Allá por el año 2007 comenzó a gestarse en Segovia un proyecto cultural de profundo calado, que culminó con la presentación de su candidatura como ciudad europea de la cultura en 2016. No se ganó aquel concurso porque estas cosas, como sabemos, no dependen exclusivamente de quién es el mejor candidato, sino de un sinfín de factores en los que no quiero entrar a bucear aquí, esencialmente porque carezco de datos fidedignos para ello. Dicho lo anterior, en mi modesta opinión, libre de expresión, pienso que los motivos políticos pesan mucho a la hora de decidir este tipo de concesiones.
El caso es que, aquella candidatura de la ciudad, el momento de bonanza económica y gran expansión existente, el aire de libertad que se respiraba entonces en España, la modernización en muchos ámbitos que vivió la capital, etc., animaban al fluir de una creatividad que navegaba sobre las aguas tranquilas de un océano que animaba al consumo.
No se puede pasar por alto la labor, por aquel entonces, de una joven concejala de cultura, que asumió el cargo con muchas ganas de trabajar, innovar y crear. La capacidad de inventar eventos y actuaciones culturales por parte de Clara como la Luna de julio, era inacabable y, su aptitud para gestionarlos, más que notable. Muchos de los acontecimientos culturales que perviven hoy en Segovia son herencia de su labor como edil de la cultura. La lista es interminable: Muces, Mujeres, el amoroso cuidado e impulso de los buques insignia de la cultura como MUSEG, el HAY, el TITIRIMUNDI, la modernización de unas Fiestas de San Juan y San Pedro obsoletas, chabacanas y pueblerinas hasta entonces, la rehabilitación de la antigua cárcel… . En fin, debería emplear medio artículo para enumerar todo un conglomerado de actuaciones de las que seguimos bebiendo, culturalmente hablando, a día de hoy.
Pero, quizá de todos ellos, quien suscribe siempre ha tenido especial predilección por LA NOCHE DE LUNA LLENA, un evento en el que he tenido la fortuna de participar como artista en varias ocasiones. Se trata de un regreso al paganismo (entiéndase adecuadamente), a la sacralización, por una noche, del satélite que nos acompaña silenciosamente a lo largo de nuestra vida y, crear así, en su honor, una noche absolutamente mágica en la ciudad, con cabida para todos.
Durante la Noche de Luna Llena, Segovia y los Segovianos nos tiramos a la calle para disfrutar de los rincones más recónditos de la cuidad. Se trata, en ocasiones, de un re descubrimiento de ciertos espacios casi olvidados, pocas veces transitados, mientras se disfruta de esa agradable temperatura de los ocasos del mes de julio, acompañados por el frescor de esa brisa serrana que invita a echar mano de una “rebequita” que hemos cogido en casa por eso de por si acaso.
Pasacalles, conciertos, actuaciones, representaciones teatrales, exposiciones, espectáculos de magia, recitación de poemas, performances, visualización de estrellas, cuentacuentos, degustaciones gastronómicas, bailes, visitas guiadas, apertura de espacios normalmente cerrados, acompañan al paseante de la ciudad, que casi se había olvidado de su belleza. El sonido de nuestro pisar sobre esas piedras tan nuestras, la experiencia de cobijarnos entre las sombras de las luces de las farolas anaranjadas, el gozo de sentarse en una terracita a descansar los pies y seguir la marcha, visitando los museos que a veces se no olvida que tenemos y que esa noche nos abren sus puertas hasta las tantas. Es una noche para andar Segovia, para picar algo, conversar con los amigos o convecinos, compartir la alegría con los conciudadanos, divertirse con las decenas de eventos que cuidadosamente se programan, conocer a los artistas locales y a algunos foráneos.
Se trata de una noche en la que no hay disputas. Lo más importante de todo es el ambiente de concordia, vecindad, algarabía, distensión y calma que se respira entre niños, jóvenes y grandes.
Y es que, La Noche de Luna Llena supone, durante unas horas, el regreso a una sacralidad perdida, donde la Luna y las Estrellas recobran su protagonismo. Se trata de una reverberación de nuestras raíces culturales enterradas en aquella Grecia clásica, con sus deidades y ritos. Consiste en un despertar a nuestros orígenes indo europeos. Nos recuerda a aquella conexión perdida con el cielo, mientras se pasea entre murallas y monumentos que nos conectan a nuestra historia. Y es ello hace que renazca en nosotros la alegría, los buenos modos, la buena educación y ese sentimiento de tribu, de pertenencia a una tierra, a una historia que, aunque nos la intenten cambiar, sigue siendo inalterable.
¿Por qué se sigue dirigiendo nuestra mirada al cielo en momentos de recogimiento? ¿Por qué añoramos las celebraciones sanas, populares, en las que el protagonista es la cultura y no al alcohol? ¿Por qué cuando disfrutamos juntos y unidos se disuelve la disputa y nace la concordia? A veces, recordar quiénes somos, de dónde venimos y honrar al soporte cultural que nos sustenta, resulta muy necesario.
Sólo un pequeño recordatorio para ediles y políticos. En esta noche la protagonista es la Luna. Por tanto, quien marca el día y las pautas de su fiesta es Ella. Comprensible es que el evento debe de realizarse un sábado, pero no el que más interesa por motivos mundanos o de agenda, sino ese sábado más próximo al día de la Luna Llena de julio. Tenemos todo el año para organizarlo, precisamente, esa noche en la que luce con toda su intensidad.
Salutaciones a la Luna, que ilumina las noches claras y oscuras por las que transita nuestra alma.
