—Así es, soy nacido en Torrecilla del Pinar, donde nació mi madre, y allí cuento con la mitad de mi familia, pero al ser mi padre de Fuentepiñel es en ese pueblo próximo donde pasé a vivir. Allí está mi otra parte de la familia, mis hermanos y donde vivieron mis padres hasta su fallecimiento. Como tantos otros segovianos vivo en Madrid, donde vine a realizar mis estudios universitarios y donde he desarrollado toda mi carrera profesional, pero me siento plenamente segoviano. Mi segunda residencia está en Fuentepiñel, pero también acudo con a Cuéllar, de donde es mi esposa. Con ambos pueblos, territorios de la Comunidades de Villa y Tierra de Fuentidueña y de Cuéllar, mi vinculación es muy directa. En la ciudad de Segovia estudié mi bachillerato y también me siento muy próximo; tengo a la vez ese sentimiento de proximidad y lejanía que nos acude a todos los de “pueblo” cuando pensamos en la capital.

—¿Cuántos años lleva dedicado a la arqueología?
—Comencé mis trabajos en arqueología después de terminar mi carrera en la UAM y una vez concluí los estudios de restauración de bienes arqueológicos en la entonces Escuela Nacional de Restauración, en la sede del actual Museo de América. En ambos campos, arqueología y restauración, he dedicado con pasión y emoción mi actividad profesional hasta la fecha. Dos profesiones que son para mí como hermanos siameses, o como digo en muchas ocasiones, una especie de cabeza del dios romano Jano, una misma cabeza con dos caras. Han pasado ya más de 40 años desde que inicié las excavaciones en la plaza del Castillo de Cuéllar, descubriendo el poblado vacceo que hoy conocemos, con el objetivo de realizar las investigaciones de campo para mi recién matriculada tesis doctoral sobre la Edad del Hierro en Segovia. Pero una vez que accedí a la plaza de profesor titular de universidad en la UAM, por necesidades académicas propias del departamento, y debido a mi formación especializada que no tenían otros profesores, tuve que hacerme cargo de asignaturas de restauración arqueológica y de la dirección del laboratorio del Prehistoria y Arqueología. Desde ese momento, giré casi obligadamente mi dedicación preferente al mundo de la restauración/ conservación del Patrimonio Arqueológico, pero sin olvidar la arqueología de campo. Tanto es así, que en los últimos años coordino el proyecto de excavación y conservación del Castillo Viejo de Manzanares el Real, donde hemos descubierto el palacio que Alfonso XI construyó para su querida Leonor de Guzmán. Un rey y un territorio tan próximos a Segovia (las tierras de Manzanares pertenecieron a la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia), que mi vinculación con nuestra ciudad y provincia se ha reafirmado.

—¿Qué es lo que considera más apasionante de su trabajo?
—Lo más apasionante para cualquier arqueólogo que se sienta como tal es el trabajo de campo, la investigación y descubrimiento de nuestro pasado, antes oculto. Soy militante de la línea más actual de la arqueología: la investigación arqueométrica de nuestro pasado. Con ello nos acercamos a una visión “más allá de nuestros ojos”, y de donde en la actualidad parten los resultados más punteros en nuestro campo. Pero también me resulta muy motivador poder trabajar en la protección y conservación de estos sitios arqueológicos. He aprendido a lo largo de mi vida profesional que si la arqueología consigue descubrir y ordenar nuestro pasado, solo la restauración hace que este patrimonio se catapulte al futuro.

