Siempre que me mientan la calidad del sistema educativo español me vienen a la memoria tres opiniones, que aunque diferentes son al mismo tiempo similares, de la cuestión que nos ocupa. Una educadora de primaria, maestra, habla de lo que ellos imparten, y más o menos entraba en razón alegando que lo que enseñan como educadores se tenía que enfrentar a qué tipo de televisión ven sus padres o familiares en casa. Se refería, naturalmente, a lo que se denomina “telebasura”. Los otros dos contertulios vienen del mundo universitario. Me comentaba, tomando un café, quien había estado como parlamentario en las Cortes Generales y es, olvidadas las veleidades políticas, profesor de Derecho en la Universidad de Valladolid, que la preparación académica de su hija adolescente, seguro que ya licenciada, es de mejor calidad que la que su generación hubiera podido recibir. El tercero en liza, profesor de física en los primeros cursos en la Universidad de Burgos, añadía que a su alumnado lo veía peor preparado que en pretéritas temporadas. Uno, evidentemente, escucha y aprende.
Lo de escuchar lo podemos alternar con leer y lo de aprender lo tenemos como premisa para no ignorar. Al parecer, sobre la cuestión que en estas letras quiero alentar, lo tratan con gran lucidez y en todo momento alejados de la disputa política, partidista principalmente, sin desligar el fuerte componente que tienen los diferentes Gobiernos en la configuración de los sistemas educativos, que en España varía casi como la moda, con mucha frecuencia. Añado sin temor a errar, que “la educación es política” o al menos lo legisla el Parlamento, compuesto por un nutrido grupo de interfectos, ellas, ellos, y según qué partido obtenga la mayoría en el Congreso, así tiene que ser la educación. Los personajes, los autores a los que me refiero son, Jesús Rogero (profesor titular de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid) y Daniel Turienzo (docente del Máster de Políticas y Gobernanza de Sistemas Educativos de la Universidad Camilo José Cela), educadores que dan un elegante repaso en su libro Educafakes. 50 mitos y medias verdades sobre la educación española (Capitán Swing, 2024) a los bulos relacionados con la enseñanza, del bachillerato a la universitaria, sin olvidar la primaria hasta tres años.
Filfas y verdades no muy contrastadas son demasiado habituales en esta fuerte marejada de noticias y tertulias relacionadas con la educación y la cultura. No quiero saturar a los lectores con una información que ellos encuentran mejor detallada y sin la criba de la siempre inevitable subjetividad del escribiente en el libro Educafakes. 50 mitos y medias verdades sobre la educación española. Sin atosigar ni agobiar, y sin manidos informes, encontramos una guía dúctil que se lee con agrado y en la que algún lector discrepará reflexivamente de alguna opinión extraída del texto. Algo siempre muy saludable
Porque el derecho a una educación de calidad sin excepciones ni exclusiones es un principio que todo gobierno debe asumir y fomentar con una buena política presupuestaria. En realidad, somos lo que hace de nosotros la educación y el mercado. Buen provecho.
