Dr. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila *
Publicaba la prensa a principios del mes de octubre la sorprendente noticia de que una asociación privada denominada ‘Orden Soberana del Temple de Cristo’, ha exigido al Papa la restauración de la Orden del Temple, y la restitución de sus bienes confiscados a principios del siglo XIV. Entre esos bienes, cuentan ellos la iglesia segoviana de la Vera Cruz.
Digamos, de entrada, que la mítica Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón, vulgo Orden del Temple, fungió durante doscientos años, entre los siglos XII y XIV, y que el 22 de marzo de 1312 fue canónicamente abolida por el Papa Clemente V, a instancias del Rey de Francia. Dado que era una Orden de monjes-soldados católicos, la potestad del Papa para abolir la Orden es incuestionable. No es que fuese ‘suspendida’ como afirman estos neotemplaristas: es que fue completamente abolida y disuelta, y desde entonces dejó de existir, pasando todos sus bienes, que eran de naturaleza eclesiásticos, a otras dependencias de la Santa Romana Iglesia.
La susodicha asociación privada ‘Orden Soberana del Temple de Cristo’ es una más de las decenas -más bien, cientos- de asociaciones neotemplariastas -que no templarias- que fungen en España y por todo el orbe. El neotemplarismo surgió en la Francia napoleónica, continuó en la Bélgica de fines del XIX, y creció mucho en la Italia del siglo XX. Uno de sus principales impulsores fue el vicealmirante conde Gastone Ventura (1907-1981), que en su difundido texto “Templari e Templarismo” (1963), ya abogó por la restauración de la Orden por el Papado. Pero no creo del caso traer aquí esta historia del neotemplarismo moderno, salvo señalar que sus secuaces no están reconocidos por la Santa Madre Iglesia, que mantiene vigente la proscripción desde 1312: quiero decir, que un católico no puede ser neotemplarista.
Por tanto, no existe hoy en día ni una sola institución ni entidad que pueda decirse heredera o causahabiente de la extinguida Orden del Temple de Jerusalén, ni que pueda llamarse a ‘recuperar’ sus bienes, de los que la Iglesia dispuso en el siglo XIV porque eran suyos propios. Menos aún, una asociación que se titula ridículamente ‘Soberana’ (lo que debería haber impedido su inscripción en el Registro de Asociaciones del Ministerio del Interior, porque titularse ‘Soberana’ implica que no reconoce la Constitución ni las leyes españolas). ‘Soberana’ ¿de qué? Seamos serios.
En cuanto a la iglesita de la Vera Cruz, joya segoviana, hemos de recordar a estos neotemplaristas tan ignorantes, que jamás perteneció a la Orden del Temple. Lo de que fuese iglesia templaria es una patraña recogida por el cronista Colmenares en 1637 y difundida por los tratadistas y artistas románticos -Quadrado, Avrial, Van Halen, Amador de los Ríos y otros-, que pasaron por Segovia glosando y dibujando algunos de sus monumentos, entre ellos el templo que nos ocupa. La patraña, como tantas otras que alimentan los mitos que rodean la historia de la Orden del Temple, cuajó y tuvo difusión, y así hasta hoy, en que tantas gentes la siguen repitiendo como papagayos.
Lojendio, Cabello Lapiedra, Sancristóbal, Morales Cano y yo mismo, tenemos escrito que en realidad esta iglesia del Santo Sepulcro -que así se llamó en su origen, como declara la piedra votiva colocada sobre la puerta principal el 13 de abril del año de 1208-, que es una fiel reproducción de la del Santo Sepulcro de Jerusalén tal y como era en el siglo XII, fue edificada por la Orden del Santo Sepulcro (que no era una Orden de caballeros combatientes, sino de canónigos regulares). Prueban esa pertenencia los archivos de la colegiata sepulcrista de Toro, de la que dependía. Y cuando esa Orden decayó y fue unida a la Orden de San Juan (vulgo de Malta), allá por el 1488, pasó la Vera Cruz a esta otra Orden sanjuanista sin mayores contratiempos, hacia 1521, como consta de los archivos melitenses. La Orden de Malta la poseyó y la administró durante tres siglos mediante un comendador de Zamarramala. Hasta que, por los años de 1840, fue desamortizada e incorporada como bien del Estado, siendo declarada Monumento Nacional en 1919, por cierto, a petición del entonces obispo de Segovia.
Y así siguen estando las cosas: la Iglesia Católica nada tiene que ver con la Vera Cruz, en cuanto que es un monumento civil que pertenece en propiedad al Estado español, al que los neotemplaristas nada pueden pedir ni reclamar. Y punto.
Otra cosa es que, por iniciativa de nuestro gran paisano el Marqués de Lozoya, entonces director general de Bellas Artes, el Ministerio de Educación Nacional, al que estaba adscrita la propiedad y administración del edificio de la Vera Cruz, por orden ministerial de 11 de mayo de 1949, haya cedido el mero usufructo ‘pro tempore’ del templo a la Soberana y Militar Orden de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, para reanudar en ella el culto y las funciones religiosas para las que fue edificada por los piadosos sepulcristas. Y es esta Orden, que ciertamente sí que es Soberana -como reconocen más de un centenar de países con los que mantiene relaciones diplomáticas, entre ellos España- la que desde entonces administra con prudencia el culto del templo segoviano.
Así que, de ignorancia, de falsedades históricas, de pretensiones infundadas y de neotemplarismo en Segovia, pues cuanto menos mejor.
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* Marqués de la Floresta. C. de la Real Academia de la Historia en Segovia.

