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Urueñas. La capital de Las Pedrizas

por Fotografías: Enrique del Barrio Arribas. Textos: Guillermo Herrero Gómez
11 de agosto de 2024
en Provincia de Segovia
Iglesia de San Juan Bautista

Iglesia de San Juan Bautista

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En la cara oeste de Peñalara (II)

En la cara oeste de Peñalara (I)

Siguiendo la estela de la Cañada Real Soriana

En 1952, cuando el Centro Segoviano de Madrid publicó Monografía de la provincia de Segovia, Urueñas contaba con 666 habitantes. Era, exceptuando Sepúlveda, el pueblo más importante de la comarca. Su siempre concurrida calle Real expresaba el dinamismo del lugar. Y ese esplendor resultaba sumamente atractivo para las gentes de los contornos. No parece extraño, pues, que cuando Ángel San Ignacio -natural de Valle de Tabladillo-, y Josefa San José -de Navalilla- se casaron, hace ya más de medio siglo, decidieran ir a vivir a Urueñas y abrir allí una tienda. Urueñas era sinónimo de prosperidad. “¡Entonces había de todo aquí!”, asegura ahora uno de los hijos del matrimonio, César. Contaba el pueblo con cura, médico y veterinario, además de abundante comercio. Y no faltaban tabernas ni otros lugares de ocio.
Lo ocurrido a continuación es bien sabido. “En los años 60 –recuerda con tristeza Eusebio Blanco- mucha gente se marchó”. “Cada año, al llegar septiembre, unos cuantos agricultores vendían la cosecha y emigraban, sobre todo a Madrid, a buscar trabajo”, agrega. La hemorragia duró una eternidad. Y aunque paralelamente el pueblo se renovaba a gran velocidad, con la generalización del saneamiento en las casas o el alumbrado público, el éxodo persistió prácticamente hasta el inicio de los años 90, cuando el censo se había desplomado ya hasta los 140 habitantes.

“Aquí nos hemos quedado cuatro valientes”, asegura ahora César San Ignacio, quien reclama actuaciones decididas de las administraciones públicas para mantener la población. “Es ilógico dar ayudas para que venga gente a los pueblos cuando no se está apoyando a los que quedamos en ellos. ¡Primero habrá que mantener lo que hay!”, defiende San Ignacio. “Yo aguantaré aquí lo que pueda, pero si veo que esto no mejora tendré que buscarme la vida en otro lado, aunque me duela”, avisa.

Hoy, el pueblo de Urueñas conserva, a pesar de su decadencia, aires de la grandeza pretérita. Sigue ostentando la capitalidad de las Pedrizas, y aquí se sitúan las oficinas desde las que se ofrecen diversos servicios a una mancomunidad de pueblos de la zona. Los vecinos viven, principalmente, del cultivo de cereales y la ganadería. “En pocos pueblos ocurre lo que aquí, donde quedan cinco rebaños de ovejas grandes”, avisa Blanco, quien también remarca que Urueñas posee uno de los términos municipales más extensos de la comarca, por la anexión de las tierras de Bálsamos.

Como hecho diferencial de Urueñas destaca la construcción de una residencia de personas mayores, en un edificio histórico donado por una familia del pueblo. Tal iniciativa ha evitado, por una parte, que los ancianos del lugar se vean obligados a marchar de su cuna y, por otra, ha generado más de una decena de puestos de trabajo, en su mayoría femeninos. Y, así, entre unas cosas y otras, Urueñas se mantiene, a la espera de que lleguen tiempos mejores.

Un templo en constante crecimiento

De la iglesia de San Juan Bautista se puede decir que, en origen, fue románica, como muestran sus dos portadas y la pila bautismal, siendo después reedificada en el siglo XVI, y más tarde ampliada, a finales del siglo XVII o inicios del XVIII. El elemento más significativo del templo es, sin duda, su espadaña, cuya construcción terminó en 1702, tal y como aparece fechada en un lateral. En el interior del edificio resplandecen la bóveda estrellada de la cabecera y el retablo mayor, barroco, en cuyas calles laterales hay lienzos sobre la vida de San Juan Bautista, situándose en la calle central el sagrario, una imagen de San Juan niño y un lienzo de la estimagtización de San Francisco. Las capillas laterales cuentan con varios retablos más, descollando el dedicado al Dulce Nombre de María.

Zona recreativa las Pedrizas
El Ayuntamiento de Urueñas quiso, hará poco más de dos décadas, recuperar un espacio donde antes se situaba un vertedero, en la salida hacia Castroserracín, y creó allí una zona recreativa que da cabida a una suerte de dolmen cuya pretensión última es simbolizar a la comarca de las Pedrizas y, también, varias obras de arte, metálicas, cuyo hacedor quiso representar escenas de la vida cotidiana de antes, como el pastoreo, el arado o la siega.

El Pilón nuevo

A escasos metros de la ermita del Santo Cristo del Humilladero, pero a menor altitud del templo, se localiza el llamado ‘Pilón nuevo’, cuya fecha de construcción resalta a primera vista: 1932. Cuenta la obra con tres caños; por los dos laterales sale siempre agua; por el central, únicamente los años muy lluviosos. Aunque ahora desempeña una función meramente decorativa, en tiempos tuvo un trascendental cometido, el de dar de beber a buena parte del ganado de Urueñas, principalmente las yuntas de mulos.

