El 19 de abril de 1995 salí de casa antes de las 8 de la mañana para dirigirme al Congreso. Puse la radio del coche como siempre, y al cabo de un rato avanzan la noticia de que ha habido un atentado en Madrid. Enseguida dicen que parece que el objetivo ha sido Aznar, y casi inmediatamente lo confirman. Pasé un rato muy nervioso y enormemente preocupado, y no se me pasó la desazón hasta que momentos después dijeron que estaba bien.
Entonces recordé que el secretario general, Paco Cacos, se había empeñado en cambiar el coche de Aznar por otro con un blindaje mucho mayor, a lo que Aznar se negaba por el coste que suponía. Pero Cascos, que tenía buena información, dijo que él no quería pasar a la historia como el responsable de la muerte de su presidente y que por tanto iba a comprar ese coche. Así lo hizo y todos debemos agradecerle que así fuera porque impidió que matasen a Aznar. También quizá sea conveniente recordar aquí que en aquella época éramos muchos los españoles que teníamos que mirar debajo del coche antes de salir, cambiar los recorridos y seguir las directrices que nos marcaban las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
El caso es que cuando legué al Congreso, como es fácilmente comprensible, no se hablaba de otra cosa y era un hervidero de corrillos; no obstante, cada uno nos fuimos a cumplir con nuestras obligaciones. Al acabar la comisión que me correspondía aquel día, me encontré con Jesús Posada en los pasillos y me dijo que deberíamos acercarnos al hospital a verle. Salimos del Congreso, cogimos un taxi y nos fuimos al Ruber de Juan Bravo que es donde habían llevado a Aznar. El hospital estaba totalmente acordonado por la policía nacional y tuvimos que acreditarnos para poder pasar. Entramos y allí nos encontramos con Rogelio Baón y Juan Carlos Guerra Zunzunégui, dos buenos amigos que por desgracia ya no están con nosotros. Evidentemente no nos dejaron ver a Aznar pero sí salió amablemente Ana Botella para hablar con nosotros. Al preguntar cómo estaba José Mari, nos respondió que estaba bien porque no es un hombre fácil de intimidar y además, “como pondría la misma cara si se le quemara la cocina como si le tocara la lotería”, en estos momentos se mantenía impertérrito. Nos hizo gracia aquella contestación, que por cierto definía bastante bien la forma de ser de José María Aznar.
Al acabar la conversación con Ana Botella, nos volvimos al Congreso porque había pleno por la tarde y seguimos con nuestra actividad normal. Pero fue un día muy duro y mis recuerdos son de gran tensión y preocupación. El atentado mostró claramente el peligro que veían los etarras ante la posibilidad de que Aznar ganara las siguientes elecciones, porque ya conocían su férrea voluntad de acabar con el terrorismo sin condiciones ni concesiones, como demostró cuando llegó al gobierno.
Por eso Aznar ha estallado y ha hecho unas duras declaraciones sobre el pacto de Sánchez con Bildu. Y entiendo que todo el mundo considerará absolutamente comprensible que como político, como español y como víctima del terrorismo, se manifieste con toda crudeza y considere un “encanallamiento moral” lo que el Gobierno está dispuesto a pactar con los representantes de Bildu, y que además, sean los representantes del antiguo terrorismo de ETA los que vayan a decidir sobre la seguridad ciudadana en España.
Y todo por seguir en el gobierno. Increíble, lamentable, triste y desolador.
