La feria de San Isidro encara su recta final sin un claro triunfador ni una candidatura que se le acerque. Cayó otra tarde, otra de grises, en este caso los de la ganadería de Victorino Martín, unos toros que desarrollaron complicaciones y salvo el encastado segundo, de nombre ‘Garañuelo’ que tuvo emoción a la par que la exigencia, no dieron opciones a Paco Ureña y Borja Jiménez. Un embrollo. Pese al escaso rédito artístico, en taquilla se colgó de nuevo el cartel de ‘no hay billetes’ -ya van once-, para un festejo, el de la prensa, que contó con la presencia del rey, Felipe VI, quien recibió brindis por parte de ambos toreros. Estuvo presente en un palco en el que también estuvieron la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso, o el ministro de Agricultura, Luis Planas. El callejón, una vez más, también hasta la bandera.
La tarde se abrió con un astado de los más complicados de la feria. Además, tenía dos pitones como puntas de lanza: mirando al cielo. Se orientó el toro y no dejó pegarse ningún muletazo. Mirón, tobillero y sin humillar. Ureña planteó colocación e intentó probarlo por los dos lados, aunque el animal pedía otra lidia. La de por abajo y la del macheteo. Extremadamente difícil, el toro llevaba consigo un pozo de peligro, que se hizo extensible a la hora de perfilarse con la espada y cayeron dos avisos.
Siendo duro también, algo más se dejó el tercero de la tarde, cornipaso, amplio de pitones y con caja, aunque era una máquina de revolverse. Ureña, expuesto, dejó pasajes de entrega y verdad en un trasteo largo, que remató de un certero espadazado; lo que desató la petición de oreja de cierto sector. Al final dio una vuelta al ruedo con algunas protestas.

Cerró su actuación con solvencia ante un toro falto de raza que salía un tanto distraído de las suertes, aunque después volvía a los engaños del murciano. Ureña dejó derechazos de mérito e incluso alguno -el que pudo- con estética. El toro desarrolló complicaciones por el pitón izquierdo y la faena no terminó de coger vuelo. Terminó con un borrón con los aceros.
Jiménez trenzó su segundo paseíllo en el ciclo isidril con un terno verde oliva en homenaje al salmantino Pedro Gutiérrez ‘El Niño de la Capea’, similiar al que llevó en la encerrona con seis toros de Victorino Martín en Las Ventas en 1988. El sevillano no tardó en reclamar la atención del público con un recibo capotero de muchas agallas ante un toro largo, con kilos y veleto. Fue un ejemplar encastado, con exigencia e intensidad, que obligaba llevarlo tapado y enganchado. Jiménez estuvo muy firme y valeroso, aunque a la hora de estructurar la faena en tiempo y terrenos algo amontonado. Toro bravo, con emoción y complicado, que vendió cara cada tanda.
Menos emoción tuvo el segundo de su lote, un toro playero, abierto de cuerna y con cuajo. Resultó soso y no tuvo recorrido, aunque no era para descuidarse. Jiménez cumplió en el tercio de muleta, pese a que no tuvo opción a lucimiento. El último de la tarde, más bajo, fino y con buenas hechuras, se arrancó con brío en varas donde fue mermado. Tuvo fijeza y codicia, aunque presentó complicaciones a Jiménez y la tarde continuó con la misma tendencia de languidez.
Ficha
Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid). 23ª de la Feria de San Isidro. Corrida de la Prensa. Lleno de ‘no hay billetes’. Toros de Victorino Martín, bien presentados; entre los que destacó el encastado segundo.
Paco Ureña, silencio (dos avisos), vuelta al ruedo (aviso) y silencio.
Borja Jiménez, silencio (aviso), silencio y silencio.
