Volvía la Copa del Rey, esa competición en la que magia y los sueños se entrelazan y en la que la Segoviana hacía acto de presencia en Cáceres en una cita inédita pues, por primera vez en su historia, partía en una eliminatoria copera como el equipo de mayor categoría. Enfrente, un viejo conocido y siempre exigente como era el Cacereño, ilustre rival durante los últimos años y que, hace dos ediciones coperas, cumplió el ansiado sueño de los modestos de citarse con todo un gigante como un Real Madrid que, en los dieciseisavos de final, sudó tinta china para tumbarlo.
Así, la Segoviana se presentó sobre una noche lluviosa en el Príncipe Felipe en busca de ahogar las penas de la última derrota liguera y de reconciliarse con una competición siempre especial, pero que el año pasado le dio la espalda de la forma más cruel posible tras caer en la fatídica prórroga frente al Sestao River. Ante sí, nueva vida, nueva oportunidad. Y, para ello, Ramsés Gil , con el Barcelona Atlétic en la cabeza (visita La Albuera este mismo sábado), apostó por un mix en un once en el que repartió cargas, pues cinco fueron los titulares que repitieron once respecto a Vigo: Abel, Sergi Molina, Gabriel, Fer Llorente y Tellechea. Las grandes novedades, la oportunidad en portería para Oliva, las suplencias de Davo y Berlanga por si la cosa se ponía fea, la ausencia en la convocatoria de Juan de la Mata por sanción dada su tarjeta roja el curso pasado en el choque copero y el regreso a la misma de un añorado Rubén Yubero.
EL CACEREÑO GOLPEA PRIMERO
Presentaciones hechas y, tras el respetuoso minuto de silencio por las terribles inundaciones en la provincia de Valencia, el estado del césped se erigió como el principal protagonista con un escenario encharcado que llevó a Cacereño y Segoviana desde los primeros compases al fútbol directo. Todo empuje, nada de circulación de pelota. Una fórmula tan obligada como antigua en la que las pizarras pasaban a segundo plano y las acciones a balón parado cobraban aún más importancia. Y por ese atajo encontró oro el equipo extremeño. Porque sin cumplirse el minuto diez de partido, Deco recogió un balón en el balcón del área a la salida de un córner que, junto a un resbalón inoportuno de Borrego, le brindó todo el tiempo del mundo para sacar el periscopio y mandarla a guardar sobre la portería de Oliva. 1-0.
Un jarro de agua fría para un equipo azulgrana, esta vez vestido de rosa que, a contracorriente, le tocó bajarse al barro. Con un medio del campo invisible dadas las condiciones del campo y como si de un partido de rugby se tratase, la Sego aceptó el trato de la batalla aérea y comenzó a ganar terreno transformando faltas desde cualquier parte en campo contrario en situaciones de peligro sobre la portería de Izan. Así, el equipo de Ramsés Gil cerca estuvo de darle de su propia medicina a un Cacereño que, tras el gol, replegó filas. En una falta lateral, Borrego en el segundo palo devolvió la pelota al corazón del área para que un Sergi Molina, con todo a favor, perdonase al equipo local mandándola arriba. Un aviso al que le siguió antes del descanso un disparo desde la frontal de Fernán que se marchó por encima del larguero en otra de las pocas acciones potables en las que la Segoviana cerca estuvo de encontrar petróleo.
Tras el paso por vestuarios, la lluvia menguó y Ramsés Gil optó por sacar la artillería pesada dando entrada a Berlanga y Davo por Fernán y Borrego. Un cambio de cromos que, junto a una lluvia que menguó y permitió la práctica del fútbol, dio alas a una Sego que salió mandona, más viva y que tuvo en las botas de Manu el empate, pero el disparo del capitán tuvo el mismo final que el de Fernán minutos antes. Un nuevo llamado que llevó a reaccionar a un Cacereño práctico que, casi sin buscarlo, cerca estuvo de sentenciar a la Sego hasta en dos ocasiones, primero con un error defensivo de Abel Pascual que no aprovechó Pepe Bernal en el mano a mano con Oliva y después con una mala salida del meta gimnástico que Carrillo perdonó a puerta vacía.
La vida extra abrió a los ojos a la Segoviana que, con más corazón que fútbol y el reloj en contra, en un acto de rebeldía dio un paso al frente, volvió a ganar metros y a punto estuvo de tener premio. Berlanga desde el punto de penalti en una prolongación tras un saque de banda se encontró con una pelota a la que la faltó colmillo por parte del ‘7’ para llevar al equipo gimnástico al empate.
¡OH CAPITÁN, MI CAPITÁN!
Los minutos pasaban mientras Ramsés Gil quemó naves dando entrada a Rubén y Astray en lugar de Gabriel y Tellechea en un intercambio de golpes constante que, acto seguido a la ocasión gimnástica, Christian, en el mano a mano con Oliva, no mandó a la lona a la Sego. Y con la eterna premisa de quien perdona la paga y sabedor de que el sueño copero se esfumaba, apareció como otras tantas veces la figura del eterno capitán para mantener viva la ilusión. A cinco minutos para el final, un centro de Manu no encontró rematador pero sí fue suficiente para despistar a Izan y hacer el silencio en el Príncipe Felipe con el tanto del empate.
El gol hizo entrar en depresión a un Cacereño que se veía con pie y medio en la segunda ronda frente a una Segoviana que olió sangre y se lanzó a tumba abierta en busca de un segundo tanto con el que certificar el pase y ahorrarse la prórroga, pero el larguero repelió un remate de Abel Pascual con el tiempo ya cumplido y no pudo evitar llevar la eliminatoria a la prórroga.
En el tiempo extra y como si de un dejavú se tratase, la Copa del Rey volvió a ser cruel a más no poder con la Sego. En el mismo minuto de la prórroga que el año pasado ante el Sestao River (min.99), un penalti cometido por Sergi Molina se encargó Christian de transformar desde el punto fatídico engañando a Oliva para dar la diana definitiva y billete para la segunda ronda de Copa del Rey al Cacereño. Así, una edición más, el equipo de Ramsés Gil, que murió de pie en busca de forzar sin éxito los penaltis, sigue sin superar su pasado y dijo adiós a las primeras de cambio al sueño copero.
