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Pero… ¡qué bonito es el fútbol!

por Jesús Eloy García Polo
19 de julio de 2024
en Tribuna
JESUS ELOY GARCIA2023
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Está claro que el fútbol es algo más que un deporte. También es un espectáculo y un negocio. Pero además es un sedante para la energía incontrolada, un tubo de escape de los malos humos, un aglutinante de grupos e individuos solitarios, un catalizador de energías dispersas, una chimenea para la testosterona sobrante. El fútbol supone control y supone poder. Es un arma de distracción masiva. Para algunos es el nuevo opio del pueblo. Pero es bastante más que todo eso.

El fútbol ha demostrado ser un aglutinante social, tanto a nivel nacional como de los sectores sociales de cada club. El fútbol ha llegado hoy a tener todos los componentes de las religiones de ayer. Tiene sus rituales, sus estandartes, sus procesiones, sus sacerdotes, sus dioses, sus himnos y sus masas que intervienen cuando el ritual lo requiere.

Las religiones surgieron en la noche del tiempo para unir a comunidades que iban creciendo y necesitaban identidades y relatos que los mantuvieran cohesionados. Nos dice el historiador Harare que los clanes y grupos se mantienen unidos de forma natural hasta que tienen unos 150 miembros. Cuando los grupos, las tribus y comunidades crecen es más difícil mantenerlos unidos para colaborar en objetivos comunes, que redunden en beneficio de toda la comunidad. Surgieron las religiones con ese objetivo (además de otros varios) de conseguir que se agruparan para tareas comunes. Fueron necesarios relatos que estrecharan lazos, otorgarán una identidad e hicieran sentir que todos participaban de una idea común. Así consiguieron levantar pirámides y templos, también calzadas, presas o canales para asegurar las cosechas. Es la eterna lucha por la identidad.

Todo ese papel hoy lo está cumpliendo el fútbol perfectamente. En una sociedad tecnológica de individuos cada vez más aislados y atomizados necesitamos lazos que nos unan para sentirnos parte de una comunidad. Están caducando en esa tarea las viejas instituciones, como las iglesias, los grupos de trabajo, los sindicatos, los viejos ideales políticos…Los grupos de whatsapp, los amigos de Facebook o los seguidores de cualquier red no consiguen llenar ese hueco satisfactoriamente. Además no aportan los rituales necesarios.

El fútbol ha llegado para ocupar ese lugar. Nos une, nos ofrece metas e ilusiones, nos da alegrías y tristezas para compartir y nos da un sentido para los días de aburrimiento y frustración, que son la mayoría en una sociedad que estimula el trabajo, el rendimiento y la competitividad por encima de todo.

Pero además el maravilloso fútbol se encarga de controlar en un espacio y tiempo el exceso de adrenalina, las turbulencias de la testosterona y la violencia salvaje que no encuentran otros cauces para ser expulsadas y mantener así una mente medianamente saludable. El fútbol da salida es lado oscuro que todo ser humano llevamos dentro, pero dentro de unas coordenadas controladas. No es más que la cultura como represión de la que Freud nos hablaba.

La elevación del fútbol a fenómeno global tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en los países de cultura occidental. Tras los desastres bélicos aprendimos a construir nuestras identidades nacionales a través del fútbol y del deporte, en lugar de a través de las proclamas militares y de las guerras. Aprendimos a dirimir nuestros enfrentamientos y violencias en un campo de fútbol y no en un campo de batalla. No me cabe duda de que fútbol también ha contribuido en el logro de estos últimos setenta años que hemos vivido sin grandes guerras. Los países más futboleros no han vuelto a estar envueltos en guerras (con la excepción de la Guerra de las Malvinas, que fue el estertor de la dictadura argentina).

Estos días en los partidos, en los alrededores de los Estadios, en las celebraciones en la calle hemos visto las caras y los torsos de miles de jovenes, chicos mayoritariamente, gritando de manera compulsiva e irracional, con la euforia del rebaño, con caras primitivas que expulsan toda esa energía que el cuerpo no puede procesar. Hemos visto las calles inundadas de adrenalina y testosterona. Emoción, pasión y locura desbordando los cuerpos jóvenes. Pero..

Esas mismas caras y esos cuerpos llenaron hace un siglo los cementerios de la Batalla de Verdún o de Gallipoli en la IGM y luego los de la costa de Normandía y tantos otros tras la IIGM. Los políticos y militares aprovecharon esa energía joven e irracional para enviar al sacrificio inútil a millones de jóvenes de todas las naciones, cada uno con su propia idea de patria en el corazón. Esos mismos rostros, sobrantes de adrenalina, están hoy atacando Gaza o Ucrania para defender esas patrias que otros inventaron en su día.

¡Qué grande es el fútbol!, que consigue canalizar esos ríos de agresividad y de energía incontrolada por unos cauces asumidos socialmente. Los futbolistas en los estadios son los nuevos gladiadores en el circo romano. Canalizan el aburrimiento, la frustración, el descontento y la agresividad de la masa social transformándola en energía positiva que une y enlaza a los ciudadanos. Todo bajo control. De vez en cuando se paga un precio por ello, pero es infinitamente menor que el que se paga por la violencia y la destrucción de las guerras.

No es ninguna ingenuidad pensar que si Israel y Palestina hubieran desarrollado en sus sociedades un manejo de sus identidades a través del fútbol no estarían siempre inmersos en una guerra que no tiene ninguna solución posible. El mejor ejemplo del efecto-fútbol son unos cuantos países sudamericanos que sufren una violencia estructural y social bastante elevada pero que nunca se ha transformado en una guerra abierta. Méjico está en el límite. Quizás porque no padece la enfermedad del fútbol que padecen los argentinos.

Que empiece pronto la Liga. Que empiece la Champions. Que el fútbol vuelva a unirnos, con los amigos, con los enemigos políticos, con los cuñados, con los antipáticos, con los frustrados y amargados, con los desconocidos. Que gritemos, amenacemos, insultemos… pero sin pasar la valla, sin cruzar la línea roja de una sociedad pacífica que alivia sus tensiones y sus violencias con estos juegos controlados. ¡Qué vuelva pronto la religión del fútbol con sus dioses y sus rituales!

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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