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La iglesia de la Asunción, de Valseca, cumple 275 años

por Álvaro Pinela
10 de noviembre de 2024
en Provincia de Segovia
La primera piedra de la construcción de la iglesia de la Asunción, la colocó el Obispo, Diego García.

La primera piedra de la construcción de la iglesia de la Asunción, la colocó el Obispo, Diego García.

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Fotos: Álvaro Pinela.

Este año 2024 se cumplen 275 años de la construcción de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Valseca (1749-2024). El Obispo de Segovia, Diego García Medrano, fue el encargado de colocar la primera piedra en la cimentación del templo el 9 de mayo de 1749, pese a que las obras comenzaron en marzo, con la asistencia al acto de la mayor parte de la población, según recoge el acta parroquial, y la presencia de los alcaldes pedáneos, Antonio Asenjo y Alonso Hernangómez; y los regidores, Juan Manrique y José Callejo. La inscripción en el libro de fábrica reza así: “Poner la primera Piedra Guardando las Zeremonias de el Ritual Romano en los cimientos de la dicha Nueva Fábrica”. La nueva iglesia se viene a construir en un momento de esplendor económico para la parroquia, al configurar esta, una de las más ricas de la Diócesis de Segovia, merced a su propiedad y bonanza agrícola, como así lo atestiguan los censos de sus diezmos y propiedades.

La nueva iglesia de la Asunción, patrona de la localidad, viene a sustituir a otro templo situado en el mismo lugar. Una iglesia más pequeña que se supone de estilo románico, en consonancia con las que proliferaban en los municipios cercanos de este estilo. Muchas fueron las inversiones realizadas por la parroquia y la población para sostener los muchos problemas del viejo templo románico, sin llegar a afianzar definitivamente su conjunto. Por este motivo, y teniendo presente las circunstancias de fortaleza económica, se decide construir un nuevo templo, de un estilo totalmente distinto.

Para la traza y ejecución de la misma, nada más y nada menos que se cuenta con el maestro de Obra, Domingo Díaz Gamones (1703-1776), uno de los referentes arquitectónicos del momento. “La iglesia de Valseca, es el resultado de dos etapas que marcan dos momentos esenciales en el devenir de los Díaz Gamones. El proyecto se le encarga a Domingo cuando todavía no se ha puesto en contacto directo con las obras reales (Palacio de Riofrío y Palacio de la Granja), siendo después nombrado Ayudante, por su hijo José, en la obra de Riofrío”, explica la historiadora segoviana, María Jesús Callejo, en su discurso “Aires nuevos en una provincia castellana. La Corte y Segovia”.

Con la iglesia de Valseca, emprende su proyecto Barroco dieciochesco en la provincia, un estilo de carácter europeo que impacta por sus trazados, luz y artesonados. De forma paralela, su hijo José Díaz Gamones, se hace cargo de la tercera fase de construcción del Palacio de Riofrío, y el padre, es cuando pasa a desempeñar también en este Real Sitio las labores de ayudante de obra, como aparejador.

¿Y cómo afecta este hecho a la proyección de la iglesia de Valseca?. Nos lo desvela la historiadora María Jesús Callejo en la pronunciación de su discurso de ingreso en la Academia de Historia y Arte de San Quirce del curso 2005-2006: “Este hecho supuso la introducción de novedosos elementos en la iglesia de Valseca, como las cornisas de piedra en medio bocel y nacela, jambas y dinteles de piedra; también algunas formas decorativas del interior -inspiradas en el patio del palacio de Riofrío-, así como los revocos imitando arquitecturas en algunas ventanas, etc.”, detalla. La nueve iglesia de Valseca, causa impresión dentro del elenco de construcciones en la provincia hasta ese momento.

Sobre la llegada de Gamones a Valseca, podría coincidir con la relación parental de sus descendientes en la vecina localidad de Roda de Eresma, al formar matrimonio un miembro de los Gamones con la joven de Roda, Inés Arribas, pues en esos momentos dicha parroquia pertenecía a la de Valseca.

