Gimnástica Segoviana y Sestao River firmaron las tablas con un resultado gafas en un partido vital por una permanencia en el que se cumplió el típico pronóstico en el que el miedo a perder se impuso al hambre por ganar para acabar dejando un empate que deja a todos contentos, pero a nadie felices. Un reparto de puntos sin goles para el equipo de Ramsés Gil que deja argumentos para ver el vaso medio lleno o medio vacío, según los ojos con los que se mire. Porque la Segoviana encadenó un mes sin reencontrarse con una última victoria ante el Real Unión que parece ya lejana, pero por otro lado, sumó su tercera jornada puntuando en forma de empates, cortó la sangría defensiva de encajar durante tres fechas consecutivas, mantuvo la imbatibilidad en La Albuera y, de paso y gracias al triunfo agónico del Amorebieta frente al Barcelona ‘B’, dijo adiós a los puestos de descenso. Todo en uno.
Sobre una mañana soleada aunque fría a partes iguales, Ramsés Gil apostó por un once con hasta cuatro novedades respecto al último duelo en Tarazona. Unas por rotación y otras por obligación. Así, el joven Oliva tomó el relevo en la portería en detrimento de un Carmona lesionado, Hugo Marcos regresó a un lateral derecho que parecía adjudicado para Juan Silva, el capitán Manu formó medular junto a Juan de la Mata y Hugo Díaz sentando a Fer Llorente y arriba Tellechea volvió a ser de la partida en vez de Borrego. El resto, lo esperado, con Abel Pascual y Sergi Molina como cerrojos acompañados por Rubén en el lateral izquierdo y Berlanga y Davo en ataque en busca del gol.
En el otro lado del ring, un Sestao, esta vez vestido de rosa, que llegaba al feudo segoviano sacando pecho tras su último triunfo sobre la Cultural Leonesa en el que Angel Viadero, que debió pensar que mejor no tocar lo que funciona, tan sólo realizó una modificación respecto al once en el Reino del León. Pizarras aparte, la puesta en escena del equipo vizcaíno sobre La Albuera no dejó lugar a la duda, fiel a su idea que tan buenos resultados lo está dando lejos de casa: práctico en defensa y dañino en las transiciones.
Así, sin quererlo ni beberlo, pero tampoco sin buscarlo, la Sego se encontró con un dominio inicial y aceptó el reto de proponer, aunque con más timidez que hambre. Sin fe. Porque ya desde el inicio se vio a un equipo gimnástico apático, con el freno de mano echado y que no fue capaz de encontrar ni el pie de Manu ni la imaginación de Hugo Díaz con los tres de arriba en una isla desierta siempre bien atada por la zaga vizcaína.
LA SEGO NO ENCUENTRA EL CAMINO
Así, sin fisuras ni espacios por las que atisbar la portería de Javi Garrido, la Sego buscó el atajo del gol por medio de una primera acción a balón parado propuesta por Tellechea que no encontró rematador, pero sí la réplica de un Sestao que cerca estuvo de tener premio. Markel se quedó en el mano a mano con Oliva, pero su disparo fue directo al cuerpo del cancerbero gimnástico. Un aviso a navegantes vasco que no hizo despertar a una Segoviana tan incómoda como prudente, estéril y que se chocaba de bruces una y otra vez frente a un plan defensivo visitante sin exposiciones ni error alguno.
Tan sólo Davo antes del descanso, en un acto de rebeldía y saliéndose de lo rutinario, puso en aprietos al Sestao en un acción de pillo, una más, ya que a punto estuvo de transformar una sutil vaselina al primer toque en una obra de arte de no ser por la gran manopla de Javi Garrido. Junto a la ocasión del gallego tan sólo un tímido disparo de Berlanga que no encontró portería fue todo el arsenal ofensivo de una Segoviana antes de un descanso al que llegó con más dudas que certezas y con la sensación de que la batalla estaba algo más a favor del Sestao.
OLIVA SUJETA AL SESTAO
Tras el reposo, las impresiones se confirmaron con un Sestao que llamó primero a la puerta del gol por medio de un disparo de Leandro, pero que se topó con el portazo de un Oliva que sostuvo a la Sego gracias a una buena mano que acabó golpeando en el larguero. Una nueva llamada ante la que Ramsés Gil, a la hora de partido, respondió agitando la coctelera dando entrada primero a Silva y Fer Llorente y acto seguido a Borrego. Pero no surtió efecto. Porque los minutos pasaban con una Sego cautelosa por no equivocarse y sin profundidad en un ataque en el que sólo Rubén desde la izquierda se escapaba de lo previsible.
Y así llegó la, prácticamente, única ocasión del equipo gimnástico de romper el resultado gafas con un centro del capitán que, tras uno de los pocos despistes de la zaga vasca, le cayó un balón muerto a Berlanga que mandó al limbo. Para entonces, el peligro ofensivo vizcaíno había dado ya una tregua comenzando a ver con buenos ojos el empate, mientras que la Sego, a diferencia de otros días, no metió una marcha más en busca de una mayor recompensa.
Así, sin arrebato final gimnástico, el duelo fue agonizando con ambos equipos firmando la paz en un reparto de puntos que acabó siendo definitivo y que deja sentimientos encontrados en la entidad gimnástica. Porque si bien es cierto que ya son cuatro jornadas domésticas sin vencer, también lo es que son tres fechas seguidas sumando, punto a punto, para decir adiós a los puestos de descenso. Cuestión de gustos y de actitud, con la teoría de la botella medio llena o medio vacía, a la que a todos le sobran motivos.
