Como en botica, en modos y propósitos de viajar hay de todo y variado, y la nómina puede hacerse tan ilimitada como viajeros haya; vemos reconocidos el turismo de sol y playa, el de montaña, el deportivo, el cultural, el astronómico, el de aventura, el rural, el de salud…, y el religioso, que, nunca mejor dicha la mención «gracias a Dios», va in crescendo, diríamos que se está poniendo de moda.
También ocurre que, como en los vehículos híbridos, cada una de estas modalidades participa de varias de las otras intenciones del viajero. El caso más evidente de esta mescolanza son los que de diversas formas romeros, palmeros o peregrinos siguen rutas a algún lugar sacro, que al mayoritario propósito religioso, añaden el afán cultural, deportivo, sociológico…
Es el caso que la Diócesis segoviana programa puntualmente interesantísimos y preciosos viajes del, lógicamente, «turismo religioso».
Habiendo participado de alguno de éstos, concretamente Tierra Santa, Turquía y Grecia, puedo decir y digo, que llenando satisfactoriamente la vivencia religiosa, auténtica catequesis «in situ» por los lugares que pisó Jesús en el «Vía Crucis» de su pasión, muerte y resurrección, o los parajes en que el Paulo perseguidor de los cristianos, convertido en el San Pablo evangelizador y mártir de su defensa, y donde escribió las bíblicas «Cartas» a corintios, efesios, filipenses, tesalonicenses…, ha habido tiempos de cultura saboreando los inicios griego y romano de nuestra civilización, visitas, compras, juegos de mesa, tertulias, baños…Y aquí quiero destacar la agradable convivencia entre diversas culturas y distintas religiones o diferentes matices de mismas creencias y doctrinas, y, mucho, la singular convivencia y amistad de todo el grupo, a la que parecía aludir el cántico de alguna celebración: “Juntos como hermanos…”.
También reseñar la categoría real de las cuatro estrellas de los hoteles, la asistencia continua de guía y la puntualidad de cada acto.
Aprovecho, pidiendo disculpas por citarles, pero es de bien nacidos ser agradecidos, para agradecer a Dios tal gracia, y a D. Ángel García Revilla sus enciclopédicas enseñanzas y reflexiones, al Dr. Carlos Sanz Moreno su completo y precioso reportaje fotográfico, al padre Alfonso, aragonés que se añadió, en Madrid, a la comitiva, que con su envidiable carácter se adueñó del afecto de todos, y al resto de la expedición que en todo el viaje ha propiciado la más agradable convivencia, quedando más que como viajeros como un grupo de amigos.
Además del, por supuesto, interés religioso, hemos disfrutado del universo cultural que estas rutas guardan, su historia, actualidad económica, educativa, sanitaria, régimen político…, disfrutado su típica gastronomía, viajado su transporte urbano, autobús y metro…
Hemos paseado el Areópago y el Partenón de Atenas, el Museo Arqueológico de Corinto, y admirado el curioso Canal de esta ciudad, que une el Golfo de Corinto con el mar Egeo, y separa el Peloponeso del resto de Grecia; la homérica Micenas, el Museo de Delfos con su famoso “Auriga”, el monumento al Rey Leónidas de Esparta, de la Batalla de las Termópilas (puertas, o manantiales, calientes) en la que el soldado Fidípides, con su armadura y todo, corrió 42,195 Kms para comunicar a los arcontes que habían vencido, y de esta gesta nació la carrera de fondo así llamada “maratón”; ascendido a los Monasterios Bizantinos ortodoxos de los siglos IX al XII, de Mateora (significa “suspendido en el aire”), auténticos nidos religiosos enclavados en las cimas de enormes bloque monolíticos a 300 m (alguno 550) de altura, vivido las hazañas de Filipo II, Alejandro Magno y su inseparable amigo el caballo Bucéfalo…
En resumen una gozada compendio de un viaje religioso, saturado de cultura, actividades y vivencias de todo tipo.
Esperando volver a coincidir en nuevos proyectos, un abrazo para todos.
