Los gobiernos de España y Venezuela vuelven a coincidir en una política inusitada: están intentando, por razones y medios diversos, normalizar algo execrable como es el terrorismo.
En España, la revalorización de los “crímenes razonados” (así llamaba Albert Camus al terrorismo) es solapada y como consecuencia de que el presidente del Gobierno ha elegido a EH Bildu como su socio más fiable. Es importante señalar que si bien EH Bildu es un partido democrático es heredero de la banda terrorista ETA, y niega que sea terrorista a pesar de que de sus 7.000 víctimas el 95% lo han sido en democracia y no en dictadura. La triquiñuela legislativa en marcha que permitirá a los etarras no arrepentidos reducir el cumplimiento de sus penas es un hito en la normalización del terrorismo en España. En Venezuela, el gobierno ejerce el terror directamente: bajo la acusación formal de terrorismo de estado, el régimen de Maduro adelanta la Navidad con la esperanza de normalizar sus dantescas razias y encubrir la suspensión de hecho de las garantías constitucionales, tras cometer un fraude electoral histórico y monumental el 28J.
Los dos casos, el de España y Venezuela, son procesos de normalización del terrorismo en el peor sentido: no plantean superarlo sino institucionalizarlo. Superar el terrorismo implicaría reconocer los errores cometidos en el pasado y hacer propósito de enmienda. En la llamada madre patria, la normalización del terrorismo es un daño colateral por la falta de escrúpulos del presidente Sánchez; en Venezuela, el terrorismo tiene un propósito ideológico preciso: doblegar al pueblo que ha votado masivamente para que Maduro se vaya. En ambos casos, en la versión durmiente (española) y en la hiperactiva (venezolana), el terrorismo intimida desde las instituciones a la sociedad.
Sin un modelo consensuado de lo que significa la izquierda hoy, socialistas abducidos, marxistas trasnochados, nacionalistas orgullosos, separatistas intransigentes y simples delincuentes oportunistas estrujan al unísono la democracia en nombre de un mundo ideal para los suyos si son políticos: “toda la ciudadanía vasca y navarra” en el caso de Bildu, y “el pueblo” para Maduro, aunque en realidad es una noción de pueblo abstracto que excluye a la inmensa mayoría de los venezolanos. En el caso de los delincuentes comunes, ellos y ellas van como siempre a la suya.
El terrorismo se quiere presentar ahora como democrático aprovechando el totum revolutum buenista. Pero el terrorismo, desde su nacimiento en Rusia a finales del siglo XIX, se alimenta exclusivamente del deseo de venganza y sin ese componente resulta absurdo y hasta ridículo: ver a un iracundo Jorge Rodríguez invocando a un pueblo que lo detesta desde su asamblea de pacotilla es patético. Según León Trotsky, ídolo de chavistas, castristas y abertzales por igual, el terrorismo individual no sirve, tiene que ser colectivo para ser efectivo, porque sólo aprovechando la rabia y el deseo de venganza de las masas proletarias se puede destruir el sistema capitalista. Los delincuentes sólo se aprovechan de la confusión, no tienen ideología.
En el presente en Venezuela lo que prima es la reconciliación, a pesar de la violencia oficial. En la campaña electoral, María Corina Machado tuvo que desplazarse en coche, en moto, en barca y a pie porque las líneas aéreas tenían prohibido venderle un billete de avión. La gente se le pudo acercar y hacerle sus peticiones: “Traiga de vuelta a mis padres que se tuvieron que ir, devuélvame a mis hijos, a mis padres” le rogaban en todos los rincones del país. Por el contrario, en estos momentos, los funcionarios subalternos de los cuerpos represivos del estado venezolano usan pasamontañas para ocultar su identidad cuando están de cara al público, incluso en las prisiones, esto es muy significativo.
¿Qué va a pasar en España tras el indulto de tapadillo al terrorismo? ¿se querrán abrazar las victimas con los excarcelados con trampa? Chávez y Maduro, junto a la madre del terrorismo latinoamericano, Cuba, han montado el paraíso del diablo que ahora se desmorona en Venezuela: el terrorismo no florece si no hay odio que gestionar. Tampoco en España lo tiene fácil el terrorismo para normalizarse, ya que aquí “la polarización es inducida desde arriba” (Felipe González) por un “estratega duro y despiadado” (The Economist) que “lo que quería era simplemente robar” (Martínez-Almeida). Lo que sí puede comprobarse ahora mismo, tanto en España como en Venezuela, es que cuando el terrorismo merodea por las instituciones el aire de la calle se va haciendo cada vez más denso e irrespirable: huele a azufre.