—Ha recibido innumerables premios por su labor, ¿cuál diría que ha sido el más especial para usted?, ¿por qué?
—El aval y reconocimiento a mi trayectoria en el campo de la restauración se evidencia en los premios concedidos en los últimos años, tanto a nivel personal como en calidad de fundador y director del Laboratorio SECYR -UAM.
A nivel individual, comenzando por el reconocimiento más reciente de octubre de 2024, he sido catedrático invitado como ponente en la prestigiosa Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara (México); una sede por donde han pasado personalidades relevantes de la literatura de todo el mundo, presidentes de gobiernos de España, Latinoamérica o Estados Unidos, premios Nobel, y en menor medida de otros campos como la arqueología (merece destacar el Dr. Eduardo Matos Moctezuma, Premio Princesa de Asturias 2022) o la restauración. Con esta invitación me he sentido tan reconocido como con otros premios.
También en 2024 se me ha comunicado mi elección como miembro correspondiente del Instituto Arqueológico Alemán (DAI), cuya entrega será en marzo de 2025.
En 2023 recibí el Premio Tierra de Segovia en su categoría “Marqués de Lozoya” por mi actividad en la cultura y el patrimonio.
En el año 2021 se me concede el Premio Reserva 2021 del Grupo español del The International Institute for Conservation of Historic and Artistic Works, (GeIIC) “destinado a valorar una trayectoria profesional relevante, y otorgado por la importancia de una larga experiencia y una destacada contribución en el campo de la Conservación y Restauración”.
Y en calidad de director del SECYR, en el año 2018 el lab SECYR-UAM, fundado y dirigido por mí, recibe dentro del equipo encabezado por el CSIC-IAM el I Premio Nacional de Arqueología y Paleoantropología por el proyecto “Construyendo Tarteso”, en que este laboratorio realiza la restauración de numerosas piezas arqueológicas desde 2014 hasta la actualidad.
Y en el año 2016, el SECYR es reconocido con el Premio Vaccea del CEVFW en la categoría “Protección Y Conservación del Patrimonio”, por la aportación a la investigación sobre técnicas y procedimientos de conservación y restauración de los materiales arqueológicos.
Son premios de muy distinto ámbito, local, nacional e internacional, pero con todos ellos me he sentido muy agradecido. Pero sin duda el más especial, en cuanto supone el reconocimiento de toda la profesión de restauración es el Premio Reserva del GeIIC.

—Las formas de vivir y los escenarios en los que lo hacemos en la actualidad han cambiado mucho respecto a la antigüedad pero, ¿hay algo en lo que no nos diferenciemos tanto de nuestros ancestros?
—Hay tantas cosas que a los humanos de hoy nos separan y nos unen a las culturas del pasado que no es fácil concretarlas. El progreso de la Humanidad, y especialmente la ciencia y la tecnología nos ha hecho también más libres, más racionales, más sociales. Pero seguimos como ellos teniendo un fuerte apego a nuestro territorio, a nuestra comida, a nuestra familia, a nuestros ancestros, a nuestras creencias… Ese sentimiento de identidad con todo lo próximo no nos separa tanto de aquellos hombres que recorrieron las tierras segovianas, por ejemplo, de las gentes prerromanas que yo he estudiado en mis investigaciones.

—Usted dijo en una ocasión que los que trabajan en el campo de la restauración y la arqueología tienen una importante responsabilidad patrimonial ¿podría desarrollar esta idea?
—Es la idea nuclear que yo intento inculcar a mis alumnos en la UAM. Nuestro trabajo no es “aséptico”; la Arqueología desde que Johann Joachim Winckelmann la fundara en el siglo XVIII, siempre ha sido responsable de la creación de identidades a partir de nuestro pasado. Pero hoy cabe atribuir a ambas profesiones una responsabilidad en la transmisión y pervivencia de nuestro pasado, y no sólo en un artículo científico, sino en los bienes materiales existentes. Lo tangible, lo matérico, aquello que hoy descubrimos en una investigación arqueológica, el propio yacimiento o el objeto representativo de su cultura material, estamos obligados a conservarlo en condiciones aceptables, a restaurarlo y mantenerlo para que la sociedad actual y futura pueda conocerlo y apreciarlo. Y de esa responsabilidad no nos podemos sustraer. Por eso soy defensor a ultranza de que todos los proyectos arqueológicos deben de estar vinculados en el mismo tiempo a un proyecto de conservación/ restauración que haga posible poner en valor lo que se descubre, que haga rentable socialmente esa inversión para los ciudadanos que nos aportan los medios con sus impuestos.

—Hace dos meses mantuvo una conversación muy interesante, en el marco del Hay Festival de Segovia, con Dominica Contreras a propósito del último libro de ella ‘Misterios del Acueducto de Segovia, Vicisitudes y datación’ en el que defiende el origen Vespasiano del monumento ¿Usted está de acuerdo con la conclusión de Dominica Contreras?
—He leído y releído su libro varias veces y estoy de acuerdo, como también lo están otros como el profesor Abascal que prologa su libro, con su argumentación y con su propuesta de datación del Acueducto en “época de los Flavios”, y en concreto de Vespasiano, a donde ella lo lleva. Tampoco esta propuesta está tan alejada en el tiempo de la de otros investigadores que llevan su construcción a la dinastía Ulpio-Aelia, y en concreto a finales del reinado de Trajano o comienzos de Adriano. Pero si nos atenemos a la literalidad de la lectura de la cartela del acueducto hecha por el profesor Geza Alföldy, que nadie con autoridad ha puesto en cuestión, Trajano hace obras de restauración sobre una obra que ya debía estar construida y en uso. Pero entre el final del gobierno de Vespasiano y el comienzo del de Trabajo apenas hay 20 años, un tiempo corto en métrica antigua, y en modo alguno es descabellado para que prolongara la construcción de una obra de tal envergadura, siendo iniciada algunos años antes. No creo que las posturas sean tan alejadas, si se mira con una perspectiva menos maximalista y más propia del devenir de las grandes obras en esos momentos.
Pero en arqueología, una ciencia sometida siempre a nuevos descubrimientos, no hay nada inamovible, y las fechaciones pueden sin reformuladas cuando los datos incontestables así lo exijan.

