No sé quién dijo que la vida no son las cosas que te pasan, sino cómo te las tomas. No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación, como no puedo dejar de sorprenderme ante algunas personas, inasequibles al desaliento, que encuentran en cada bache de la vida una oportunidad en vez de una barrera. Es un hecho: hay personas que con bien poco, incluso en condiciones extremadamente negativas, saben ser felices, mientras otras, que aparentemente lo tienen todo, son unas infelices que no saben disfrutar de nada.
Habrá quien me tache de inocente o me acuse de, como diría una amiga, haberme tragado a Hello Kitty, pero cada vez estoy más convencida de que la actitud lo es casi todo en la vida. Esa es la principal enseñanza de “Días felices”, la pieza de Samuel Beckett que, protagonizada por Isabel Ordaz y dirigida por Salva Bolta, ha servido para abrir el año en el Teatro Juan Bravo, en un lluvioso y desapacible domingo posnavideño que no invitaba precisamente a salir de casa.
Winnie, el personaje protagonista, es una mujer de mediana edad que se presenta ante el espectador en un ardiente desierto, enterrada hasta más arriba de la cintura en un agujero del que no puede escapar. Su única compañía, aparte de ella misma, es Willie, al que Winnie identifica como su marido, aunque él nunca se manifieste al respecto, que no vive enterrado y de hecho es capaz de reptar, pero vive al otro lado del montículo del desierto y no ve a su mujer más que de medio lado, cuando no está dormido.
Desde este planteamiento, encuadrado en un teatro del absurdo del que Beckett es uno de los principales representantes, el dramaturgo construye un personaje que, cada día, un día igual al anterior y al siguiente, saca fuerzas para peinarse, maquillarse o ponerse un sombrero, para mantener el tipo de la normalidad ante las peores circunstancias, esas en las que cuesta hasta salir de la cama y ponerse debajo de la ducha.
Winnie, que, como iremos descubriendo, va enterrándose cada vez más en la arena, es además capaz de encontrar pequeños momentos de alegría, a veces en lo más ínfimo, como que Willie decida dirigirle ese día un par de palabras, o poder abrir su sombrilla para protegerse del sol. Hasta el final, opta por no utilizar la pistola que es otra de sus posesiones preciadas.
Esa es la lección de Beckett a través de un texto que creo que se podía haber aligerado un tanto al realizar la versión, sobre todo en el segundo acto; un texto que fue defendido con notable alto por una Isabel Ordaz que dio el máximo en ese segundo acto, cuando únicamente cuenta con la voz y la cara para mantener la atención de los espectadores.
FICHA:
Espectáculo: Días felices, de Samuel Beckett. Versión de Juan Vicente Martínez Luciano.
Compañía: Come y calla.
Reparto: Isabel Ordaz, Julio Vélez.
Escenografía y vestuario: Ricardo Sánchez Cuerda.
Iluminación: Felipe Ramos.
Espacio sonoro: Luis Miguel Cobo.
Dirección: Salva Bolta.
Lugar: Teatro Juan Bravo.
Fecha: Domingo, 9 de enero de 2011.
