El pasado 7 de noviembre murió en Barcelona Ana María Lajusticia Bergasa a los 100 años de edad. Había nacido en Bilbao el 26 de julio de 1924.
Este artículo pretende ser un homenaje a su memoria tomando como referencia lo que expone en su primer libro publicado en 1987, titulado EL MAGNESIO del que se ha reproducido aquí la foto de la portada. El libro ha sido traducido a más de 10 idiomas, incluido el chino, En él ya expone la idea central de su larga trayectoria divulgadora: una ‘vida saludable’ está asociada a una ‘alimentación equilibrada’. Algo viejo si recordamos la máxima de Hipócrates, padre de la medicina moderna: ‘que el alimento sea tu medicina’. Ella la asumió con fuerza pues fue testigo de esta gran verdad ‘en su propio cuerpo’.

A los 23 años, en 1947, se licencia en Ciencias Químicas en Madrid (una de las primeras mujeres en lograrlo) y al año siguiente trabaja en la industria, en concreto en la minas de Osor (Gerona), como supervisora en la extracción de la fluorita. Ese trabajo le obliga a adentrarse en el mundo de la geología y adquiere conocimientos de la naturaleza de las rocas que forman la corteza y el manto terrestre y la composición y propiedades de los distintos suelos, conocimiento que resultará fundamental en los años siguientes.
A los 31 años, en 1955, nació su cuarto hijo y comienza a sentirse enferma: fuertes dolores lumbares, calambres en las piernas, taquicardias. El diagnóstico fue lordosis lumbar y artrosis generalizada progresiva e irreversible. Esto le obligó a ponerse un molesto corsé que le sujetase las vértebras. Según los especialistas debía someterse a dos operaciones para “fijar las vértebras de la cintura con un injerto del hueso de la pierna”. Pero no pudo ser intervenida. En palabras del cirujano: “no puedo operarte porque tienes el esqueleto sin vida, como el de una mujer de ochenta y siete años y no prendería el injerto…”
En esos años había dejado de trabajar en la mina y trabaja en una tienda de dietética. Lucha contra sus dolores con una fuerte medicación y como consecuencia a finales de los años 60 le diagnostican diabetes tipo 2. Sus conocimientos científicos y de dietética le llevan a reflexionar sobre su alimentación. Es mala. Toma excesos de hidratos de carbono y es deficiente en proteínas y vitamina C. Y entonces comienza a producirse el ‘milagro’. Sin darse todavía cuenta, esa nueva dieta era rica en magnesio y su estado general mejoró. A los 49 años, en 1973, se quita el corsé que había aprisionado su cuerpo casi 20 años.
Un día cae en sus manos un librito que hablaba sobre las propiedades del magnesio y su capacidad de curar los forúnculos y ella tenía la cara llena de forúnculos. Empezó a tomar cloruro de magnesio y los forúnculos desaparecieron. Y según relata en el libro “noté una mejoría general y ya no dejé de tomarlo”.
A mediados de los años 70 ya era un recuerdo lejano su artrosis, sus forúnculos y la gripe que antes no la abandonaba. Ana María tomó una firme decisión, estudiar la relación de estos hechos con la ingesta de magnesio y profundizar en el estudio de la Bioquímica y en especial el papel que juega el magnesio dentro del organismo. Ahí, en la ciencia, debería estar la respuesta.
EL DÉFICIT DE MAGNESIO EN LOS SUELOS.
EL MAGNESIO lo publica en 1979. Cuando lo escribe tiene ya 55 años. En el libro, analiza cómo ha cambiado nuestra relación con los terrenos cultivados. El abonado de la tierra durante miles de años se hacía con restos de animales y vegetales. No existía el monocultivo, ni las grandes explotaciones ganaderas. El agricultor era también ganadero. La tierra alimentaba a hombres y animales y todos los residuos volvían a la tierra y la abonaban. Los nutrientes que los vegetales cogían del suelo, pasaban a los animales o a nosotros mismos cuando nos alimentábamos de ellos. En el proceso de abonado, volvían a la tierra y aseguraban un suelo siempre fértil.
El abonado moderno, que se inició acabada la primera guerra mundial con el descubrimiento de la síntesis del amoniaco, proporciona a la tierra elementos muy necesarios para el crecimiento de las plantas como el nitrógeno, fósforo, potasio y calcio. Pero no magnesio. Y además el exceso de potasio y calcio dificulta la absorción de magnesio.
Eso y la excesiva explotación del suelo hacen que la alimentación moderna sea pobre en magnesio. El magnesio presente en las rocas (rocas dolomíticas y rocas procedentes del manto terrestre), se incorpora al suelo siempre al mismo ritmo pero las cosechas lo extraen del suelo cada vez a mayor ritmo, sin tiempo para su reposición. Como consecuencia sembramos en suelos empobrecidos en magnesio y nuestros animales de granja se alimentan de forraje deficitario en este elemento.