Pero estas polémicas no deben de hacernos perder el foco de lo verdaderamente importante para el Acueducto: garantizar en todo momento su conservación.
—Esta afirmación ha generado mucha controversia en el mundo del arte y la arqueología ya que los profesionales no se terminan de poner de acuerdo con la data, pero como apuntaba en aquella conversación ¿no sería más fácil aclarar las dudas con la excavación del campo de deportes del colegio Claret?
—Hasta donde hoy he conocido, después de mi participación en el Hay, se hicieron hace unos años unas catas más prospectivas que sistemáticas y en intensidad en esos terrenos del Claret; y no dieron resultado positivo. Eso no quiere decir que haya que dar por finalizada una investigación que sería costosa y sobre terrenos privados. De todos modos, como la arqueología es una ciencia que también responde al azar en sus descubrimientos, nadie puede decir que en el futuro haya algún hallazgo que aporte información decisiva. Nos alegrará mucho a todos los segovianos. Pero la controversia siempre es estimulante en la ciencia, más que las posiciones inapelables.

—La importancia social y arquitectónica del Acueducto es innegable ¿Qué destacaría usted del monumento a nivel arqueológico?
—Como icono de identidad de Segovia su valor indudable; pero también el valor patrimonial excepcional. Es un bien no sólo arqueológico, sino de la historia del Arte y de la Arquitectura; por tanto, no solo reúne esos valores arqueológicos, que, sin duda, son primordiales. Es una obra que se mantiene un estado de conservación e integridad que le hacen único entre los monumentos romanos no sólo en España sino a nivel internacional; no en vano fue un eje vertebrador primordial para que Segovia consiguiese la calificación de Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

—Hay que destacar su labor en la promoción y difusión de la arqueología, de hecho ostenta la gestión académica del premio ‘Tomás Calleja’ de Arqueología. ¿Cómo surgió la idea de crear este certamen?
—La idea partió de las hijas de don Tomás Calleja, sin duda, como un homenaje a su padre, un segoviano con una gran pasión por la arqueología segoviana y por nuestra provincia. A ello se unía su dedicación como maestro a la formación de escolares e, incluso, su faceta de escritor de literatura infantil y juvenil, donde cuenta con un premio nacional. Se puede decir que “educación y arqueología” se unían en su persona, y eso es lo que se pretende transmitir con este premio.
El segundo actor para hacer posible este premio ha sido la Fundación Villa de Pedraza (FVP), que lo acogió con total entrega dentro de sus muchas actividades culturales. Fueron las hijas de don Tomás las que contactaron conmigo para pedirme que gestionara el premio y presidir el Jurado.
Yo tuve oportunidad de conocerle en sus últimos años y era admirable oírle hablar de los yacimientos segovianos que él había recorrido, y en casos importantes fue su descubridor, como el sitio paleocristiano de las Vegas de Pedraza.
Creo que si por algo merece la pena trabajar es por el futuro de los jóvenes en esta vocacional pasión por la arqueología, apoyándoles, no sólo en los propios ámbitos académicos donde se están formando, como es nuestra obligación como profesores, sino más allá, cuando están a las puertas de su iniciar su vida laboral como profesionales de la Arqueología o su vida de investigación realizando un Máster en Arqueología o una Tesis Doctoral.

—El sábado se celebró la II edición que reconoce los trabajos de fin de grado o máster de jóvenes arqueólogos estudiantes de las universidades de Castilla y León y de Madrid ¿ve relevo en este campo?
—Por supuesto que hay relevo generacional; como pone evidencia el grupo de 14 alumnos y alumnas presentados este año y las calificaciones obtenidas, contamos con jóvenes con una excelente formación y con mucho interés y vocación por dedicarse a la arqueología.

