Tomás fue uno de los hombres más generosos que he conocido.
De muy humilde cuna, supo hacerse un hueco entre los intelectuales españoles de su tiempo. Historiador riguroso, arqueólogo infatigable, nos definió las huellas romanas próximas a Pedraza.
Buen escritor, magnífico poeta, docente impar, mereció ser tenido por, y llamado, MAESTRO.
Quiso la fortuna para esa tierra segoviana de los Navares, y más concretamente para Ayuso, tan próximo a Sepúlveda que casi se tocan, que allí viniera a este mundo, en el año 1922. Tomás derrochó bondad, voluntad, generosidad… para cuántos tuvimos la suerte de conocerle, tratarle y agradecerle el ejemplo de su vida.
Su trayectoria impecable le hizo ser un Maestro ejemplar que mereció, por su experiencia y méritos didácticos, ser elegido miembro de la Comisión Ministerial Pedagógica que había de planificar y elaborar la Ley de EGB, que tanto ayudó a los bachilleres de reválida.
Como historiador nos legó las “Memorias de Juan Bravo” por lo que obtuvo el “Premio Diego de Colmenares” que concedía el Centro Segoviano en Madrid.
Todos hemos de agradecerle, también, su tarea investigadora de la Lengua Castellana, donde nos sorprendió con ese libro impar con el que nos enseñó su contribución al “Estudio del Vocabulario Segoviano” donde nos recuerda nuestros giros parlantes de siglos, el hablar de nuestros abuelos, que mereció y alcanzó la felicitación de la Real Academia de la Lengua.
En fin, Tomás Calleja Guijarro, mi amigo y Maestro, fue reconocido por Menéndez Pidal, cuando habló del “Libro del Buen Amor” del Arcipreste de Hita y “La Leyenda de los Infantes De Lara” como oriundos de Pedraza.
Tomás Calleja, el olvidado, hombre bueno, historiador puntual, maestro siempre, no estás olvidado. Estás en nuestro recuerdo agradecido y en nuestro corazón amigo.
