Desde la Junta se intenta transmitir la idea de que las águilas imperiales ibéricas están bien cuidadas en Segovia. Desde que una pareja empieza a “regentar” un territorio (mes de febrero) hasta que vuelan los pollos (entre el 15 y el 20 de julio), personal de la Administración Regional está pendiente de lo que ocurre en la totalidad de los nidos existentes en la provincia. Esa vigilancia, casi permanente, ha permitido obtener infinidad de datos sobre las costumbres de esta especie.
“La Junta lo que quiere es que salga adelante el mayor número de pollos posible; a más pollos, mayor probabilidad de que se incremente la cifra de parejas y menos problemas de endogamia”, dice Hernández.
Los agentes medioambientales tienen controlados los nidos y, fruto de esa labor, saben cuándo una pareja “se ha echado” —en lo que es el inicio de la incubación del huevo (sobre el 15 de marzo)—, el día en el que se produce la eclosión, y la evolución del pollo.
En principio, los “vigilantes” respetan el ciclo natural de los pollos de águila imperial ibérica. Pero, si se detectan problemas, como cainismo entre las crías provocado por la falta de alimento, llega el momento de actuar.
En ese caso, se colocan conejos en los posaderos utilizados por las águilas imperiales ibéricas. Es lo que se llama ‘Plan de Alimentación Suplementaria’. “No se aplica con todas las parejas”, insiste la jefa del servicio de Espacios Naturales y Especies Protegidas. “Y la ayuda es muy puntual”, añade.
Hernández recuerda un caso en el que el personal de la Junta detectó un pollo en estado crítico. La intervención consistió en que un escalador ascendió al nido, cogió al pollo y lo bajó, para trasladarlo posteriormente a las instalaciones del Centro de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS) de Segovia, donde permaneció varios días. Tras ser alimentado convenientemente, el pollo volvió a ser reintroducido en el nido.
La vigilancia de los nidos se ha convertido en una “vacuna” contra los expolios. En Segovia no se ha registrado ningún caso desde 2003. Eso sí, en al menos dos ocasiones se sospechó ese delito, ante la desaparición de dos pollos, aunque las investigaciones posteriores, que requirieron la intervención de un escalador, lo descartaron. “Se dan casos de depredación natural; un buho real puede llevarse un pollo, y ante eso no podemos hacer nada”, explica Hernández.
Por otra parte, con el ánimo de proteger la cría de los pollos, la Junta establece diversas medidas para evitar molestias a los nidos de esta especie, que resulta “tremendamente sensible” a la presencia humana en sus alrededores. Entre estas medidas, destaca la prohibición de realizar trabajos forestales en las zonas cercanas a los nidos entre el 1 de febrero y el 31 de julio, coincidiendo con la época del año en la que las águilas imperiales ibéricas tienen menos tolerancia a los ruidos.
Peligros de la especie.- Con el objetivo de reducir la mortalidad de las águilas imperiales ibéricas, la Junta de Castilla y León ha acentuado su trabajo en luchar contra los venenos en el campo, una lacra que continúa afectando a numerosas rapaces, y en reducir los accidentes de aves contra tendidos eléctricos.
Estos últimos resultan peligrosos para las águilas imperiales ibéricas por el riesgo de colisión —especialmente de los ejemplares más jóvenes— o de electrocución. Hernández ha querido destacar la labor realizada por la compañía Unión Fenosa para reducir el número de electrocuciones, instalando innovadores sistemas que evitan un trágico final para las aves que se posan en las líneas.
Además, la Junta está ultimando un convenio con la compañía Unión Fenosa para modificar tendidos eléctricos de particulares en los que habitualmente caen electrocutadas aves de diferentes especies protegidas.
