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Corpus christi, una fiesta con raíces

por Redacción
23 de junio de 2014
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En una jornada típica del amanecer del verano, con el sol picando desde mediodía, Segovia celebró ayer la solemnidad del Corpus Christi, la fiesta que con mayor esplendor ha vivido la ciudad a lo largo de su larga historia.

Ante varios centenares de niños vestidos con el traje de su Primera Comunión, el obispo de Segovia, Ángel Rubio, dijo en su homilía, de forma didáctica, que el Corpus Christi “ya se celebraba antes de que se levantara el Acueducto”, explicando a continuación que la fiesta está dedicada al sacramento de la eucaristía, al que animó a acercarse con una frase: “Seguid comulgando”. El prelado agradeció a los padres de los niños de Primera Comunión su presencia en la Catedral, exhortándolos a que cuando alguien les diga que “no se estila” participar en actos como el de ayer, respondan con una pregunta: “¿Cómo se va a romper un rito de siglos y siglos?”.

En efecto, la festividad viene de muchos siglos atrás. Si bien se instituyó en 1246, su popularización no llegó hasta el siglo XV. Y, en Segovia, la más antigua referencia a la celebración del Corpus Christi data de 1577, lo que no significa que ese año se oficiara por vez primera.

En cualquier caso, de aquellas celebraciones del siglo XVI, con la ciudad de Segovia en su máximo apogeo, a las actuales, la ceremonia ha variado de forma sustancial.

A principios del siglo XVII, en concreto en 1607, las campanas de las iglesias despertaban a los vecinos de Segovia a las cuatro de la mañana, anunciando los actos, que daban lugar comienzo con una eucaristía, a la que seguía la procesión con el Santísimo —la principal expresión pública de la fiesta—, para acabar con la representación de algún auto sacramental en la Plaza Mayor. De algún año (1641) hay incluso constancia de la organización de festejos taurinos. Por la cantidad de dinero que gastaba la ciudad en la solemnidad, por el número de espectáculos programados y por la cantidad de público, Corpus Christi era en el siglo XVII la fiesta más relevante de Segovia.

De acuerdo a los estudios del historiador norteamericano Michael J. McGrath, la procesión de Segovia admitía música y danzas, y contaba con elementos no religiosos “sobre los que el Sagrado Sacramento emergía simbólicamente triunfante”. Entre estos elementos destacaba “la tarasca”, una figura de sierpe monstruosa muy grande, según la definición del Diccionario de la Real Academia. También participaban en la procesión los gigantones y cabezudos, cuya creación, en palabras del historiador Jean-Marc Depluvrez, estaría ligada a la fiesta del Corpus Christi, “en cuya procesión simbolizaban la sumisión de toda criatura al Sacramento”.

La llegada al trono de Carlos III, hombre de ideas ilustradas y poco amigo de las tradiciones, fue un duro golpe para ese variopinto elenco de figuras de cartón, ya que juzgó irrespetuosa su aparición en actos religiosos, decidiendo, por Real Orden de 10 de julio de 1780, su supresión. Con aquella decisión real, lo religioso y lo profano, antes unidos en la procesión, se acabaron separando.

En cualquier caso, y a pesar de los cambios, el fervor de los fieles por esta fiesta eucarística continuó, sucediéndose año a año espléndidas manifestaciones de amor a la eucaristía. De hecho, los segovianos tomaron por costumbre sacar a los balcones y ventanas sus mejores colchas, sábanas bordadas, mantones de Manila… llenando además las calles de flores del campo al paso de la procesión sacramental.

Siglos y siglos celebrando el Corpus Christi han conseguido que, tal y como resaltó el obispo de Segovia, la ciudad tenga “profundas raíces eucarísticas”, patentes en actos como el de ayer, en el que tras la misa en la Catedral, varios miles de personas recorrieron las calles más céntricas acompañando al Santísimo.

Como ya es habitual en los últimos años, abría la procesión una cruz de la Catedral, tras la cual se situaron los niños de Primera Comunión, por parroquias. La Hermandad de la Virgen del Rocío, la cofradía de la Minerva y la Adoración Nocturna figuraban a continuación. Luego, el Santísimo, colocado en una custodia, escoltado por suboficiales artilleros de primer año. Detrás, el obispo de Segovia, acompañado de numerosos sacerdotes, y las autoridades civiles —entre las que se encontraba la alcaldesa, Clara Luquero (PSOE) y el portavoz del PP, Jesús Postigo— y militares. Cerraban la procesión los artilleros y la Unión Musical de Segovia.

Ya de nuevo en la Catedral, el obispo recordó una cita bíblica, “el que come mi carne y bebe mi sangre, tendrá vida eterna”, a modo de remate de una fiesta que, desde hace al menos medio milenio, pretende en Segovia venerar al Santísimo, que es Cristo en la eucaristía.

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