La fiesta de La Ofrenda, en Zamarramala, es una celebración sencilla pero muy querida por los vecinos de este barrio incorporado del municipio de Segovia, al que mira con elegante altanería desde su atalaya. Organizada por los jóvenes solteros, en este caso con tres mayordomos, Fernando, Daniel y Adrián, ayer vivió su día grande, con actos tradicionales como la procesión con la Virgen del Rosario y el baile de banderas.
Este último es una característica singular de Zamarramala y ayer al mediodía lo protagonizaron los abanderados Jesús, uno de los casados de la localidad, y Adrián, uno de los mayordomos de la fiesta de este año.
Lo hicieron poco antes de la misa solemne, a la puerta de la iglesia parroquial y antes de la misa solemne a la que siguió un refresco para los vecinos. Al acto acudieron los concejales de Servicios Sociales, Sanidad y Consumo, Andrés Torquemada, y el de Tráfico, Movilidad y Seguridad Ciudadana y Economía y Hacienda, Alfonso Reguera.
La fiesta de La Ofrenda se celebra el primer fin de semana de septiembre y este año los actos programados se prolongarán hasta el martes día 6.
Se desconoce con exactitud el origen pero, desde un punto de vista religioso radica en el ofrecimiento de los frutos de la tierra, una vez transcurrido el período de la recolección de las cosechas.
Además, Zamarramala celebrarse simultáneamente la festividad de la Virgen del Rosario, aún cuando su día es el 7 de octubre y por esa razón, entre los actos religiosos, ayer por la tarde hubo una procesión con la Virgen hasta la ermita de San Roque.
COSTUMBRES
La costumbre manda que en Zamarramala el juego de banderas corra a cargo de un casado y de un soltero. Además de la Fiesta de La Ofrenda, en febrero, en la celebración en honor a Santa Águeda, el juego de banderas se realiza a la entrada del pueblo, frente al Alcázar que la leyenda dice conquistaron las mujeres de Zamarramala.
Las banderas que protagonizan esta antigua tradición son antiguas y de grandes proporciones por lo que los varones que las hacen ‘bailar’, al son de la dulzaina y el tamboril, tienen que tener cierta destreza, algo que se hereda de los familiares mayores.
Los zamarriegos, celosos de sus costumbres, aplauden cuando el abanderado ha realizado bien su función.
Además, en este rito con las banderas, los hombres del pueblo hacen gala también de las alabardas que la tradición atribuye a los moros conquistados.
