Tras dos años de interinidad en Valsaín, cuna de campeones de esquí, y Orejana (El Arenal), cuna de Aureliana, madre del emperador Trajano, y antes de acceder a mi largo ejercicio profesional en la capital, fui cinco bonitos años maestro en Navafría, cuna también de personajes, unos legendarios como Rosa y Leonardo, que, al modo de Romeo y Julieta o los célebres «amantes de Teruel”, Juan e Isabel, contrariados sus amores, decidieron amarse en eterno abrazo lanzándose a las aguas del «Pozo Verde», o auténticos y tangibles. Como la familia Abán, que procedentes de Soria fundan en 1861 “El Martinete”, tesoro etnográfico de supervivencia de tecnología medieval, declarado BIC desde 1998; la locutora de radio Josefina García, destacada profesional en Radio Segovia, «La Emisora amiga», en Radio Valladolid y en radio Nacional de España, los industriales de la madera , familia Mínguez, los Moreno, o el simpático comerciante Angelete que con su proverbial gracejo nos dice ante las cámaras por qué y cómo «se volvió al pueblo».
Navafría, qué panorámica y pictórica imagen y qué bonito y apropiado nombre para localidad serrana, incrustada entre riscos y chorros de ríos serranos, frío y nieve que favorecen su tradicional dedicación al bosque, el campo y la ganadería, la que propicia su famosa anual Feria de Ganado, nacida allá por 1970, hoy referente en la provincia, en la que proliferan tratos de apretón de manos como acta notarial, y no faltan música, premios y el rico cocido popular.
Recuerdo con cariño a todos mis alumnos, varios me saludan, hoy padres y abuelos de los actuales escolares. También vaya mi recuerdo y afecto a quienes fueron mis compañeros de claustro Angelines (directora), Bernarda, Josefina, Nati, Amelia e Isabelo.
Qué pintoresca la silueta del pueblo destacando su iglesia parroquial dedicada a su santo patrón San Lorenzo, románica, con elementos gótico tardíos, y los bancos de “Las Subastillas”, la ermita de San Sebastián, Plaza del Campillo, el potro de herrar…, el bar Lobiche, los lugares de recreo y aventura como “Los Chorros”, o las piscinas naturales.
Singulares son sus populares fiestas en que mozas y casadas, desde el siglo XIII, las “mujeres soldado” desempeñan roles con nombres como, para casadas: quitavergüenzas, capitana, teniente capitana y la del palillo, y para solteras: moza 1ª, moza 2ª, cabo de escuadra y cabo de escuadra 2ª.
También creo recordar que en junio los 350 navafrieños y mogollón de visitantes suben en romería a la Pradera de Navalcollado a honrar a su patrona Virgen de las Nieves.
Doblemente he tenido que decir hasta luego, que nunca adiós, a mis frecuentes fugaces visitas a Navafría, la primera vez cuando por edad he tenido que dejar la bici con que tan a menudo me acercaba y recorría sus calles, la segunda vez cuando, tras 49 años de fructífera existencia echaba las persianas el Club de Montaña “El Nevero”, que cada Navidad subíamos un centenar de socios y simpatizantes a poner y a quitar el belén que instalábamos en la base del hito geodésico del emblemático pico que nos prestó nombre “el Nevero”, recordando con nostalgia las bulliciosas bajadas por Las Lagunillas en las que patinábamos sobre sus heladas aguas, o el descanso y reposición de fuerzas en el Mirador de la Peña del Cuervo. Antes de la Navidad y pasados los Reyes subíamos a los 2.209 m. del pico que delimita, o une, la comunidad madrileña y Segovia, para cantar villancicos compartiendo turrones y bebidas y desearnos feliz Año Nuevo.
Pues al haber tenido noticia de las fiestas patronales de Navafría en honor de su santo patrón San Lorenzo, a celebrar desde el 7 al 13 del mes en curso, mando mi deseo de inolvidables fiestas llenas de la reconocida proverbial hospitalidad, por la que aquí nadie es forastero, alegría, respeto y bullicio familiar y amistoso, y un abrazo a mis ex alumnos y muchos amigos navafrieños.
Navafría es el “meeting point” de segovianos y madrileños que por ambas vertientes ascienden para compartir historias del día a día con el buen yantar, buen beber y mejor vivir en los bares Lobiche o La Estrella o en los restaurantes del buen yantar y buen beber, y mejor vivir, La Posada, El Encuentro, El Chorro o El Mayo.
