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Augusto Prego: “La apertura de Gibraltar le permitió crecer hasta ser el tercer PIB per cápita del mundo”

por Mercedes Temboury
20 de octubre de 2024
en Segovia
Augusto Prego.

Augusto Prego.

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Es Vd. maestro de Historia y Geografía, y promotor de la Asociación Cartagena, Ciudad de los Submarinos, en homenaje a Isaac Peral y siente una pasión particular por su ciudad de adopción. Es experto en la situación de Gibraltar. Cuéntenos:

—¿Cómo empezó su actividad de análisis sobre la situación de Gibraltar?
—Eso lo tengo claro. A raíz de los conflictos sobre las aguas españolas en torno a Gibraltar que se iniciaron con toda su virulencia en 2009. He intentado colaborar informando en Internet sobre lo que iba aconteciendo.

—¿Qué sucedió en 1713? ¿Por qué España aceptó la cesión de Gibraltar al Reino Unido? ¿Lo hizo con algún otro territorio suyo?
—Utrecht fue un tratado desigual, que Reino Unido y Francia impusieron a España a cambio de aceptar la dinastía que la mayoría de los españoles apoyaban, los Borbones. Eso fue aprovechado por los ingleses para amputar de territorio español dos posesiones; Menorca a Aragón, Gibraltar a Castilla. Menorca pudo ser recuperada en 1782, Gibraltar, en eso estamos.

—¿Qué dice Naciones Unidas sobre la situación de Gibraltar?
—En 1946 la ONU reclamó a las potencias que declararan sus territorios, y Gibraltar fue incluida en la lista de colonias británicas. En 1960 se inició el proceso de descolonización, y desde 1964 el Comité de Descolonización resolvió sobre ello: estamos ante un caso de integridad territorial rota (la española), y Gibraltar debe regresar a soberanía española tras unas negociaciones entre España y Reino Unido que respeten los intereses de los habitantes de Gibraltar.

—¿En qué ocasiones se cerró la verja? ¿Qué efecto tuvo sobre la población gibraltareña?
—El Tratado de Utrecht dejó claro que la Verja estaría permanentemente cerrada. Pero con motivo de la Guerra de Independencia las defensas españolas fueron dinamitadas por la guarnición inglesa, y desde entonces los ingleses tuvieron libre acceso al Campo de Gibraltar. Eso causó una explosión del contrabando, de intervención desde Gibraltar en los asuntos políticos españoles, y de uso sin restricciones del capital laboral de la comarca.
Esa situación se mantuvo hasta 1910, momento en el que los propios ingleses levantaron en medio del territorio español del Istmo una verja, una puerta con cuerpo de guardia armado, y empezaron a controlar los accesos al Peñón.
Ese abuso se mantuvo hasta que, en 1969, ante el bloqueo por parte de Londres de cualquier negociación con España sobre descolonización de Gibraltar, el gobierno de Franco cerró de nuevo el acceso, aprovechando, paradójicamente, la existencia de la Verja inglesa. Se mantuvo hasta 1982, cuando el gobierno de González decidió reabrirla con vistas a la entrada en la CEE. Para Gibraltar la apertura fue una bendición, que le permitió crecer hasta convertirse en el 3er PIB per cápita del mundo.

—¿Son los gibraltareños ciudadanos de pleno derecho de Reino Unido?

—No. De hecho, hasta 1964 ni siquiera tenían derecho de ciudadanía, y como les ocurrió a las chagosianos, en 1940 fueron expulsados del Peñón en nombre de los intereses militares británicos. Los gibraltareños regresaron, pero no tuvieron nada parecido a una ciudadanía hasta que en 1960 los británicos necesitaron contar con un “pueblo gibraltareño” al que acudir para defender un “derecho de autodeterminación” favorable a sus intereses.
A raíz de eso hubo una ciudadanía gibraltareña, un referéndum, y unas instituciones representativas que se hicieron cargo de las competencias que a los británicos no les interesaba administrar. En los años 80 se aceptó un pasaporte británico colonial para los habitantes de Gibraltar, que hoy en día se mantiene. Los gibraltareños no votan en las elecciones británicas, y sólo participaban como británicos en las elecciones relacionadas con la Unión Europea.
Hoy hay una población con un cuarto de apellidos ingleses (muchos de ellos descendientes de matrimonios mixtos entre ingleses y españolas), un cuarto de apellidos españoles, un cuarto de apellidos italianos, y el resto una mezcla de portugueses, judíos sefardíes, hindúes y marroquíes. De ellos, al menos tres cuartos de hispanohablantes de llanito (no hay italohablantes en Gibraltar)

—¿Es Gibraltar un foco de lavado de dinero y de contrabando?

