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Claves y enigmas del asesinato de Cristina

por Benito Carrero/Agencias /El Adelantado
13 de octubre de 2024
en Segovia
El acusado en el juicio.

El acusado en el juicio.

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Son las 18,40 de un viernes15 de enero de 2021. Todavía no es noche cerrada, aún hay algo de claridad en el exterior.

Los vecinos de Porzomillo, una parroquia que pertenece al municipio de Cea-Cesuras, provincia de A Coruña, oyen unos gritos de mujer pidiendo ayuda que proceden de un chalet cercano. La casa forma parte de un núcleo rural salpicado de viviendas aisladas unas de otras.

Un hombre que vive a unos cien metros sale al camino para dirigirse a la casa de donde proceden esos gritos a tiempo de ver a un individuo grueso, vestido con ropa oscura, un chaleco fluorescente y un gorro, intentando escapar trepando por la alambrada; al no poder trepar el hombre se dirige al portalón de entrada a la finca, lo fuerza, y escapa. El tipo cojea.

Desde las ventanas de la casa situada enfrente, otra vecina y su marido ven cómo Cristina, la propietaria del chalet, corre hacia la puerta de casa y la cierra, mientras un hombre la persigue. Después, ven al hombre que se ha encaramado al tejado del garaje. La vecina llama a Cristina, a quien en esos momentos no alcanza a ver, y esta le contesta pidiendo auxilio. Después oyen un ruido fuerte y seco. Coinciden en la descripción del asaltante con el del otro vecino.

Los testigos ven como el hombre se aleja corriendo por un camino que sale de la parte trasera de la vivienda que no tiene salida. El grupo de vecinos no duda en entrar en el chalet alertados por la escena que acaban de contemplar y allí encuentran el cuerpo de Cristina, inmóvil y rodeado de sangre.

Reaccionan e instantes después uno de ellos avisa al 112. Transcurre poco tiempo y se presenta en el lugar la Guardia Civil.

Marido de Cristina.
Marido de Cristina.

ENTRE ZARZAS
Lo primero que hacen los agentes, después de llamar a los servicios de emergencia y comprobar que Cristina está muerta, es buscar al hombre huido siguiendo las indicaciones ofrecidas por los vecinos. Tardan unos diez minutos en localizarlo escondido entre matorrales y zarzas. El hombre se excusa: “salí a pasear y me torcí un pie, Estoy esperando para reponerme”. Cuando los agentes le dicen que a unos metros hay un cadáver, el de Cristina, y si tiene algo que ver con ello, el tipo sufre un amago de infarto. Hay que reanimar al sospechoso y llamar a una ambulancia. El hombre es ingresado en el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña, ya detenido y custodiado.

Se trata de Alberto S., vecino de Culleredo, de 51 años, camionero, casado y con tres hijos. Tiene antecedentes penales por un delito de robo con violencia e intimidación por el que fue condenado en 2002.

PRIMERA CONFESIÓN
El juez instructor toma la primera declaración de Alberto tres días después desde su cama del hospital, por videoconferencia.

El hombre hace un relato de lo sucedido al magistrado bastante rocambolesco. Cuenta que, necesitado de comprar droga, tras encontrarse casualmente con un amigo brasileño, al que no identifica, deciden ambos entrar a robar en una casa elegida al azar.

Creyendo que en la casa no hay nadie, al ser visto por la propietaria de la vivienda, la persigue para que no avise a la policía. Poco después ella desaparece de su vista y oye el sonido de un disparo. Había sido su compinche el que había disparado a la mujer. Este último le hace entrega del arma para que la guarde e intercambia con él la camiseta que llevaba Alberto por la sudadera del otro.

Las investigaciones de la policía científica, sin embargo, desmienten su versión.

Son varias las pruebas que le acusan. Además de los testimonios de los vecinos que lo identifican como el asaltante que vieron perseguir a Cristina, los únicos rastros encontrados por toda la casa son suyos, las fibras encontradas sobre el cuerpo de la mujer pertenecen a la ropa que él llevaba y se hallaron restos de pólvora en el chaleco fluorescente.