La nueva nave que se realiza en piedra caliza, queda incluida en el perímetro de piedra que acogía el cementerio exterior, en el que permaneció la llamada Cruz de los Mozos (1668). La construcción se realiza en dos fases, la primera, de 1749 a 1751, y consistió en ejecutar la capilla mayor, el crucero y las sacristías, con esta primera consolidación, se realizó una inauguración para las fiestas de San Isidro el 15 de mayo. En esta fase ya queda plasmada la elegancia y esbeltez del templo, en forma de planta de cruz latina, cubierta con bóveda sobre pechinas en el crucero, rematado con cimborrio. Para sufragar esta gran obra, no sólo se invirtió dinero de la parroquia a través de los diezmos y censos, sino que hubo muchas donaciones del vecindario. El presupuesto de esta primera fase alcanzó los 113. 648 Reales.

Y siete años más tarde, entre la población se plantea el debate de que una gran construcción bien merecía una bonita torre. Los vecinos se reúnen en la Casa del Concejo y deciden llevar el objetivo a cabo, lo que supuso un esfuerzo para todos. De esta manera se inicia la segunda fase, la más extensa, que abarcó de 1758 a 1765, en la que se realizó la parte más complicada, formada por la elegante torre, la tribuna y el bautisterio, quedando la entrada principal, formada por un pequeño atrio de tres puertas en la parte inferior, mientras que en la fachada norte, una pequeña puerta daba acceso por un lado del crucero. Este pequeño acceso quedó condenado en el año 1817, al abrirse una nueva puerta más acorde al estilo y en la parte central, por un importe de 8.223 reales. ¿El motivo?, que la entrada principal suponía un rodeo, y la nueva puerta que se rompió, daba acceso directo desde la población.

Para abordar la segunda fase se decidió imponer a la población los denominados rediezmos, con los que sufragar los costes, éstos abarcaban a todos los sectores de la población, no sólo a las contribuciones agrícolas y de bienes. La implicación fue total, no sólo participaron las personas hacendadas, los labradores pagarían un cuartillo (cuarta parte de un Real), y también quedó grabada a arrieros con labranza, oficios sin ella, jornaleros, viudas y pastores. Con todo ello, el presupuesto de la segunda fase se establece en 40.000 reales aportado del censo; 28.914 reales de rediezmo aportado por los vecinos, y otros 20.000 reales de un último censo. El presupuesto de la segunda fase fue similar al de la primera, en un total de 113.374 Reales. En el año 1772 se acabó de pagar el referido censo para satisfacción de los vecinos.

El altar Mayor, un ornamento espectacular.
El altar Mayor, un ornamento espectacular.

El retablo mayor
Toda gran obra cuenta con un gran monumento. El retablo Mayor neoclásico fue el ornamento más espectacular para coronar el interior de esta hermosa nave católica. En el año 1782 el arquitecto natural de Peñafiel, Manuel García Sánchez, fue el encargado de cumplir dicho objetivo. El encargo no sólo abarcaba el retablo Mayor, también los colaterales, todo ello acordado bajo un presupuesto de 21.000 Reales.

En el mismo contrato, el constructor, se compromete con el sacerdote, Jerónimo Órtiz, a ejecutar el mismo, “con toda pexfezión (…), realizada por Meestxos del mismo axte, y de ciencia y conciencia”. Lo convenido con la iglesia de Valseca, exige que en el zócalo se dejen huecos para colocar las medallas de los doce apóstoles; que se decore con seis columnas y cuatro arcos para cerrar su techumbre, y a la vez, se coloquen en las intercolumnas a San Juan y a San Isidro, así como las medallas de Santa Isabel y Santa María de la Cabeza”. Todos estos elementos del retablo mayor de la iglesia anterior.

El clero, también exigió, que en la construcción del mismo, se empleara madera seca de Soria de la mejor calidad. Una de las cosas que llama la atención en esos momentos, es que se permitiera realizar el retablo en madera, ya que una orden de Carlos III de 25 de noviembre de 1777, prohibía realizar ornamentos en madera, debido a los incendios que se originaban en las iglesias, la mayor parte de las veces por el encendido de las velas. Los retablos fueron completados con estucos y dorados.

También se exigió la colocación en los retablos colaterales de las imágenes de: Santa Bárbara, Santa Águeda, San Gerónimo, San Antonio de Padua, San Francisco de Sales y Vicente Ferrer; así como Santa Catalina, San Pedro, la Purísima Concepción, Santiago y Nuestra Señora del Rosario, cuyo orden después de los años se ha ido modificando en algún caso. Curiosamente, las imágenes de San Vicente Ferrer y San Antonio de Padua, fueron esculpidas por Manuel García Sánchez. La virgen del Rosario tenía una especial advocación en la población, situada en la parte central de uno de los retablos colaterales, pese a no ser la patrona, en los siglos XVII-XVIII, era una de las principales fiestas del pueblo. Según nos recuerda una investigación de la historiadora, Fuencisla Álvarez, “se celebraba con danza de palos, enramadas a los mayordomos, una gran multitud y devoción”. Bajo su percepción, la fiesta del Rosario fue perdiendo protagonismo a raíz de la construcción de la nueva iglesia de la Asunción.