—Lo fue a gran escala. Desde hace 15 años la presión desde Bruselas, las investigaciones periodísticas, y la vigilancia de la Agencia Tributaria, ha restringido mucho ese papel. Gibraltar ha firmado acuerdos de intercambio de información fiscal.
Sin embargo, el bajo nivel de fiscalidad, la ausencia de IVA, y la presencia de grandes bufetes de abogados fiscalistas y societarios con muy profundas conexiones con las Islas Vírgenes, Caymán, Panamá o Bahamas obliga a mantener una vigilancia muy intensa.

—¿Qué sucedió con el aeropuerto, abierto hace unos años, ahora cerrado?
—El aeropuerto tiene dos maldiciones de base: es un aeropuerto militar en activo, y está construido en territorio español ocupado unilateralmente por los británicos a principios del siglo XX. A partir de ahí, todo lo que se intente construir sobre su actividad está condenado al fracaso. Hasta principios del siglo XXI fue restringido a un uso militar, y a rutas con Inglaterra.
Con Moratinos, en medio de sus desmañados intentos de llegar a un modus vivendi con Gibraltar, de lo que se aprovecharon británicos y gibraltareños para obtener ventajas, se intentó llegar a un acuerdo que chocó frontalmente con la negativa de Gibraltar de aceptar ningún tipo de control español, siquiera compartido.
Se intentó abrir una ruta directa con Madrid, pero terminó por volverse a la situación de finales del siglo XX. Con la negociación del tratado aduanero España ha vuelto a la carga, pero de nuevo se enfrenta con la negativa gibraltareña a ceder brizna alguna de control a las autoridades españolas.

—¿Cómo están evolucionando las negociaciones entre España y el Reino Unido tras el Brexit en relación con Gibraltar?
—Desde 2017 se tomaron las decisiones de desligar a Gibraltar de las negociaciones del Brexit, y de no incluir temas de soberanía. Los irlandeses no lo hicieron, y han logrado, con el apoyo sin reservas de la Unión Europea, una posición en la que Irlanda del Norte está más próxima que nunca a Irlanda, y el proceso para la reunificación de la isla está más cerca del final.
Es posible que hubiera un elemento de chantaje por parte de los británicos a cuenta del proceso catalán, y la amenaza velada de apoyarlo desde Londres. Reino Unido ha aprovechado la situación para bloquear las negociaciones durante más de tres años, jugando con la idea que la buena voluntad española que permite el acceso de los gibraltareños a través de la Verja se pudiera mantener en una “provisionalidad permanente”, y Gibraltar siguiera disfrutando de los beneficios de estar en Europa sin sus inconvenientes.
Parece que esa provisionalidad se ha acabado, y el plazo que tiene Reino Unido para aceptar las condiciones de la Comisión Europea (control aduanero español en Gibraltar y equilibrio fiscal entre Gibraltar y España) se ha reducido. Gibraltar se enfrenta, a corto plazo, a quedarse fuera del ámbito europeo definitivamente.

—¿Está Gibraltar ocupando aguas territoriales españolas?
—Gibraltar están ganando territorio a costa de aguas territoriales españolas. Y eso es así desde hace 200 años, primero al ampliar el puerto en la bahía de Algeciras, luego al construir el aeropuerto, y hace 10 años al extender los rellenos en torno al aeropuerto en la zona de Poniente. Ese crecimiento afecta a la costa de Levante del Peñón.
España tiene muy claro que las aguas en torno al Peñón no fueron cedidas en Utrecht, y que eso se dijo específicamente al explicitar que la cesión se hizo “sin jurisdicción territorial alguna”. Durante el siglo XIX y gran parte del XX el poder británico les permitió actuar a placer, pero en el XXI España no puede permitir que Gibraltar siga creciendo a costa de espacio soberano español.
El proyecto Eastside es un proceso paralelo a lo que fue la Verja de 1910: el comienzo de un nuevo proceso de ampliación del dominio británico en territorio español. España debe reaccionar ante eso.

—¿Qué empresas están construyendo ampliaciones de Gibraltar en el mar?
—En Gibraltar no hay ni albañiles, ni materiales de construcción, ni empresas constructoras. Para ellos es imprescindible que sean empresas españolas las que se hagan cargo de esa labor. Y los promotores y financieros gibraltareños y británicos se valen de ellas en dos ámbitos.
Por un lado, tienen a su disposición una fuerza laboral, un capital y una capacidad técnica muy accesible y profesional. Por otro, son capaces de “enredar” los intereses de esas empresas en apoyo de sus propias necesidades. Ya ocurrió en el istmo con el túnel bajo el aeropuerto, que fue encargado a OHL en 2008, y que concluyó con importantes pérdidas para la empresa tras un azaroso litigio. En el caso de los rellenos de Eastside se repite la historia. Las empresas que van a realizar el proyecto no son exactamente españolas, son filiales de empresas españolas.
Tenemos Roverpol, filial polaca de la multinacional española Grupo Rover, o la gibraltareña MacMillan Ltd, filial del Grupo Sotoval. Podemos sospechar así una práctica por la que proyectos susceptibles de causar un conflicto serio con España, por su impacto en la soberanía o en el medioambiente, se encargan a empresas de matriz española creyendo que serán capaces de influir social y mediáticamente para que esos proyectos pasen desapercibidos o con un impacto matizado. Pero desde el punto de vista español estamos ante un impacto en la soberanía y el medioambiente español que debería tener unas consecuencias administrativas, civiles y, por qué no decirlo, penales.