Entre todo este conjunto de pruebas que le acusan hay una bolsa misteriosa, encontrada semienterrada por los agentes al día siguiente cerca de donde Alberto se había escondido y a la que los agentes no encuentran explicación. Se trata de una bolsa plástica de color azul que contiene una pistola -la pistola empleada para disparar a Cristina y que presenta únicamente el ADN de Alberto- el chaleco fluorescente que llevaba puesto con manchas de sangre, una larga cadena, unas esposas, unos candados, un cinturón de cuero y dos cargadores. ¿Por qué alguien que va a robar lleva unos objetos tan inusuales? Alberto no lo aclarará nunca a los investigadores, pero estos se forman una teoría que nunca se ha podido confirmar.

Objetos que contenía la bolsa.
Objetos que contenía la bolsa.

OTROS DERROTEROS
No transcurre mucho tiempo cuando la investigación toma otros derroteros. Analizan el pasado de Alberto y encuentran un nexo entre los propietarios de la casa asaltada y el presunto “ladrón”: sabía perfectamente a quién pertenecía, quiénes vivían allí. Se trataba de Pablo, su mujer Cristina y el hijo de ambos de dos años.

Pablo era jefe de la mujer de Alberto, Sandra, en una empresa de transportes, y con ella había mantenido pocos años atrás una relación más de flirteo que propiamente amorosa. Alberto se había enterado de esa relación cuando accedió al móvil de su mujer y pudo leer mensajes comprometidos.

Sandra se dirigía a Pablo de manera inequívoca: “Las ganas que tengo de ti no son pocas”. En otro de los mensajes Sandra asegura que otro compañero de trabajo “Me entró, pero de forma animal” para encelar a Pablo: “Me entró dos veces y de ti todavía estoy esperando la primera. Si hoy estuviéramos solos tú y yo tendrías que hacerme los mismo”.

Por su parte, Pablo le escribe en un momento de la relación: “Me jode mucho que Alberto se haya quedado sin trabajo justo después de que se enterase de lo nuestro”.

Pablo decide cortar con Sandra “porque yo no quería ni que mi familia se destrozara ni que se destrozara la de ella”, comentará más tarde durante la instrucción del caso.

El rendimiento laboral de Sandra comienza a deteriorarse y ello obliga a Pablo a mandar un parte a la empresa sobre la actitud de la mujer. La relación termina de mala manera, con una denuncia de Sandra contra Pablo de acoso laboral.

Cuando Alberto se entera del supuesto “lío” de su mujer con su jefe, llama por teléfono a Cristina para informarle de lo que está sucediendo; “Se lo dije para que no fuese la tontita”, argumentaría después. Cristina, al enterarse del flirteo de su marido con Sandra, lo echa de casa, pero luego lo deja volver por el niño.

Reconstrucción del crimen con el acusado.
Reconstrucción del crimen con el acusado.

HECHOS PROBADOS
Aquella tarde del 15 de enero Cristina se encontraba sola en la casa puesto que Pablo aún no había regresado del trabajo y el niño estaba con los abuelos. Estaba convaleciente de una operación en una pierna sufrida en esa misma semana y estaba con una baja de su trabajo como auxiliar de la empresa de Axuda no Fogar, contratada por el Ayuntamiento.

Permanecía en el salón descansando con la televisión encendida cuando oyó algo afuera y salió a la puerta de la vivienda. Pudo ver a un hombre que llevaba un chaleco reflectante, un gorro y una especie de braga que le ocultaba parcialmente el rostro e iba armado con una pistola.

La mujer se metió en casa rápidamente y cerró. Alberto rompió el cristal de la puerta con una piedra para acceder al interior.