¿Quién da más?

A inicios de junio, Urueñas celebra la fiesta del Santo Cristo del Humilladero. El vecindario acude a la ermita, un edificio levantado en el siglo XVII y muy reformado en el XIX, y allí venera a la imagen y disfruta un rato con familiares y amigos de la temperatura primaveral. “El de los remates es uno de los momentos más bonitos del año”, insiste César San Ignacio. A cada lado del Cristo se coloca una rama grande de almendro, colgándose de ellas cajas de pastas y otros donativos. Luego, las ramas se subastan. “¿Quién da más?”, se oye decir una y otra vez. Y los vecinos se pican y elevan su puja. “Antes –recuerda San Ignacio- también se ofrecían animales, como corderos, pollos o conejos; pero esa costumbre ya se ha perdido”. Como no podía ser de otro modo, el dinero obtenido era, y sigue siendo, para el sostenimiento de la ermita.

Válsamos

¡Qué nombre más bonito para un pueblo! Invita a pensar en un lugar de cura de heridas y alivio de penas, en un retiro alejado del mundanal ruido… Y algo de eso debía ofrecer Válsamos, un despoblado existente entre Urueñas y Navares de Enmedio, cuyo nombre podría derivar de val samos, que posiblemente signifique “valle de los saúcos”. De aquel poblado se sabe que fue fundado en temprana fecha, antes de acabar el siglo XI, y que nunca resultó populoso. De su caminar es conocido que llegó a sumar 16 vecinos en el siglo XVI, y que a finales del siglo XVIII ya era yermo. Pero todavía quedan hoy algunos muros desnudos de su iglesia, al parecer dedicada de inicio a San Baudilio, aunque después pasase a llamarse de Santa María. Varias tenadas dan vida ahora a su entorno.

La misa del gallo y el zarragón

En Nochebuena, y tras una copiosa cena, era ineludible la asistencia a la misa del gallo. Los pastores adquirían entonces un papel protagonista, en recuerdo de aquellos antecesores suyos que fueron los primeros en recibir la noticia del nacimiento de Jesús, acudiendo prestos a adorarle. Dirigidos por un zarragón, vestido con pieles de oveja, los pastores actuaban durante varios momentos de la eucaristía, haciendo sonar sus cencerros o dando vueltas por la iglesia. Urueñas fue el último pueblo segoviano que mantuvo las ancestrales misas del gallo con presencia de pastores. Los posteriores intentos de recuperar la tradición no han cuajado. Eso sí, se conservan villancicos pastoriles, que hablan del modo de vida de ese oficio.

Cuatro lavaderos

¡Qué importante tuvo que ser Urueñas para contar con cuatro lavaderos públicos! La Fuente, poza Liendre, la Techada y los Huertos eran sus nombres. A ellos acudían, a principio de semana, las mujeres del lugar, con un cesto lleno de ropa y el rodillero apoyado en la cadera. “Antaño eran los centros / de aquella vida social / el más activo de cuantos / había en el medio rural”, escribe Eusebio Blanco en una poesía. “Eran lugares de encuentro / de dichos y chismorreo / el centro del cotilleo / eran estos en los pueblos”, agrega el poeta.

Un patrimonio desapercibido

Hace ya algún tiempo, Javier Peña Sanz comenzó a interesarse por las casillas de pastor de su pueblo, que hasta entonces habían pasado prácticamente desapercibidas. Su meticuloso trabajo de catalogación, para el que contó con la ayuda de Timoteo, uno de los mayores conocedores del término municipal, le permiten afirmar hoy que hubo, al menos, 54 casillas de pastor en Urueñas. “Son construcciones toscas, sin adornos ni florituras, pero funcionales”, asegura. Un gran conjunto arquitectónico, sin duda, que merecería mayor atención para su conservación.

De convento a residencia de personas mayores

Una sencilla inscripción y una pila de agua bendita son dos de los vestigios existentes de lo que la tradición oral considera un antiguo convento, al parecer habitado por jesuitas. El edificio fue adquirido después por una familia de Urueñas, que con el correr de los años lo donó al municipio, para la construcción de una residencia de personas mayores. Hoy cumple una magnífica función, dando servicios a ese colectivo e impidiendo así que las personas de mayor edad tengan que dejar su tierra en los últimos años de su vida.

El protector de los pobres

Se llamaba Pedro Horcajo. Nacido y criado en Urueñas, las circunstancias de la vida le llevaron a Canarias, donde hizo fortuna. Pero nunca se olvidó de su pueblo natal. Y creó una suerte de fundación, dotada con un importante capital, cuyos intereses debían entregarse anualmente a los pobres de solemnidad de Urueñas, en un reparto realizado por el cura, el alcalde y el mayor contribuyente del pueblo. Así se hizo hasta hace cerca de 20 años. Después, ante la ausencia de pobres, la distribución comenzó a realizarse entre las personas de mayor edad de la localidad. Una calle recuerda el benemérito proceder de Pedro Horcajo.

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* Extraido del libro Por el Ochavo de las Pedrizas y Valdenavares (2021)
Editado: Enrique del Barrio.
Venta Online
https://enriquedelbarrio.es/tienda/libros/por-el-ochavo-de-las-pedrizas-y-valdenavares/

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