En la provincia de Segovia, el estilo neoclásico y barroco quedó reflejado en otras iglesias como la de Trescasas o la ermita de Moral de Ornuez. Y cerca de Valseca, hay otra iglesia de trazos muy similares a la de la Asunción, la iglesia de Yanguas de Eresma, también dedicada a Nuestra Señora de la Asunción y construida en el año 1780. La historiadora, Fuencisla San Félix, en su libro “José de Villanueva y la parroquial de Yanguas de Eresma (1988)”, dedica en sus páginas un gran interés por la iglesia de Valseca, dada la similitud con la de Yanguas. En la edición, plantea el interrogante de si el maestro José de Villanueva, podría haber participado en la ejecución del templo de Valseca. Una teoría que años más tarde se vio desmontada, por la investigación llevada a cabo por el historiador, Teodoro García, en su libro “Valseca de Boones (1992)”.

A lo largo de la historia, también han sido muchas las donaciones a la iglesia que han ido aumentando su patrimonio eclesiástico. De manera especial a finales del siglo XIX, Doña Engracia Pérez, viuda del Doctor Pedro González Velasco, el personaje más ilustre nacido en la localidad, dona a la parroquia por expreso deseo un altar pintado en blanco con las imágenes de San Pedro, el Niño Jesús y San Roque, que mandó construir al carpintero de Valseca, Teodoro Úbeda. El altar permaneció al culto hasta pasada la primera mitad del siglo XX en el ala izquierdo de la iglesia, siendo después trasladado a la sacristía; hasta hace un año, que por deseo del párroco local, Helber Haza, con la colaboración voluntaria de un grupo de vecinos volvió a situar el retablo próximo a la entrada al templo, colocando en el mismo, la nueva imagen de la patrona, la Virgen de la Asunción, esculpida por José Luis Parés en 1993. La viuda del doctor Velasco además donó el óleo del Bautismo de Jesús, que permanece junto a la pila bautismal; así como otros cuadros más situados en la sacristía: un lienzo sin marco que representa el Ecce homo y otro de San Pedro orando. También regaló un niño Jesús pequeño que fue colocado en el centro del altar Mayor.

A la amplía relación de bellas imágenes y esculturas, en el año 1919, se unió una nueva entronización, con la bendición de la nueva imagen del Sagrado Corazón de Jesús por parte del Obispo de Segovia, Remigio Gandásegui, a quien para la ocasión, se le hizo un gran recibimiento por parte del vecindario dándole la bienvenida con arcos decorados y atributos religiosos, siendo sacerdote Don Leandro García. La última imagen bendecida fue la nueva imagen de la patrona, la Virgen de la Asunción en 1993, que procesiona en las fiestas, una talla esculpida por el vecino José Luis Parés, que fue bendecida por el párroco Isidro Marazuela, en la celebración de su festividad.

La iglesia de Valseca también ha sido además del centro católico bautismal para todos los hijos del pueblo, y ceremonial para la despedida espiritual; templo de acogida para los muchos sacerdotes salidos de su cuna, en su altar han celebrado Misa Nueva, muchos hijos del pueblo. Por citar algunos, en abril de 1902, hace misa nueva, el presbítero, Norberto Salamanca Arranz; en el mes de junio del año 1920, celebra su misa nueva, el presbítero, Jesús del Real Callejo y en el mes de septiembre del mismo año lo hace, Gerardo González Luengo.

“El Bautismo”, óleo donado por el Doctor Velasco.
“El Bautismo”, óleo donado por el Doctor Velasco.

EL PASO DEL TIEMPO, UN CLARO ENEMIGO
La iglesia de la Asunción es toda una referencia del estudio segoviano del barroco neoclásico, por ello desde el municipio y desde la propia administración provincial, se debería haber tramitado desde hace tiempo como normativa de protección su declaración como BIC (Bien de Interés Cultural).

