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Claustro de Santa María la Real de Nieva (II)

por Juan Manuel Santamaría. Académico de San Quirce
24 de noviembre de 2024
en Segovia
Dos dominicos bajo un árbol.
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Los religiosos, tanto regulares como seculares, dedicaban tiempo a la oración y a la meditación, lo que se conoce como vida contemplativa, sin importar el lugar donde estuviesen. En este capitel se ha representado a dos dominicos que están en el campo, pues se hallan bajo un árbol de grueso tronco, sin otro quehacer aparente que dirigir al cielo su mirada. Todas las criaturas cantan la gloria de su Creador.

Dominicos, conocidos como la orden de predicadores, hablando entre ellos.

La orden dominicana, es conocida como la orden de predicadores, no tenía una regla tan rígida como otras, la de los cartujos, por ejemplo. Podían hablar entre ellos de cualquier tema y así los vemos en este relieve, dialogando o celebrando un reencuentro. He dicho “de cualquier tema”, aunque hemos de suponer que sus coloquios serían piadosos las más de las veces. Y lo que podemos asegurar como ciertísimo es que no hablarían de la rivalidad entre el Real Madrid y el Barcelona.

Un maestro y un alumno.

Tras la quiebra del mundo clásico, el Clero mantuvo los rescoldos del saber en las escuelas catedralicias, monásticas y conventuales. Entre los dominicos, orden fundada en el siglo XIII, hubo grandes intelectuales que llegaron a ejercer la docencia en las más prestigiosas universidades. Los escultores del claustro de Santa María de Nieva también representaron la actividad docente y de forma muy gráfica: a la izquierda, un maestro sentado en su cátedra explica o toma la lección a un alumno que sostiene un libro; a la derecha, en relieve casi plano, otros cuatro frailes componen otra escena escolar.

Podemos ver a tres frailes: uno tocando el órgano, otro dando aire al instrumento con el fuelle y el tercero leyendo la letra.

La música también fue importante en la vida de los clérigos que, incorporándola al culto, lograron que sobreviviera en formas como el conocido “canto gregoriano”. Y la orden dominicana no fue ajena a la música como podemos ver en esta bella estampa de piedra del claustro de Santa María la Real de Nieva, en la que tres frailes de la orden están viviendo un gráfico momento musical: uno toca el órgano ayudado por otro que da aire al instrumento con el fuelle mientras el tercero lee la letra, o la partitura, escrita en un pequeño cantoral que sostiene en la mano izquierda. Un detalle lleno de vida: éste último no debía ser muy ducho en la lectura pues va siguiendo las líneas con el dedo.

Representación de la homilía, desde un púlpito en la que dirigían sus palabras a los fieles.

Los monasterios se habían fundado en lugares apartados, pero los conventos se construyeron en las ciudades. La orden dominica, fundada por el burgalés Domingo de Guzmán se introdujo en estas últimas, donde hizo de la predicación su principal fin. Si predicaban en los templos lo hacían siguiendo un rito que se ha mantenido casi hasta nuestros días: el religioso, llegado el momento de la homilía, se subía a un púlpito y desde él dirigía sus palabras a los fieles que habían acudido a escucharle y que seguían su discurso con atención, sentados en los bancos distribuidos por las naves del templo.

Un hortelano que cava la tierra con su escardilla.

Así pues, los predicadores, a diferencia de los regulares de órdenes monásticas que levantaban sus monasterios en lugares apartados, construyeron sus conventos en lugares poblados, junto a las gentes a las que habría de predicar, para enseñarles la palabra de Dios. El caso de Santa María la Real de Nieva es un tanto especial pues se fundó en una población que nacía al mismo tiempo que el convento. Sus frailes predicaban allá donde estuviesen, aunque tuvieran que dirigirse a un solo oyente, aquí un hortelano que cava la tierra con su escardilla.

La contabilidad de la época.

En las ciudades medievales acabó siendo costumbre que las órdenes religiosas, cumpliendo con la obra de misericordia “dar de comer al hambriento”, alimentaran públicamente a los más necesitados. Tal como aquí se ve: hacían una gran olla de comida y la repartían a los que acudían pidiéndola, con su escudilla en la mano. El humor hispano, un tanto sádico, llamó a aquella costumbre “comer la sopa boba”, expresión despreciativa que todavía no ha desaparecido. Detrás de quien reparte hay un ayudante que apunta en un libro lo que se da o el nombre de quien lo recibe. Era la contabilidad de la época.

Escena que representa las donaciones que se hacían para la construcción del convento.

¿Y de dónde sacaba el Clero, en este caso los dominicos, los medios para construir sus conventos e iglesias, vivir ellos y ayudar a los necesitados? La Nobleza, reyes y grandes señores, contribuía en el momento de la fundación. Luego eran todos los fieles quienes, con sus limosnas, les hacían ricos. A veces, por donaciones testamentarias o no, recibían tierras de labor, viñas, pastos y montes que arrendaban cobrando censos por ello. La actividad está bien representada en este capitel: Un religioso apunta en un libro el pago que, en especie, hace la mujer que lleva un cesto en el brazo -¿lleno de grano?- y una cabra.

Un pastor con sus ovejas.

Mientras los Nobles, los guerreros, asumían el papel de defensores del territorio, y el Clero rezaba, el Estado Llano, el Pueblo, sostenía a todos con su trabajo y pagando impuestos. En torno a Santa María la Real de Nieva, una de las actividades económicas más importantes era el pastoreo, aquí representado por un pastor que bien abrigado con su pellico y portando su zurrón y su palo armado con su gancho de trabar apacienta un pequeño hato de ovejas churras, inconfundibles por la lana que cubre sus cuerpos.

STA M REAL NIEVA 21

Capitel con dos escenas. Esta es tierra de excelente vino blanco, el que ahora llamamos verdejo alabado ya por Miguel de Cervantes, y a la izquierda del relieve vemos a un viñador podando una vid con el podón. Detalle ingenuo: en la cepa todavía queda un racimo del año anterior. En estos capiteles hay quien ha visto un mensario -los meses del año simbolizados en una actividad agrícola- y la poda de las vides representaría marzo, cuando se poda con la primera luna menguante. La segunda parte del capitel, en la que vemos a un caballero llevando una brazada de hierba fresca simbolizaría abril.

STA M REAL NIEVA 22

Para quienes han estudiado estos capiteles del claustro del convento dominicano de Santa María la Real de Nieva y visto en ellos la representación de un mensario, estos dos son imágenes de mayo y junio. Mayo está representado por el caballero que, coronado de flores, vive dos actividades lúdicas, llevar una gran rama, posiblemente para hacer una enramada delante de la casa de la mujer amada, y un azor del que se servía para cazar. Al mes de Junio lo representa el hombre que, con los dos pies bien afirmados en el suelo, siega con su dalle, o guadaña, las altas hierbas que han crecido en los prados.

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* Supernumerario de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce.
porunasegoviamasverde.worpress.com

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