En contraste con la inmediatez de los medios online, las ediciones impresas de la prensa mantienen ese encanto de que su audiencia lea opiniones previas de sucesos ya consumados. Es una buena forma de medir la capacidad de predicción del columnista y comparar su opinión con la posterior realidad.
En estas estamos y, para que mi columna llegue a la redacción de El Adelantado con tiempo de ser publicada el día siguiente, escribo estas líneas antes de que la Gimnástica juegue en San Sebastián. Pero, pensándolo bien, ni falta que me hace saber el resultado del partido; ni lanzaré las campanas al vuelo en caso de victoria, ni me rasgaré las vestiduras en caso de derrota. Ni falta que me hace, digo, porque me parece más sensato medir las cosas por su trayectoria, más que por un resultado concreto. Y la trayectoria de la Gimnástica está siendo bastante razonable e, incluso, superior a experiencias anteriores ya lejanas.
Quizás el último partido con el Sestao no fue tan vistoso como otros anteriores, pero esto, a mi juicio, no es indicador de nada. Tampoco que el equipo lleve algunas jornadas sin conseguir la victoria. Recuerdo cómo el año pasado, a un buen comienzo, siguieron resultados desfavorables, pero absolutamente razonables. Y recuerdo hasta algunos ecos de la necesidad de tomar medidas… a los que ni la directiva, ni el equipo técnico hizo caso.
Ahora, el equipo está en el filo de la zona de descenso, pero como aficionado me siento muy tranquilo. Como ya he señalado en ocasiones anteriores en esta misma columna, mantener una línea de trabajo en lo deportivo y en la gestión dota al club de una estabilidad que incrementa la posibilidad de alcanzar los objetivos.
Y aunque puede que hasta la ilusión de la permanencia se desvanezca al final de temporada, lo que está por ver, llegado el caso, como dijo Giannis Antetokoumpo cuando su equipo fue eliminado tras ser Campeón de la NBA, la derrota no es un fracaso; forma parte del crecimiento.
