Ha fallecido un artista de una sensibilidad muy especial.
Estaba pendiente de su alta hospitalaria, de una nueva situación en la residencia, donde la esperaba para retormar nuestras reuniones y conversaciones del jardín.
Fue un día cuando, algo desesperada por la muerte continuada de los bojes, acordamos que “los salvaría” e iniciamos nuestra relación, desde entonces sería el jardinero del Romeral. Una relación que como otras, se inicia en paralelo entre el propio jardín -un dialogo intuitivo- y Julia.
La del jardín, como empezar en la universidad, todo por aprender y querer estar; la de Julia, divertida, si, muy divertida, porque con Julia todo acababa siendo divertido. Cada semana, una tira de instrucciones a realizar en el jardín, escritos en cualquier papel, bajo uno de los cojines de su banco. Luego, pasamos al wasap.
En el jardín aprendí lo que todo jardín enseña, siendo este aun, un aprendizaje muy especial. Con Julia he aprendido otras como, su generosidad, la cordialidad, y algo que admiro, su saber estar y saber hacer que todos estuviéramos bien.
Para el jardín siempre hubo condiciones fundamentales, pero Julia siempre invitaba a nuevas soluciones que permitieran mantener algo que para ella siempre fue esencial: que el jardín no dejara de ser interesante.
Me quede pendiente de poder tener una reunión más, pero el pasado 13 de junio Julia no pudo aferrarse más a la vida y nos dejó. Echaré de menos la coletilla de sus mensajes “… que quede impecable”. Puedes descansar en paz que el jardín lucirá impecable ante el recuerdo eterno de tu directriz y de todas las bellas condiciones que me enseñaste.
