El público amante de la literatura, y a quienes no les importa hacerla compatible con el mundo de la escena vivieron una nueva experiencia de carácter cultural con su participación e implicación activa en el Taller de Lectura Dramatizada que organizó y patrocinó la Fundación Caja Cega / Cajaviva de Fuentepelayo, una actividad que se englobó dentro del marco de la programación de su tradicional ciclo literario.
Como ponente experto en la materia se contó con la dirección de Sergio Artero dada su condición de escritor y actor, además de licenciado en interpretación y director teatral. Hay que reseñar que Artero es la cabeza visible de la compañía teatral ‘Saltatium’, además de estar embarcado en diferentes proyectos relacionados con la dramatización. La especialización de Sergio Artero en teatro gestual le convierte por mérito propio como un auténtico profesional en actividades como la que presentó en Fuentepelayo.
El taller se llevó a cabo en la Biblioteca Pública que la propia Fundación Caja Cega tiene en el municipio segoviano de Fuentepelayo al servicio de los pueblos de la comarca. Este taller surge como iniciativa del Club de Lectura de la Biblioteca de la propia Fundación que dirige Nati Torrego.
Concurrieron a esta cita literaria y escenográfica un buen número de personas adultas procedentes de distintas localidades de la zona, quienes disfrutaron de una sesión fundamentada en la capacidad de desarrollo y en la recreación artística de todos/as los participantes.
El punto álgido del desarrollo de la sesión correspondió con los instantes finales, cuando salieron a relucir las facultades innatas de los asistentes a la jornada literaria y escénica. Se hicieron prácticas lectoras dramatizadas sobre la obra ‘El flaco y el gordo’, del escritor cubano Virgilio Piñera. Por su parte, también hubo tiempo para hacer una incursión en el teatro contemporáneo a través de la lectura de la obra teatral ‘After sun’, del argentino Rodrigo García.
Acabó el taller con la frase pronunciada por Sergio Artero: “Haberos quedado en casa, capullos”. No se trataba de un desplante o provocación del director del taller; tampoco era una falta de respeto al auditorio. Ni muchísimo menos, conociendo los modales de educación y caballerosidad del director teatral. Sencillamente era una invitación a los asistentes para que leyeran una obra teatral de Rodrigo García con dicho título. Es una obra que critica la deshumanización de un mundo que predica la bondad.
