Intérpretes: Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Michiel Delanghe, director
Obra: W.A. Mozart y L. v. Beethoven
Lugar: Jardín de los Zuloaga
Fecha: Viernes 18 de Julio de 2014
El mundo de la música sinfónica arrastra numeroso público en Segovia y más cuando es en un grato escenario al aire libre y con nuestra orquesta de Castilla y León. El programa no podía ser más interesante al juntar dos músicos que, en un breve espacio de tiempo, llevaron el mundo de la sinfonía desde los principios del clasicismo hasta un romanticismo que conformó el género en un estadio más que estable por unos años, Mozart y Beethoven.
El programa se abrió con una obertura, la del Rapto en el serrallo de Mozart, que viene muy bien por su ambiente oriental en un festival de verano y desde la que se puede vislumbrar su libreto desenfadado y lleno de aventuras. Con las oberturas de óperas al inicio de un concierto siempre pasa que nos dejan con ganas de continuar con la obra, y este no era el caso.
Del mismo autor se programó su sinfonía 38, Praga. Es una sinfonía ya sin el minué y con solo tres movimientos en una estructura compacta y de expresión dramática, con fuertes contrastes. La ejecución nos dejó una excelente audición de la sección de cuerda de la orquesta, con solidez y muy buena musicalidad junto con una intervención del viento llena de despistes y poco acople debido sin duda al escenario al aire libre y no recibir los músicos el sonido entre ellos. El conocimiento de la partitura por parte del joven director flamenco de Amberes, Michiel Delangue, como en las otras obras del programa, fue de destacar. Es un director muy atento a los detalles y con gran dominio en el tempo que quiere imponer.
La segunda sinfonía de Beethoven sonó alegre, luminosa y feliz haciendo caso a la teoría que dice que las sinfonías pares del maestro de Bonn tienen este carácter, contrapuesto a las de número impar. Pero el carácter alegre no está reñido con otro muy presente de energía, orgullo y nobleza que también definen a la obra. La ejecución resultó brillante, en especial desde el enérgico arranque del adagio molto y que con el allegro con brío forma un movimiento lleno de contrastes, como ya sería la tónica dominante en su obra posterior. La cuerda volvió a presentar su buena clase de compacta musicalidad y atenta a las peticiones del director.
