En cada una de las ocasiones en las que acudo a una entidad bancaria llevo el recuerdo de aquella otra, de ninguna forma menos importante, que para un grandísimo número de segovianos era la legendaria entidad Monte de Piedad y Caja de Ahorros – así fundada en 1876- y lo fue en sus últimos tiempos con el nombre de Caja Segovia. La de aquí, la nuestra.
¿Qué fue lo que llevó a la fundación? Lo describió Fernando Albertos (1), que fuera presidente de la Entidad-, ‘para acabar con la usura que tenía en sus garras a la gente modesta de Segovia. Usura que llegó a tener que pagar un real al mes por cada duro que se prestaba. Lo que llevaba a devolver ¡un 60%100! de lo prestado en el periodo de un año’.
Primera sede
Fue ese ‘pequeño’ detalle el que llevó a un grupo de segovianos, miembros de la Junta Provincial de Beneficencia que, en apoyo a las clases menesterosas, iniciaron el caminar de una institución de carácter benéfico y sin finalidad de lucro alguno. Su actividad comenzó en la festividad de Santiago de 1877. Su capital inicial, formado por acciones y donativos, fue de 51.486 reales o 12.871 pesetas. Hoy 77 euros.
Otro paso fue encontrar el lugar donde desarrollar el ‘negocio’. Se decidieron por una casa en la Plaza de San Facundo (Palacio de los Villafañe), propiedad de Laureano Cifuentes de Cabo. Renta diaria dos reales que pagan a parte iguales el Monte y la Junta de Beneficíencia. Solo cuenta con un empleado, cedido por la Beneficencia, al que se facilita habitación en el mismo lugar.
Ya puestos… Cuento lo del robo ocurrido en la Entidad en 1910. Los que entraron en la casa de San Facundo, a través de butrón ‘confeccionado’ al respecto, se llevaron 2.468 pesetas en metálico y 24.000 en ‘otros materiales, relojes, joyas y cosas para vender.
Se empeña de todo
El Monte, que `solo’ era la otra ‘excusa’ para ayudar a los que ayuda necesitaban, toma sus decisiones. Algunas de ellas curiosas. Ejemplo. Año 1877, se admiten, como garantía de empeño, de dos a cuatro fanegas de garbanzos al 75 por ciento de su cotización. También máquinas de coser y bicicletas neumáticas, y se compra una ‘romana’ ‘para pesar la lana de las sacas y colchones’.
¡Hasta esos extremos llegaba la necesidad de empeñar para comer!
Al hilo de lo descrito. En cierta ocasión, alrededor de 1881, robaron dos sábanas en la casa de un capitán de artillería. El caco las llevó al Monte y las empeñó como propias. Siguiendo la pista del ladrón el dueño pide al Monte su devolución. Este accede, si, pero teniendo como ‘respaldo’ un donativo realizado por el Rey a la entidad para supuestos de desempeño.
El camino y nada más
Ocho años después de su apertura había efectuado 793 préstamos por importe de 60.266 reales. El número de clientes era de 105. Era oficial encargado de la oficina Quintín Esteban, empleado de la Junta de Beneficencia, y como ordenanza un acogido del Hospicio. En total eran seis trabajadores.
Año 1880. Siendo presidente de la Entidad el Marqués del Arco, este presentó el proyecto encaminado a la compra del edificio que ocupaban en alquiler. Hay acuerdo. Se emiten 250 obligaciones al 5% de interés, Adquiridas estas la compra se fija en el pago de 50.000 reales.
Pero… Llegado el año 1888 comienza una crisis bancaria en la ciudad. El Banco Agrícola (1882-1896) se tambaleaba y había desconfianza. En la Caja se habían retirado en un solo día 5.000 pesetas. Situación precaria. Los accionistas intentan salvar al ‘ahogado’. Adquieren 40 acciones de 100 reales cada una y respaldan, individualmente, con 225 pesetas, sin intereses, con la finalidad de atender a los pagos de la Caja.
¡Ay los intereses!
En 1883 había en su depósito 104.685 pesetas. Pero… a ese capital había que pagarle intereses y ese ‘pequeño’ detalle dejaba una Caja tambaleante. Medidas. El número de empleados disminuye. Quedan cuatro. De estos dos ‘salen’ por despido y uno está enfermo de ‘larga duración’. Ante el ‘recorte’, son los propios consejeros los que realizan el trabajo en atención al cliente. La oficina, dato no menor, se calentaba con un brasero y cisco de encina.
Veinte años después. En las dependencias de Monte y Caja había empeñadas alhajas y ropas por valor de de 55.895 pesetas. El saldo por imposiciones: 72.221 pesetas. Y como la Entidad era ‘rica’, los consejeros acuerdan ‘que se ponga una lámpara eléctrica en la habitación del portero y se abra una sucursal del Monte’.
Para esto ‘ultimo encuentran lugar en la calle Muerte y Vida 19. Poco tiempo estuvo activo. Se había quedado pequeño, por lo que ‘saltan’ a la casa del Marqués de la Floresta. La renta, 2 pesetas/día. El arrendamiento origina importantes pérdidas. En 1943 cambia los términos del que fue su nombre de bautismo. Ahora es Caja de Ahorros y Monte de Piedad. Fue su primer presidente Juan Ruiz.
Tirar la piedra
y esconder la mano
Llegados al año 2008 -el del cierre por decisión ‘político/administrativa’-, los ‘dineros’ depositados por los clientes en la entidad llegaban a los 4.310.518 millones de euros. Para cuando pasó lo que pasó, que nunca debiera haber pasado, la entidad Caja Segovia disponía de una red de 116 oficinas, 87 de ellas en CYL -la gran mayoría en Segovia-, además de Valladolid, Madrid (27), Málaga, Barcelona y Toledo. Su plantilla era de 572 empleados.
Ese mismo año, por decisión de PP. PSOE, CC.OO. y la patronal CECALE, acuerdan un protocolo de integración entre las cajas de Castilla y León. La decisión fue rechazada por casi todas las cajas implicadas, entre ellas Caja Segovia, pues esta negoció su integración en la fusión que habían alcanzado Caja Duero y Caja España. Fracasó el proyecto. Otras opciones hubo para integrase, pero…La política tiene razones que la razón no entiende. Segovia salió perdiendo.
Y el lector perdone la ambigüedad.
