En Venezuela se usa la expresión “llamar a María” cuando no se vislumbra ningún remedio a un problema. El dicho proviene, parece ser, del examen oral a un jefe de estación ferroviaria a principios del siglo XX. Tras una serie de preguntas de complejidad progresiva que pretendían saber su reacción ante a una hipotética colisión frontal de dos trenes en su estación, el ferroviario acabó respondiendo exhausto: “pues mire usted, yo, si me lo ponen ustedes tan complicado, llamaría a María”. Repreguntado por quién era María y para qué la llamaría dijo que era su esposa y que le diría: “María ven corriendo para que no te pierdas este choque de trenes que va a ser algo extraordinario”. “Llamar a María” es lo único que se puede hacer ante lo que se avecina tras las elecciones presidenciales en EE UU: el derrumbe político del moralismo progresista ha permitido que un convicto y lunático como Donald Trump vuelva a ser, por segunda vez, el hombre más poderoso del mundo.
Estas elecciones provocarán otro aldabonazo a la calidad democrática de la primera potencia, la cual venía deteriorándose desde hace unas tres décadas. Tras el derrumbamiento de la URSS, EE UU no sólo no corrigió las desviaciones del sueño americano, sino que exacerbó su evasión de la realidad social y fomentó la mayor concentración de capital, desigualdad y desprotección ciudadana desde los tiempos de la edad media. Sólo queda “llamar a María” y contemplar cómo se van a ir transformando nuestras vidas sin que podamos hacer mucho para remediarlo. No será un mundo homogéneo ni armónico como fallidamente pronosticó Francis Fukuyama tras la caída del muro de Berlín, eso es lo único seguro. Dependiendo de dónde nos encontremos la situación será diferente, cada región, incluso cada grupo social evolucionará en forma distinta y de maneras que ahora resulta imposible predecir.
En España, y a pesar de la polarización artificial inducida desde arriba por el mismo gobierno, los mayores retos vendrán del contexto europeo. Trump retirará su protección militar a Europa y la dejará a expensas de sus propias defensas y de la voracidad territorial de Rusia. En un escenario así, España podría tener la tentación de descolgarse de Europa, después de todo ya fue una excepción durante 40 años con una dictadura militar y la polarización elitista podría llegar a cuajar en el pueblo con las nuevas circunstancias actuando como acelerador. Puede que Europa sea capaz de gestionar los zarpazos de Putin sin la ayuda americana, y que el “inquisidor mayor”, como ha sido nombrado oficialmente Putin por la iglesia ortodoxa rusa, se contenga ante un rival incluso más impredecible que él al otro lado del Atlántico.
Para el cartel criminal que ocupa el gobierno de Venezuela la llegada de Trump es una muy mala noticia. Rick Scott, quien tendrá una posición relevante en el nuevo gobierno republicano, ha introducido una petición en el senado para aumentar la recompensa por la captura de Maduro de 15 a 100 millones de dólares: los caza recompensas profesionales más renombrados se están frotando las manos. La dictadura ha amagado con importar mercenarios guyaneses y no entregar el gobierno el 10 de enero como está pautado, y esta amenaza por sí misma evidencia su falta de apoyo tanto interno como externo. Sólo Nicaragua ha fanfarroneado con enviar tropas si la cosa se complica en el más que previsible golpe de estado del “Presidente-pueblo” (así se hace llamar Maduro) que se quedó sin pueblo.
Las elecciones de EE UU marcarán un hito en la historia de Occidente. No se puede predecir qué va a ocurrir exactamente, pero si la izquierda no despierta y extiende la diversidad, la inclusión y la igualdad a la mayoría de los ciudadanos, a Trump le seguirán otros populistas. Mientras se reestructura un nuevo orden mundial aún desconocido, los ciudadanos occidentales podemos hacer algunas cosas. Podríamos comenzar por ser más conscientes de la responsabilidad que conlleva mantener nuestro modelo de vida europeo, conservando la democracia y abriendo oportunidades realistas para las generaciones futuras y no sólo para las minorías oprimidas. La gente de Venezuela se resignó en un momento determinado porque se vio avocada sin remedio al totalitarismo chavista, o sea, “llamaron a María”, dicho en venezolano. Sin embargo, en esta ocasión, contaron con la inmensa fortuna de que apareció una María real, una de carne y hueso, María Corina Machado, quien levantó a un país abatido, lo reunificó y lo relanzó hacia la libertad, la democracia y el reencuentro. Ojalá la perseverancia democrática de la sociedad civil venezolana, su formalidad y fe en las instituciones, se convierta en un ejemplo de comportamiento ciudadano en los cuatro próximos años de presidencia de Trump.
