Con motivo de haber celebrado, la pasada semana, el segundo aniversario de la muerte de Emiliano Alvarado traigo una vez más a nuestra memoria el sentido bíblico que este pintor impregnaba en sus lienzos. El más representativo a mi alcance es el que muestra la foto. Se ve en ella a un número perfecto, siete personas, dentro de un contexto eclesial, artístico, cisterciense, arcos apuntados. Es una alusión medioambiental al Monasterio de Nuestra Señora de la Sierra ubicado en los altozanos de la montaña de Collado Hermoso.

En este cuadro, pintado al óleo sobre lienzo Emiliano, como creyente bíblico, seguro que tuvo presente la profecía mesiánica de Isaías: ( 25,6 y ss)”Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de …” Las maravillosas tertulias, con los más diversos amigos, sentados a su mesa, con las siempre nobles viandas, se nos hacían añoradas durante la semana. Aquí en esta diapositiva se vislumbra la preparación de un banquete. La mesa está iniciada. Pero no terminada de instalar. Los cuencos del menaje están a punto de caerse. Necesitan otras mesas que les sustenten y así prolonguen, hasta el universo, mesas y comensales.
Qué maravillosa utopía de la humanidad deseada: Asentada ésta en el mueble más común de un banquete, la mesa. ¡Qué intuición estética la de este cuadro, propia de un pedazo de artista pictórico como Emiliano Alvarado!.
¡Qué plácidas tertulias se conseguían en su casa, con su esposa y sus hijos. Qué añoranza más bonita teníamos de volvernos a sentar a su mesa, para comunicarnos lo humano y lo divino.
Cuando doblaron las campanas en su ausencia mortal, no preguntábamos por quién doblaban. Doblaban por nosotros también. Moría su presencia física entre nosotros.
A pesar de su entrañable presencia espiritual, que percibimos, ya no es lo mismo.
Hombres como Emiliano dejan, con su muerte física, el anhelo eterno de volvernos a ver con él.
Félix Arribas