Y, tras haber vivido ya muchos años, llega un día en el que la voz se quiebra, las palabras se esconden y sólo las lágrimas son capaces de escribir unas letras para dar fe de la historia. Porque esta historia, no puede ser olvidada jamás ni manipulada después. Resulta curioso el proceso de tener que asumir que ya no puedes estar donde querrías ni hacer lo que hace tan sólo unos años estarías haciendo; y te toca estar aquí, teléfono en mano, hablando con tus amigos, que están allí y te cuentan de primera mano lo que está ocurriendo realmente. “Estamos solos, Ángel. Aquí no han venido. Estamos nosotros. Lo hemos perdido todo” –me dicen. Y rompen a llorar, con el barro hasta las rodillas y sus sesenta años ya encima, tras catorce días mal comiendo de la caridad y mal durmiendo donde familiares y amigos los han acogido. No he sido capaz de escribir hasta hoy. Cada vez que me he sentado frente al ordenador para intentarlo, un sollozo punzante me lo ha impedido.
A los humanos se nos diferencia del resto de los seres vivos por nuestra mente y nuestra humanidad. Hay quienes carecen de humanidad y su mente se convierte en abyecta. Se dedican a aniquilar esta impronta tan nuestra. A la mente la manipulan y a la humanidad la entierran pero, desde las profundidades abisales donde se ha ocultado, la humanidad despierta, irrefrenablemente, en momentos como este.
Lo cierto es que, en esta ocasión, como siempre, los seres humanos lo hemos hecho todo, como hemos podido. Hemos desenterrado a nuestros muertos para que nos los quitéis y manipuléis sus cifras, estamos limpiando el barro de las calles con nuestras escobas, levantando coches con nuestras propias manos, hemos llevado comida para que nos la dejéis pudrir y ropa para que nos la tiréis a un vertedero, hemos gritado a voces para que vengáis y no habéis llegado. Bueno, tú sí has venido. Has venido a provocarnos, a denunciarnos y a detenernos.
Somos 45 millones de testigos aquí y muchos más allí. Lo hemos visto. Lo estamos viendo. Lo que habéis hecho, lo que habéis omitido; lo hemos escuchado y continuamos escuchando, lo que decís, lo que calláis, lo que mentís, lo que ocultáis, manipuláis y denunciáis. Nos habéis dejado tirados por la inhumanidad de los de más arriba y la estupidez, inoperancia y falta de decencia de los de más abajo. Aunque no construyáis antenas para que podamos comunicarnos, las levantaremos nosotros. Aunque nos quitéis internet, está grabado. Está todo bien guardado, en nuestros dispositivos, en nuestras retinas, en nuestros oídos. Eso no lo podéis evitar. Estáis utilizando nuestro ejército para vuestras historias aquí o allá y, cuando lo necesitamos, nos lo quitáis, nos lo acuarteláis, para que no se lancen a hacer lo que están deseando hacer, porque para esto se han hecho soldados.
Habéis montado un tinglado para vosotros. Nos tenéis trabajando como a mulas para estrujarnos después como a sabandijas. Todo lo que tocáis lo pudrís y lo reventáis. Y lo peor de todo es que de nuestras desgracias, siempre sacáis tajada. Los atentados de Atocha, el covid ese y ahora esto. El ser humano es generoso por naturaleza y de estas nos sacáis las tripas. Pero, como viene una tras otra, se nos olvida. Para colmo, si alguna vez llegara el día, dentro de muchos años, que se condenare a alguno por su mordida en mascarillas traficando con nuestras muertes o jugando a hacerse rico con nuestros ahogados, será indultado. Pero, que paralices fondos europeos que tienes para esta ocasión y llegues al extremo del chantaje condicionando la aprobación de ayuda a tu continuidad en el sillón, eso ya no es inhumano, es demoníaco. Antes os escondíais, disimulabais. Ahora, ni eso, porque nos estáis robando la vida poco a poco. Pero nos hemos dado cuenta de que vivir sin humanidad es estar muerto en vida.
Hoy estamos todos en el punto cero. Se trata de un punto en el espacio y el tiempo, aquí, en nuestra tierra. Vamos a nombrarlo para darlo un poco más de consistencia. Se llama Paiporta, tú lo has palpado, con ese instinto que tienen las alimañas carentes de humanidad y has huido de él, con el rabo entre las patas, como un cobarde, con la mierda en tus calzoncillos de marca. Por eso has mandado el helicóptero que no enviaste a ayudar, para detener a tres pobres indignados que no te han hecho nada y tú lo sabes. Y también sabes que Paiporta tiene un significado. Nos habéis traído hasta aquí vosotros mismos, derrumbándolo todo. No nos queda nada. Nos habéis quitado a nuestros amigos y familiares, negocios, enseres y casas. Tenemos que empezar de nuevo y vosotros no cabéis en este proyecto. Se os ha terminado el chollo. Te pilló fuera, como siempre, sobre un elefante de colores, fanfarreando mientras tu esposa hacía sus negocios a gastos pagados con nuestro dinero. Te has vuelto a ir, a Acerbaiyán, en nuestro falcon, a hablar del clima, con la tormenta que has provocado. Nosotros nos quedamos, haciendo lo que debemos y tú no sabes hacer. Quizá sea mejor que no vuelvas. Aquí, en nuestra tierra, no eres bienvenido.
En realidad, esto no es nuevo. Lo llevamos haciendo desde que somos humanos. Levantando una civilización encima de la que acabáis de derrumbar. La raza humana siempre ha vivido sobre las ruinas de sus antepasados. Las nuevas civilizaciones se construyen siempre sobre los restos de las anteriores. Pero nosotros, a diferencia de vosotros, porque somos humanos, recordamos a nuestros muertos, a nuestros dioses. Y tenemos memoria. Una memoria humana. En esta ocasión, vuestras ideologías no nos la van a manipular, porque aún no es ni siquiera memoria. Está presente, es palpable, la estamos mascando. La humanidad siempre vence, porque aunque se destruya, permanece. La inhumanidad, sin embargo, cuando desaparece, lo hace para siempre.
Desde que el ser es humano habéis actuado del mismo modo. Sois la causa de nuestro dolor. Preparáis el terreno, nos abandonáis, provocáis el caos, despertáis nuestra indignación, sacáis tajada y montáis la siguiente que será nueva causa de nuestro olvido. Pero en esta ocasión, no hay olvido, porque está Paiporta. Y aquí comienza todo de nuevo. Nosotros solos, porque a vosotros, ya os conocemos.
