Tengo la tesis de que hay cosas que todo el mundo debería hacer al menos una vez en la vida. Más allá de lo de plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo, creo que todo el mundo debería ir en su vida a un pleno de su Ayuntamiento, para que vean cómo se administra la cosa local, y a un juicio, para conocer de primera mano por dónde camina la Justicia.
Estoy por añadir que todo el mundo debería, al menos una vez en su vida, asistir a un espectáculo de Hugo e Inés. Porque su técnica es impecable; sus ideas, sorprendentes y frescas; y su sensibilidad, exquisita. Porque conozco a muchas personas que un día vieron a Hugo e Inés en un Titirimundi y desde entonces no han podido desengancharse de esta historia, quizá más que con ninguna otra compañía.
Pero sobre todo porque el trabajo de Hugo e Inés, ese que no nos cansamos de ver, se llame “Cuentos pequeños”, “Cuentos pequeños 2” o no se llame nada, es una fiesta, una celebración del espíritu humano y una reconciliación absoluta con la vida, en un momento en que andamos, me temo, muy faltos de fe. Un mundo en el que vive gente que es capaz, con sus dedos, sus pies, sus rodillas, su tripa… con dos bolitas y una nariz de caucho, de crear tanta magia, no puede ser tan malo como parece la mayor parte de los días.
Además, todo el mundo debería ir, al menos una vez en la vida, a ver a Hugo e Inés porque, creo que ya lo he dicho alguna vez más, por mucho que yo les cuente no podrán hacerse una idea del trabajo de esta compañía más que viéndoles. Les puedo hablar de las piernas de Inés bailando el tango, de la rodilla de Hugo tocando la guitarra y pidiendo la voluntad con su sombrero, del pájaro rapero que nace de las manos e Inés o del abuelo magnífico que traza Hugo, pero si no lo ven no se harán una idea.
Les puedo hablar, también, del magnífico personaje femenino que compone Inés con su tripa y sus pechos, un prodigio de dominio del cuerpo; o del títere que recrea un títere y se pelea con el titiritero por la autoría que crece en una sola mano, infinita, de Hugo. Pero, créanme, las palabras no les acercarán del todo a tanto talento, a tanta belleza.
De verdad, si nunca han visto a Hugo e Inés, tienen que hacerlo en el próximo Titirimundi que cuente con su presencia, que, seguro, lo habrá. Si ya son fieles, solo sigan gozando.
