En el contar de historias siempre se encuentran las largas e interesantes y, también, las cortas y aburridas. En el que escribe hay un intento de búsqueda de atractivos –como sucede en la cocina-, con una única finalidad, que aquel que comenzó a tirar del hilo encuentre al deshacer el ovillo la satisfacción de no haberse equivocado. No es nada fácil, pero al menos se intenta por ambas partes: la del que escribe y la del receptor de la escritura.
Para dejar de ser cansino, permítanme que vaya desgranando ‘aquellas pequeñas cosas’ – las que cantaba Serrat- que fueron noticia antes de que la política, de forma abrupta (áspera, violenta, dura, destemplada… RAE) lo invadiera todo…. con grave perjuicio para el personal libre de ataduras. Sin más.
¿Huelga de brazos caídos?
Habían transcurrido diecinueve años desde el nacimiento del siglo XX cuando en el mes de diciembre, a finales, se reunieron en Fuentidueña los sacristanes de San Miguel de Bernuy, Cobos de Fuentidueña, Fuentepiñel, Castro de Fuentidueña, Membibre, Fuentesaúco, Ciruelos, Adrados, Frumales, Vegrafría, Fuente el Olmo y Torrecilla, teniendo como finalidad consensuar un escrito en el que se reflejaran las peticiones que se enviarían al obispo. En otras comunidades de la provincia también se ‘consensuaron’ otros miembros del colectivo para ‘reforzar’ la petición.
Ocupaba la silla episcopal el obispo Gandásegui, que fue, finalmente, receptor del escrito. Entre otras cuestiones pedía el colectivo, aumento de sueldo y mejora de la clase (obrera), ‘con la esperanza de que atendidas nuestras pretensiones podamos hacer frente a la enorme carestía de la subsistencia diaria’. Reivindicación tan justa como necesaria.
Puede que la palabra huelga esté mal elegida en este caso, pero la otra, la de ‘brazos caídos’ tratándose de un colectivo con un trabajo tan especializado… no sé yo. De la contestación nada puedo decir. Los canales de comunicación eran solo internos en aquellos tiempos y puede que no se permitieran preguntas.
Molino Quemado
Desde el siglo XIII hasta el año 1944 estuvo en funcionamiento el referido molino, que llevó el rótulo de ‘Los Frailes’ -mientras permaneció en pie- con lugar de ubicación a dos kilómetros de Escobar de Polendos. De los datos que encontré sobre el tema describo que en el año 1288 ya existía y que entre sus propietarios estuvo el Cabildo de la Catedral de Segovia. Con el paso del tiempo la propiedad perteneció, proindiviso, a la marquesa de Lozoya. Molturaba con dos ruedas y ocupaba la instalación 312 metros cuadrados. Su último propietario fue Marcos Herrero García, quién adquirió al Cabildo ‘18 horas de uso del molino para molturar’.
Situado en las márgenes del río Polendos a poca distancia de Prado Juncal y Paredones, fue en 1944 cuando acabó la vida del molino. El 15 de agosto un voraz y trágico incendio lo redujo a cenizas, causando la muerte de una persona y pérdidas que los dueños cifraron en 80.000 pesetas, Una ‘millonada’ para aquellos tiempos. Se llevó por delante también, ganado, cereales y todos los enseres.
Hotel de Turismo
Año 1927. El arquitecto Pagola, entre las propuestas que presenta en el ‘Plan de Mejoras (1927-28) en la ciudad’, se encontraba la construcción de un edificio para la ubicación de la Escuela Normal de Maestros en San Lorenzo, con una inversión de 500.000 pesetas. Al proyecto presentó moción el concejal Carlos Martín Crespo con la siguiente propuesta: ‘que la referida Escuela se ubique en la Plaza de Colmenares en el lugar que se ha proyectado para la construcción de un hotel de Turismo’. Del hotel nunca más se supo.
La propuesta del concejal, con necesario debate, fue aceptada: la Escuela se construyó en la Plaza de Colmenares (antes de San Juan) y en el arrabal de San Lorenzo se construyó un colegio. El Consistorio estuvo ‘fino’, pues ahora, después de que el lugar se rehabilite en lo que proceda, se ubicará ¿sí? la Escuela Universitaria de Enfermería de la UVA.

Otras cosas (ciudadanas) del ayer
Los evacuatorios públicos/municipales de la Plaza Mayor, ahora rehabilitados, fueron construidos e inaugurados en 1929. Sus polémicas hubo en la ciudad por causa, motivo y razón de situarse como antesala de la Catedral. Cierto es que han prestado a través del tiempo un buen servicio. Mejor eso que ‘na’.
Nos trasladamos al año 1991. Sepan. En el mes de octubre se presentó oficialmente en sociedad la Banda Municipal y sus componentes se sentaron por vez primera en el kiosko/templete de la Plaza Mayor. Dirigía el maestro Héctor Guerrero. Un gran músico de extraordinario recuerdo y una idea, la creación de la Banda, de aplauso.
Les describo que en c/ San Francisco 32, año 1932, se ubicaba el bar Cascorro. Su propietario era un ‘lince’ a la hora de programar espectáculos. Como ejemplo. Había instalado un ring donde se desarrollaban combates de boxeo. En el citado año, cuando ya iniciaba el camino del adiós en el boxeo, contrató a Antonio Ruiz de Cabo ‘El Emperador de Vallecas’, quién en 1925 se había proclamado campeón de Europa del peso pluma. Primer español que conseguía un título continental y que mantuvo durante tres años.
El combate de exhibición, cuando ya habían transcurrido sus mejores años, fue ante el madrileño Montero. El recinto llenó todo su espacio. Fue su último combate. Ya no boxeó más. Los últimos años de su vida fueron para destruir su figura. Murió por desnutrición en una calle de Madrid. Sus padres habían tenido ¡dieciséis! hijos.
Música en disco
A poco de llegar el calendario a 1925 se instaló en la ciudad una tienda de venta de discos. Su nombre en la fachada era el de Parlophon, con sede social en Cervantes 30. Su director/propietario, Enrique Tamayo, persona de gran valía para el comercio. Destacaba por su acogedora amabilidad. Su slogan: ‘siempre ofrecemos novedades’. Dejo constancia de que el primer vinilo como sistema de grabación que se conoce, es de 1887. Su inventor fue el alemán Emilie Berlenier.
