Como tal se puede calificar lo que sucedió ayer sábado en la Catedral de Segovia con la ordenación sacerdotal de Alberto Janusz Kasprzykowski y cuya Primera Misa se celebra esta misma mañana en la parroquia de S. Millán, a la que pertenece.
Hace tres años de la ordenación de Álvaro Marín y casi catorce de la anterior, la de Juan Agudo. Tres sacerdotes en quince años es una media de uno cada cinco. Por eso este es un acontecimiento excepcional y jubiloso para la Iglesia en Segovia.
Yo no lo recuerdo, pero mucha gente mayor recuerda con nostalgia aquellas largas filas de seminaristas que salían de paseo. Ciertamente no todos llegaban, pero aún así eran tiempos de numerosas ordenaciones cada año suficientes para que hubiese un cura en cada pueblo y varios en las parroquias más pobladas. Esos sacerdotes, cincuenta o sesenta años después, son los que ahora siguen en la brecha a pesar de contar con edad suficiente para estar de sobra jubilados. Ya no hay sacerdote rural que no tenga al menos cuatro pueblos y los hay que llevan hasta diez o doce, que, aunque sean pequeños, también requieren de su atención. En la ciudad no es mejor la situación porque aunque esos sacerdotes superjubilados son una ayuda muy valiosa y eficaz, nos sentimos desbordados por la cantidad de cosas a las que tenemos que hacer frente. Los feligreses más cercanos son conscientes de esta situación pero otros siguen pensado que todo puede seguir igual: en los pueblos, la novena a su hora, la misa a las doce y la procesión sin prisas; en la ciudad, misa a todas las horas y despachos parroquiales siempre abiertos.
La crisis de vocaciones que comenzó en los años setenta ha ido agudizándose por mucho que a veces queramos ver repuntes. No es el motivo de este artículo el analizar las causas profundas aunque sí es evidente la causa más inmediata que tiene que ver con la secularización de la sociedad. Quizás la crisis de vocaciones sacerdotales dé paso a otras crisis vocacionales: maestro, médico, enfermero. Eso no será motivado ya por la secularización sino por algo más preocupante que es la ausencia de vocaciones al servicio público.
No obstante, en lo que respecta a la escasez de vocaciones al sacerdocio, esta situación tiene su lado positivo. En casi todas las parroquias, sean rurales o urbanas, hay gente que ha asumido responsabilidades en ámbitos que antes eran impensables. Por ejemplo, en muchos pueblos hay personas que hacen Celebraciones de la Palabra en espera de Presbítero. Se trata de laicos, en su mayoría mujeres, que dirigen la celebración dominical y que han tenido que vencer prejuicios y la larga tradición de que en la iglesia no se puede hacer nada sin el sacerdote. Esa forma de ayudar a celebrar el domingo en las poblaciones rurales, comenzó en tiempos de D. Antonio Palenzuela. Él alentó esa asunción de responsabilidades en el culto como un signo de nuestro tiempo.
Dentro de los movimientos involucionistas que nos rodean, que se llenan de palabras en defensa de una ortodoxia mal entendida, estas celebraciones han sido cuestionadas a pesar de que han contribuido a madurar la fe de mucha gente que se ha sentido partícipe de la vida de la comunidad y del pueblo. Animada por el Papa Francisco e impulsada, en definitiva, por el Espíritu Santo, nuestra Iglesia está en un proceso sinodal que intenta devolvernos a la esencia de lo que ha de ser la comunidad cristiana.
A esta Iglesia y en este momento es al que se ha incorporado Alberto. En declaraciones a “Iglesia en Segovia”, da muestras de su madurez y de ser consciente de las dificultades que le esperan. En dicha entrevista decía que su respuesta a la llamada de Dios “es un humilde sí” y continuaba: “porque lo hago con otro sentimiento también, con el vértigo, que no significa miedo o pavor, sino reconocimiento de la grandeza de ser instrumento de Dios a través de este don inmerecido”.
Felicidades a Alberto, a sus padres y la Diócesis. A Alberto por razones evidentes, pero sobre todo porque dió el paso de responder a una llamada de Dios e ir poco a poco discerniéndola. A sus padres por el apoyo y comprensión que le han dado, cosa muy difícil hoy en día. Y a la Diócesis porque es para todos nosotros un gran día de fiesta.