—Como presidente del jurado, ¿qué se valora a la hora de premiar un trabajo?
—Hay que decir que el premio se ha dirimido por un jurado formado por los siguientes miembros: Juan José Palao, Universidad de Salamanca; Eduardo Ramil y Carlos Fernández, de la Universidad de León; Francesca Romagnoli, Universidad Autónoma de Madrid; Jesús Alvarez Sanchís y David Alvárez, Universidad Complutense; Margarita Sánchez Simón Universidad de Burgos; Fernando Vela Cossío, Universidad Politécnica de Madrid; Manuel Pimentel, escritor, editor y presentador del programa de televisión Arqueomanía; Carlos Sanz Mínguez, de la Uva, como secretario y yo mismo, como presidente.
Quiero agradecer el trabajo de todos, desinteresado y añadido a sus propias tareas, realizando una evaluación diligente y objetiva.
Cada trabajo lo hemos evaluado al menos 2 miembros, y por el sistema de pares ciegos, esto es, sin conocer el autor/a. Es el sistema que consideramos más objetivo. Y esta evaluación se hace teniendo en cuenta estos aspectos:
• Relevancia del tema y originalidad de la investigación o del trabajo (0-20 p.).
• Presentación, redacción y referencias bibliográficas
• Documentación gráfica, fotográfica o planimétrica (0-15)
• Metodología: Desarrollo coherente, análisis y planificación del trabajo (0-30)
• Resultados obtenidos (0-20).
Mi labor como presidente ha sido, a partir de las puntuaciones de cada trabajo, obtener las medias, y elevar el resultado a la FVP.

—¿Cuántos proyectos se han presentado a esta segunda edición?
—En la II Edición se han presentado 14 proyectos, todos ellos trabajos de fin de grado y fin de máster, con un incremento del 40% frente a los presentados el año pasado, lo que ya resulta un éxito. Además, en estos proyectos se recoge todo el abanico posible de la ciencia arqueológica, desde los estudios de la prehistoria más remota, como es el segundo premio, pasando por la arqueología de la edad del bronce, hasta las etapas romanas y medievales. Tampoco han faltado los proyectos de contenido más técnico o en áreas complementarias de la ciencia arqueológica, como estudios de Osteoarqueología, de restauración de materiales, con el primer premio, o de tecnologías ligadas a la ciencia arqueológica más actual caso del Georradar o la aplicación de tecnologías 3D.
Las puntuaciones obtenidas han sido con una media muy alta, lo que da muestras de la calidad de los trabajos.
Representan a todas las universidades castellanos leonesas, algunas de las madrileñas y dos escuelas de restauración, la de Castilla León en Ávila y la de Madrid. Es importante decir que todos los trabajos tienen que estar dedicados a bienes del patrimonio arqueológico en Castilla y Léon. Desde esa perspectiva, se puede considerar el Premio Tomás Calleja un premio de nuestras tierras. Por tanto, es un logro indudable, que habla del camino de consolidación del Premio, y del atractivo que supone para muchos de nuestros estudiantes. No son nada habituales los premios de arqueología para jóvenes, y en su dedicación para los jóvenes recién egresados no conozco otro y por tanto, ha sido un acierto su convocatoria, el formato elegido, el ámbito del contenido y los destinatarios finales.

—¿Piensa que hay un creciente interés por el campo en el que desarrolla su labor académica y profesional o que todavía es un terreno poco popular?
—En los últimos años la arqueología, gracias a su difusión en series como Arqueomanía, se ha dado a conocer con mucho detalle a un amplio sector de la población; pero también gracias a que en los propios proyectos arqueológicos, se cuida con mucha dedicación la difusión de los resultados de muy diversas maneras, y con preferencia hacia los ciudadanos de proximidad a los yacimientos, y muy en especial a los escolares y jóvenes. Y en Segovia y provincia se hace así, y es de elogiar.
—¿Cómo de importante es la educación patrimonial en edades escolares?
—Sin duda, hoy hemos caído en la cuenta que sin educación no es posible conservar el patrimonio con garantías ni hoy ni para el futuro. Pero ya la UNESCO en uno de sus primeros documentos dedicados al Patrimonio Arqueológico, la Carta de Nueva Delhi de 1956, apuntaba con una gran visión de futuro que sin la educación de la ciudadanía no es posible conservar nuestros bienes patrimoniales. La educación patrimonial es una actividad que debe incorporarse a los curriculum de las escuelas e institutos. La conservación de nuestro legado va depender de ello.
—En la provincia hay una riqueza patrimonial importante, empezando por el ya citado Acueducto. ¿Cuál diría que es el monumento que mayor admiración le produce y por qué?
—Para mí, aún siendo arqueólogo, el monumento que más me emociona e impacta de Segovia es el Alcázar. Una obra extraordinaria en un lugar de la ciudad único por su paisaje, que acumula en él historia, personajes, hechos relevantes para la ciudad, junto a una estética y una fábrica de altísimo nivel. Y que además mantiene un estado de conservación excelente.

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