La estructura del templo, hoy 275 años después tiene serias deficiencias estructurales. En primer lugar, la bonita torre con cimborrio, está siendo sometida al desgaste y fisura de su piedra caliza. En estos momentos, un cordón perimetral anuncia que no se puede pasar por el límite inferior de la torre, al haberse producido durante estos últimos meses y años desprendimientos de consideración, tales como cornisas, bolas de adorno o cinturones de piedra, que para satisfacción no han ocasionado daños personales, produciendo en la techumbre algunas goteras. Pese que a principios del año 2001 el templo se benefició de la renovación de la cubierta a través del convenio Junta-Diputación y Ayuntamientos, el tejado ha sufrido importantes goteras en las sacristías, y la última en uno de los cruceros. También el paño de la antigua fachada principal está sufriendo la erosión, y el daño originado por las palomas con su asentamiento en las oquedades de la piedra. La cigüeña, que permanece ya prácticamente todo el año, con el peso de su nido, y sus excrementos, genera afecciones sobre la piedra, y retenciones en el canal de los bloques del perímetro de la base de piedra caliza de la torre, donde nacen numerosas hierbas que retienen el agua y fisuran la misma.

Eterno repique y mirada
La mirada siempre se alza ante la belleza. Tanto valle, extensa llanura, infinitos caminos y cordeles vertebran su mirada. Desde los ojos que son sus cuatro campanas orientadas al norte, al sur, este y oeste nos ve y vislumbra de manera recíproca. Nos emociona su mirada. Nuestras abuelas se referían a ella como “una pequeña catedral”. Durante cerca de tres siglos ha sido nuestro testigo, nuestros ojos, el aviso convertido en sentimiento, nuestro faro y referencia. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción con esa fina belleza que es su torre, ha sido la orientación del valsequeño, el reencuentro con la parte más íntima, el alma guiado del pueblo desde cualquier punto del término municipal.

Su figura, es la que pinta el paisaje ante nuestros ojos con postales y panorámicas que no se desgastan. Y su torre y el sonido de sus campanas son las que nos han proporcionado el aviso que unas veces emocionan y otras te enorgullecen. Ese repique de sus campanas que te penetran el alma y deja sujeto, te para el momento. A la memoria me viene la secuencia de la faena de la era, con montones de grano y trilla, y los labriegos cernidos por el calor del verano, o los pastores y otras gentes dispersas por el campo, a los que el toque lento de las campanas les avivaba el gesto por el sonido fúnebre, alzando todos al unísono la tez para mostrar los respetos desplegando de su testa con sus manos los sombreros, gorras y boinas en señal de respeto. Otras veces, se la mostraba reverencia y respeto ante el inicio de la intensa tarea diaria desde cualquier sitio. Porque las campanas marcan sonido y seguido silencio.

La torre, siempre ha sido un atalaya y fuente de información al vecindario. Tanto es así que hace un siglo ostentó el reloj del pueblo, su mecanismo velado por el relojero de silla, guiaba nuestros instantes. Vislumbrar su altura, suponía hasta predecir el tiempo, la lluvia, la tormenta, hasta cómo venía el tiempo por la sierra o como apuntaba el Norte, la expresión popular que se forjo fue aquella de “huy cómo viene por la torre…”. Es punto de partida de celebraciones, funerales, de alerta a deshoras por el fuego, de solidaridad vecinal para la limpieza interior del templo ante la llegada de fiestas y momentos; la salida emocionante de nuestro patrón San Isidro y de nuestra patrona, la virgen de la Asunción; el de la Novena de San Antonio, o el de la salida de sus mayordomos. Tampoco todo es sonoridad, es el silencio que proporciona, ceremonioso, tenue. Porque las iglesias crean silencio. Además de pasos sonoros sobre sus oficios.

Desde la torre, en el siglo XX, además se dio custodia nocturna al Día de Todos los Santos, quedando el vecindario a oscuras, con el toque fúnebre que la familia de los Farrucos, desde el alto del campanario, hacían llegar, apostados allí toda la noche. Las campanas a veces hasta suenan solas, el aire las lanza su presión y estas también tienen su voz caprichosa. Ver la iglesia desde la panorámica de la Rosca, o su perfil desde la Vereda del Casar, y el doble paralelismo de su torre con la de la Catedral de Segovia desde el camino de la Cantera, son placeres que te da el paisaje y el arte. Nunca quiero perder su mirada.

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