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31 de octubre, San Alfonso Rodríguez

por Manuel Fernández Fernández
29 de octubre de 2024
en Tribuna
MANUEL FERNANDEZ FERNANDEZ 1
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No creo que en el padrón del Cielo haya santos de primera, segunda o regional, que todos, por sus relevantes diversas virtudes personales, merecen formar parte del séquito de Dios, sin necesidad de más privilegio. Sin embargo los segovianos sí parecemos tener mayor conocimiento y querencia a los hermanos eremitas Frutos, Valentín y Engracia, que a Alfonso (o Alonso) Rodríguez, ‘el santo portero de Dios’, ‘santo de lo cotidiano’, pues basta salir a la calle y preguntar ¿conoces el nombre de algún santo segoviano? para comprobar que mientras mayoría citan, con nota alta, a Frutos, y, con aprobado pelado, a sus dos hermanos, y los celebran cada 25 de este mismo mes de octubre, con fiesta local con brillante programa. En la provincia se celebra la romería y la marcha por el ‘Camino de San Frutos’, 80 kilómetros, desde la Catedral segoviana a la ermita en Carrascal del Río.

San Alfonso, en cambio, es un ilustre ‘cuasi’ desconocido, cuya festividad se celebra cada 31 de octubre. Aunque hace siete años sí se celebró con brillantes actos y plurales eventos el ‘cuarto centenario’ de su muerte; diríamos que la población media no progresa adecuadamente en conocimiento del santo, segoviano de pura cepa, nacido junto al Acueducto, en la Plaza de Día Sanz, romántica plazuela dedicada a este capitán quiñonero segoviano, frente al ‘Instituto de Enseñanza Media y Técnico’ de toda la vida…

Cierto es que Segovia dedica al santo Alfonso una calle en su barrio, mantiene un premio con su nombre para la persona más destacada en su colaboración con la Iglesia diocesana, a la que se entrega una metopa en forma de llamador, denominada ‘aldaba de San Alfonso Rodríguez’, que este año lo recibirá el devoto olombradeño Abel Pecharromán, y que desde 1997 la iglesia parroquial de El Sotillo está dedicada a este singular segoviano al que el barrio celebra sus fiestas patronales.Es cierto también que hubo una cooperativa de consumo llamada San Alfonso Rodríguez, y que una breve iconografía dedicada al santo se ubica en la citada parroquia, en la iglesia jesuítica del Seminario y en el santuario de la Fuencisla, completando esta modesta colección un pequeño cuadro anónimo del XVII conservado en el Museo Rodera Robles que representa al santo orando ante la Virgen, con rosario entre sus manos, y el cuadro ‘La visión de San Alfonso Rodríguez’ en la iglesia del seminario. Representación iconográfica sensiblemente menos prolífica que la de los hermanos eremitas del desierto del Duratón. La portada catedralicia presenta la imagen pétrea de Frutos y, a ambos lados, nichos para Valentín y Engracia que nunca los ocuparon. En el retablo del Altar Mayor están las imágenes de los tres santos hermanos y del obispo San Geroteo que nos trajo la imagen de nuestra patrona la Virgen de la Fuencisla. No está San Alfonso.

Los restos de San Frutos permanecen en la catedral y sus hermanos en Caballar, los del santo Alonso descansan en Montesión de Mallorca.

Pues, a modo de popular pregón, para conocimiento y provecho de quienes esto leyeren, hago saber que San Alfonso Rodríguez, nació en Segovia el 25 de julio del capicúa año 1551, en el barrio de El Salvador, siendo bautizado en la segoviana parroquia de San Justo. Segundo de once hermanos, siete varones y cuatro mujeres, hijo del segoviano rico mercader en lanas Diego Rodríguez y de María Gómez, junto al emblemático Acueducto, en esquinera casa de la recoleta Plazuela de Día Sanz, en cuya fachada figura una urna con su imagen, frente al Instituto de Enseñanza Media y Técnico, hoy I.E.S. ‘Mariano Quintanilla’, la segoviana academia de Artillería y el mismísimo Acueducto emblema de la ciudad.

Cursó primeros estudios en Alcalá de Henares; fallecido el padre, hubo de regresar a Segovia y asumir el negocio con sólo 23 años; a los 26 casó con María Suárez, y tuvo tres hijos, pero, fallecidos tempranamente esposa e hijos, decidió tomar la vida monástica a los 39 años.

Por su frágil salud, larga edad y cortos estudios teológico- humanísticos, no pudo ingresar en la orden jesuítica, pero sí entrar como hermano lego, “si no podemos admitirle como sacerdote, recibámosle como santo”, breve tiempo en Valencia y definitivo en Mallorca, en el recién creado colegio de “Ntrª. Srª. de Monte Sión”, donde permaneció 32 años hasta su fallecimiento, el 31 de octubre de 1617, besando su crucifijo y diciendo “Jesús, Jesús, Jesús”, en Mallorca, siendo enterrado en la iglesia de Montesión, en neoclásico sarcófago de mármol.

Destacó por su sencillez, obediencia y devoción a la Virgen y a los santos. Tal era el grado de obediencia, que un superior en cierta ocasión le dijo “obedeces a lo asno”…Cada vez que sonaba la campana de portería respondía “ya voy, Señor”, porque decía que “a Jesús, que se disfraza de prójimo, nunca le podemos tratar con aspereza o mala educación”, y, como simpática anécdota, se cuenta que un día, llevándole la comida le dijeron que el superior había mandado que se comiera todo el plato, y vieron cómo, irónico que no simple, trituró el plato y se disponía a comerlo hecho polvo…
Pidió a Dios sufrir en esta vida todos los daños del infierno antes que cometer un solo pecado.

Acercándose su muerte, el enfermero le preguntó por su estado, y Alfonso le respondió “He dormido un cuarto de hora, y me pesa porque ese tiempo he dejado de padecer”.
Declarado venerable en 1626, Mallorca lo eligió patrón de la isla. Retrasada su beatificación, por la expulsión de la orden en España en 1773, es beatificado por León XIII el 25 de mayo de 1825, y canonizado por el mismo Papa el 15 de enero de 1888.

Conocido como “el santo portero de Dios”, no obstante su breve formación académica, tuvo fama de amplios conocimientos y buen criterio, dio sabios consejos y dirección espiritual, fue maestro de San Pedro Claver, y se le atribuyen varios milagros, entre ellos la sanación de varias personas en la peste de Palma de Mallorca, y quedar ileso un albañil que caía de muy alto andamio…
Ahora que el paciente lector ha leído estas líneas podrá celebrar este mes de octubre (25 y 31) con mayor conocimiento y consecuente devoción a sus santos paisanos Frutos, Valentín, Engracia … y Alfonso Rodríguez.

Que estos santos paisanos intercedan por nosotros, menos virtuosos, para que con “el santo bueno y fiel, rogando sin cesar, consigamos bienes eternos de la infinita bondad” y con el “santo portero de Dios” acostumbremos a decir “ya voy, Señor”, y nunca más tratemos al prójimo, con aspereza o mala educación.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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