—El propio Campo de Gibraltar asume la dependencia y los alcaldes del campo rechazan soluciones de control y de reforzamiento de la frontera ¿Cómo resolver eso?
—Esa es una de las consecuencias más crueles, y que más daño provoca a España, del hecho colonial en Gibraltar. La colonización del hinterland en torno a la colonia, parasitado fiscal, social, laboral y políticamente por Gibraltar. Gibraltar obtiene enormes beneficios.
Una gran masa laboral que asegura su actividad económica (el 50% de los trabajadores en Gibraltar viven en España), le permite desligarse de sus obligaciones sociales (en Gibraltar la mayor parte de los derechos sociales están ligados a la residencia, por lo tanto los españoles que trabajan en Gibraltar no pueden pedir subsidios, ayudas, o escolarizar a sus hijos allí), Gibraltar obtiene una renta fiscal de los trabajadores españoles, en forma de Income Tax y Social Insurance, que es gastado en Gibraltar para los gibraltareños. Gibraltar paga unas pensiones indignas, inferiores a nuestras pensiones no contributivas, a trabajadores que han cotizado décadas.
En resumen, Gibraltar obtiene un enorme beneficio a costa de los trabajadores españoles, y se contenta con autodenominarse la “2ª empresa de Andalucía”. Incluso se habla despectivamente de “poner el plato en la mesa” a los españoles. Y uno se pregunta, ¿Es que ese trabajo no beneficia a empresarios y economía gibraltareña? ¿Sobreviviría Gibraltar sin esos trabajadores? Lo peliagudo aquí es que se ha creado una tupida red de intereses cruzados, que ha terminado por crear una imagen de dependencia del Campo de Gibraltar respecto a Gibraltar. Y eso es falso.
El Campo de Gibraltar es una de las grandes zonas industriales de España, y Algeciras uno de los grandes puertos europeos. De hecho, sólo La Línea tiene, como suburbio de Gibraltar, una dependencia estrecha. En el resto de la comarca, lo que hay es un interés cruzado entre el centro financiero de Gibraltar y muchas empresas y sociedades españolas, que viven cómodas en una relación de dependencia mutua que saca beneficios de la parasitación fiscal, laboral y social del Campo de Gibraltar. ¿La solución? Probemos a meter a la Agencia Tributaria a plena potencia en ese mundo. Claro que, como pasa con el tráfico de drogas en esa zona, a veces parece que las autoridades nacionales no tienen un especial interés en que nada cambie.

—¿Qué está sucediendo ahora mismo con el archipiélago de Chagos? ¿Estaba entre los 17 territorios del mundo pendientes de descolonización?
—Chagos es un archipiélago sin población. Todos sus habitantes fueron deportados a la fuerza, y enviados a Mauricio, Madagascar y Reino Unido en aras de los intereses militares de Reino Unido y EE.UU. No hay por tanto un proceso de descolonización de unas islas deshabitadas, y nunca estuvo en la lista de territorios no autónomos de la ONU, sino una reclamación de los deportados para que se les permitiera el regreso, y del gobierno de Mauricio para que se integrara esas islas en su territorio.
Un laudo del tribunal de La Haya impuso que se escucharan esas reclamaciones, y el Reino Unido, presionado por EE.UU., preocupado por la expansión china, tuvo que aceptar. Lo que importa desde el punto de vista español es que la legalidad internacional ha dejado claro de nuevo que la descolonización puede acabar con la reintegración de una integridad territorial rota, y que no es imperativo, como única opción de descolonización, la autodeterminación de los habitantes en el territorio cuando hablamos de una población implantada. Y ese es el caso de Gibraltar.

—¿Permitiría EEUU que España tuviera el control total del estrecho con Gibraltar y Ceuta?
—Bueno, EE.UU. permitió que Egipto controlara el canal de Suez, y Panamá el de Panamá, puntos tan delicados como Gibraltar. La clave es saber si EE.UU. tiene confianza en España como para permitirle ‘defender’ Gibraltar para Occidente. Es obvio que se siente cómodo con el control británico, pero también que cualquier crisis le podría empujar a moverse en otra dirección.
El gran problema, a mi juicio, es que termine enredándose en un viejo modelo diplomático, y animar a tres estados (España, Reino Unido y Marruecos) a enfrentarse entre sí y a buscar el apoyo estadounidense para sostenerse. Y eso es algo con lo que España debe saber jugar.

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