Por encima de la desaparición de los ministerios efectistas de Vivienda e Igualdad, que debían ser la bandera de la revolución social que propugnaba Zapatero antes de que la crisis le devolviera a la realidad de una economía con cuatro millones de parados, el verdadero calado de la crisis de Gobierno desvelada ayer se pone de manifiesto con el nombramiento de Alfredo Pérez Rubalcaba como nuevo encargado del Gabinete.
El ascenso del ministro del Interior, habitual comodín de los socialistas para momentos de verdaderas dificultades -ya desempeñó idéntico papel de imagen del Gobierno durante la última etapa de Felipe González-, pone de manifiesto que el inquilino de Zapatero da por finalizada la etapa de los experimentos de imagen y apuesta por la seriedad y la capacidad de comunicación de Rubalcaba, ahora vicepresidente primero y ministro portavoz.
No en vano, Rubalcaba, que siempre ha tenido fama de eficaz fontanero político, ya desempeñó un rol esencial en la campaña de las generales de 2004 y, una vez con el PSOE en el Gobierno, su primera misión fue afianzar en Congreso, como portavoz, el nuevo equilibrio de poder. También se ocupó de la nada intrascendente elaboración del Estatuto catalán, y, hasta ahora mismo, de la cartera de Interior, esencial en una época de treguas y diálogos con ETA. Por supuesto, también él ha sido el encargado de gestionar la mano dura y en su haber se cuenta la detención de cinco jefes de la banda vasca y el arresto de 300 pistoleros.
En suma, el nuevo hombre fuerte del Ejecutivo, quizá destinado a suceder a Zapatero en el supuesto de que el presidente arroje la toalla, o quizá mero parapeto que sirva para proteger al tapado, José Blanco, ha sido la verdadera voz cantante de los socialistas desde hace casi dos décadas; justo desde que Felipe González le nombrara ministro de la Presidencia y de Relaciones con las Cortes tras haber confiado antes en él para Educación.
Aquella primera responsabilidad, que era la que mejor le cuadraba habida cuenta de su profesión de profesor, titulado en Química, ya dejó claras sus dotes parlamentarias que, según sus compañeros de filas y otros muchos que no lo son, le convierten en un adversario temible en el Congreso.
Y no solo posee destreza oratoria, sino también capacidad de negociación y una mano izquierda, que le llevaron a ser designado por Zapatero para gestionar la tregua de ETA nada más llegar al poder.
Y el leonés, que siempre le ha mantenido como uno de sus hombres de confianza, no se equivocó, hasta el punto de que, según el último Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Rubalcaba es el ministro mejor valorado por los ciudadanos.
Su buena estrella contrasta con la de la hasta hoy vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, que sale de la primera línea política, tras muchos meses de comentarios sobre su inocultable desgaste.
Ahora pondrá rumbo al Consejo de Estado, una responsabilidad incompatible con su acta de diputado, de la que ha dispuesto durante 14 años, y allí a buen seguro volverá a hacer gala de una enorme seriedad y capacidad de trabajo.
Su llegada al órgano consultivo viene a cerrar su círculo personal, pues no en vano comenzó su trayectoria profesional en el ámbito judicial
-fue jefa de gabinete del primer ministro socialista de Justicia (Fernando Ledesma), vocal del Consejo General del Poder Judicial (1990) y secretaria de Estado en el Ministerio (1994)-.
El otro gran sacrificado por Zapatero ha sido Miguel Ángel Moratinos, cuya salida de Exteriores constituye una relativa sorpresa, puesto que su nombre no se barajaba entre los quemados. También él parece haber sido sorprendido por el cambio, puesto que tenía ya fijada una agenda para el próximo mes, incluida la decisiva reunión de titulares de Exteriores la UE del próximo lunes con la política cubana como tema estelar.
No será él finalmente quien acuda, seguramente víctima de las recientes crisis con Venezuela, Marruecos y y Gibraltar.
Donde dije digo, digo Diego….- Zapatero hace de la necesidad virtud al justificar como excelente para el país la eliminación de dos ministerios por cuya creación y mantenimiento había apostado muy fuerte.
Zapatero, que no está precisamente falto de experiencia política, ha aprovechado la descontada salida de Celestino Corbacho del Gobierno para incorporarse a la política catalana tras quemarse para dar una de cal y una de arena. Así, aunque ha tenido que deshacerse de dos ministerios –Vivienda e Igualdad- que fueron su apuesta personal, también ha logrado jubilar a los veteranos De la Vega y Moratinos, ya demasiado vistos.
El ministro de Industria, Miguel Sebastián, afirmaba hace unas semanas que los consejos de ministros eran como un «cumpleaños» porque «nunca sabes los que te quedan». Y, a la vista de los acontecimientos de ayer, parece que disponía de información privilegiada.
Pero debía ser el único, porque a no pocos socialistas los cambios les pillaron por sorpresa en pleno Pleno del debate de Presupuestos. De entre los ministros, que pasaron por delante de las cámaras sin hablar, la única locuaz fue Trinidad Jiménez, nueva jefa de Exteriores que, sin duda ensayando para su cargo, pidió esperar hasta que hubiera valoraciones definitivas. Y lo hizo con una gran sonrisa que la delataba como una de las elegidas junto al superministro Rubalcaba, cuyo ascenso no fue la única sorpresa.
El cese de Aído y la desaparición de Igualdad, la gran apuesta de Zapatero y cuya permanencia fue defendida por el propio presidente hace unos meses en el debate de la Ley del Aborto, fue otro de los bombazos que confirman que el socialista es algo más que voluble. El segundo de los donde dije digo, digo Diego -el de la desaparición de Vivienda-, lo consideró Zapatero más «difícil» de asumir, pero justificó su decisión por las peticiones continuadas de los grupos parlamentarios del Congreso para que se redujeran el número de departamentos como ejemplo de austeridad. ¿La verdad? Que solo a la fuerza ahorcan.
