Estando, como miembro de la Corporación de Madrid, se planteó en el Ayuntamiento cómo habría de ocuparse el espacio, en la Plaza de Colón, que había dejado como solar el que fuera buen Alcalde Arias Navarro, al demoler los ya casi arruinados edificios de la que fuera, hasta entonces, Casa de la Moneda.
En los que hoy se denominan, desde entonces “JARDINES DEL DESCUBRIMIENTO”, se cerró su frontera con la calle Serrano con tres esculturas, casi megalíticas, en las que aparecen los que hicieron posible el Descubrimiento.
Entre los nombres que ahí aparecen, para recordarnos aquel hecho y sus circunstancias, está el del segoviano RODRIGO ESCOBEDO.
Déjame que te diga, muy sucintamente quién fue.
Como representante de los Reyes, que entonces habitaban en el Alcázar segoviano, y como Escribano de la Escuadra, embarcó con Colón, que iba, y con él todos los demás, un tanto a ciegas, para afrontar la aventura que Dios les deparase.
Rodrigo Escobedo, con la responsabilidad de su cargo, de representante real en una escuadra sin rumbo previsto y compuesta por hombres de baja ley, si no ya juzgados por ella, debió estar dotado de una fuerte personalidad, autoridad y respeto personales que se ganaron la confianza de Ysabel y Fernando.
Vuelto a Castilla el almirante, tras el feliz hallazgo de las Tierras Nuevas, quedó Escobedo en la isla La Española, a las órdenes de Diego de Arana, nombrado por Colón regidor de los destinos allí establecidos.
Pero antes de partir para España quiso el Descubridor señalar a Rodrigo Escobedo como sucesor de Arana en caso de muerte de este.
Ocurrió que, cuando apenas llevaba tres años en las feraces tierras descubiertas, Escobedo, al fin también hombre de acción, abandonó el territorio de Guacamajan y se lanzó a la aventura, en la creencia de encontrar riquezas, oro, piedras y objetos de valor que la permitieran una rápida ascensión y un fuerte poderío.
Desafiando mil peligros se internó, en territorio de Cambomajuana, fue muerto, de un certero flechazo por el jefe indio Coanabó, en el año 1495.
No fue feliz el final de aquel segoviano culto, atrevido y puede que excesivamente valiente, pero es digna de alabanza su audacia y su valor, al enrolarse en la escuadra en busca de nuevas tierras para la Corona.