Y no podemos engañarnos: la clorofila que da color verde a las plantas sólo contiene el 1% del magnesio total de la planta. El magnesio de los vegetales está en frutos y semillas.
EL MAGNESIO EN EL ORGANISMO
Dedica los tres últimos capítulos del libro a analizar el papel que juega el magnesio en los seres vivos y las enfermedades asociadas a su déficit como la arterioesclerosis, la hipertensión, la trombosis, la alergia, el cáncer, la próstata, la cistitis…
En 1.987, año de publicación del libro, se conocía ya la participación activa del magnesio en procesos como regular la contracción y relajación muscular y en la transmisión de impulsos nerviosos (su déficit puede provocar espasmos y calambres). Se conocía también el mecanismo que la célula viva emplea para la síntesis de proteínas y cómo en esa síntesis participaba activamente el magnesio. Una proteína, el colágeno es la más abundante y la principal constituyente de tendones y cartílagos y también son proteínas los anticuerpos que defienden al cuerpo de los estafilococos de los forúnculos, de las bacterias y virus de las faringitis, resfriados y gripes. Así es como en la ciencia encontró la explicación de su curación.
Ana Mª Lajusticia no es una investigadora ni una científica eminente. No descubrió el magnesio como agente sanador aunque sí ha contribuido a deducir, a partir de su participación en procesos bioquímicos, su presencia obligada en una dieta equilibrada que evite en gran medida los trastornos ya descritos.
DIVULGADORA Y EMPRESARIA
Al descubrir en ella misma las bondades del magnesio en la dieta y observar a su alrededor casos muy similares al suyo, decidió dar el paso y divulgarlo. Y divulgar también la necesidad de una alimentación equilibrada como mejor camino en la prevención de enfermedades.
Un año después de escribir el libro referenciado, en 1980, crea su propia marca de complementos nutricionales con su nombre y su imagen con objeto de acercar a todo el mundo el magnesio y su idea de alimentación saludable, trabajando sin descanso en este objetivo. Con sinsabores, sobre todo al comienzo, cuando médicos nutricionistas afamados como Grande Covian la acusó de falta de rigor científico. Hasta los 98 años, hace apenas dos años, se mantuvo activa contestando correspondencia, dando conferencias y grabando vídeos.
Desde la publicación de su primer libro, se ha seguido avanzando en el conocimiento de la química de nuestro cuerpo, y de los alimentos que proporcionan una dieta sana y equilibrada. En paralelo con este conocimiento cada vez abundan más los ‘complementos alimenticios’ que tratan de compensar el déficit que nuestra alimentación tiene de determinados bioeelementos que como el magnesio deberíamos ingerir en cantidades apropiadas y que la dieta no nos aporta,c omo el cinc, el selenio…
EL MAGNESIO Y LOS COMPLEMENTOS.
Hoy la nutrición se ha asentado en la sociedad. Hay especialistas en nutrición salidos de las universidades y se comercializan complementos nutricionales ricos en vitaminas y/o minerales. Y todos (o casi todos), tienen, además, magnesio. Esto supone un reconocimiento, por una parte, al papel fundamental del magnesio, pero también una llamada de atención: los alimentos que tomamos no proceden de suelos fértiles. El problema que apuntó Ana María Lajusticia hace más de 40 años sigue ahí o se ha agravado. Los bioelementos necesarios para el buen funcionamiento del organismo (Mg, Se, Zn, Cr…), se agotan debido a la agricultura intensiva. Hay que reponerlos y sólo es posible hacerlo abonando la tierra de labor con compost, con los restos de materia orgánica que echamos a la basura.
EL COMPOST.
En mi artículo titulado ‘La importancia del reciclado de la materia orgánica’ publicado en este periódico el pasado 4 de septiembre, daba argumentos para justificar la necesidad de llevar a cabo un adecuado reciclado de la materia orgánica con el fin de obtener compost y usarlo como abono. Sería como volver a la agricultura del pasado, que ya hemos comentado. No es eso lo que se está haciendo en nuestra ciudad, como ya se comentó en el artículo citado. Y vuelvo a dirigirme a nuestro alcalde para que realice una labor didáctica primero y luego organice el reciclado de materia orgánica de manera eficaz. Es por nuestra salud.
NOTAS.
- Las bondades descritas del magnesio NO es una invitación a su consumo. Si se toma, hay que hacerlo con conocimiento o con prescripción de un especialista.
El magnesio es un metal, con propiedades parecidas al hierro o al aluminio. Un hilo de este metal arde con llama muy brillante cuando pasa corriente eléctrica y se usó como flash para iluminar objetos a fotografiar. Lo que ingerimos es el catión magnesio (Mg++), el átomo sin dos electrones, que es como está en las sales de magnesio: cloruro, carbonato, oxalato…