Cristina subió con la lógica dificultad las escaleras de acceso al piso de arriba con Alberto persiguiéndola, entró en el baño y descendió al tejado del garaje a través de la ventana. Allí, desde una altura de tres metros, se lanzó al suelo y cayó ante el portalón de entrada. Quedó tendida, lesionada con esguinces en ambos tobillos por efecto de la caída e inerme; Alberto la siguió lanzándose también desde el tejado. Pese a que en el choque contra el suelo se había roto el calcáneo, se acercó cojeando y se arrojó sobre el cuerpo de la mujer, le apoyó el cañón del arma en la nuca y disparó. La bala quedó alojada en el cráneo de la mujer. Cristina murió en el acto. Tenía 33 años. Fue la víctima inocente de una historia en la que ella no había tenido arte ni parte.

PRISIÓN
En la huida del lugar del crimen Alberto se había producido algunas lesiones aparte de la rotura del pie: abrasiones en las manos fruto del forcejeo para abrir el portalón de cierre de la finca y una herida punzo contusa en el muslo izquierdo al intentar trepar por un cierre metálico. Su estancia en el hospital se demoró uno cuantos días hasta la recuperación de su infarto y de la operación que hubo que practicarle por las lesiones sufridas tras su huida.

Cuando fue dado de alta, el juez instructor dictó auto de prisión provisional comunicada y sin fianza e ingresó en la cárcel de Teixeira.

El juicio se fijó para principios del mes de noviembre de 2023. Las acusaciones pedían entre veintinueve años de prisión, la Fiscalía, y prisión permanente revisable o, subsidiariamente, treinta y dos años y medio la acusación particular por los delitos de asesinato, allanamiento de morada y tenencia ilícita de armas.

La defensa, por su parte, calificó los hechos como un delito de robo con violencia y/o intimidación en casa habitada en grado de tentativa, concurriendo la circunstancia modificativa de la responsabilidad criminal de drogodependencia.

Vivienda de la víctima.
Vivienda de la víctima.

ASESINATO CON ALEVOSÍA
A lo largo de los siete días que duró el juicio, las acusaciones fueron desmontando uno a uno los argumentos esgrimidos por el acusado en su descargo durante toda la instrucción.

En primer lugar no había rastro alguno del acompañante, alias el “Millonario”, que según sus declaraciones había sido el autor del asesinato de Cristina. No había huellas de otra persona, salvo las suyas, en el escenario del crimen y, en los registros policiales no aparecía nadie con tal nombre ya que en las bases de datos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado se registran no solo nombres sino también alias.

El intercambio de ropa que según Alberto habían realizado al escapar de la casa no resultaba creíble. ¿Qué sentido tenía aceptar el intercambio de unas prendas que contenían rastros acusatorios de ADN y pólvora?

En la pistola encontrada en su poder, que había pertenecido a un policía retirado y había sido modificada y por tanto su uso estaba terminantemente prohibido, se habían encontrado únicamente sus huellas.

Por último, el alegato del abogado de la defensa sobre la toxicomanía como circunstancia atenuante en el caso de su defendido no prosperó al quedar probado que sí había sido consumidor de sustancias estupefacientes, heroína y cocaína, pero en las fechas en que se habían producido los hechos estaba en tratamiento de desintoxicación en un centro de A Coruña y presentaba una evolución favorable. El mismo día 15 de enero de 2021 había realizado un control de orina y había dado negativo en heroína y cocaína, de manera que no quedaba acreditado que padeciera una adicción tan grave que le impidiera autocontrolar su conducta.

El veredicto del jurado fue de culpabilidad de los delitos de asesinato con alevosía y de allanamiento de morada: 25 años; tenencia ilícita de armas: 2 años. Además pago de costas e indemnizaciones por responsabilidad civil por un total de cerca de 430.000 euros.

El enigma del contenido de la bolsa que portaba Alberto el día del crimen no pudo aclararse. La prensa de entonces especuló, y también probablemente los investigadores, que en el ánimo de Alberto estaba sorprender a Pablo, maniatarlo y darle un escarmiento por el asunto de su esposa. Se trataría pues de una venganza.

Cristina se encontraba ese día a la hora y en el lugar equivocado.

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