Llegó uno de los carteles fuertes de la feria. De los de subasta al concurrido callejón de gañote. Una tarde en la que Alejandro Talavante sumó otra oreja a su feria tras una inspirada faena al bravo toro ‘Rebeco’, de Juan Pedro Domecq, que en su conjunto -atacado de kilos- no cumplió con las expectativas. Destacaron también los detalles de un templado Pablo Aguado, que firmó el mejor toreo a la verónica en lo que va de ciclo isidril a base de caricias. Por su parte, Morante de la Puebla escuchó de nuevo la bronca de Madrid.

TALAVANTE, CÓMODO ENTRE FIGURAS

Tras el cabreo del público con Morante, la mínima disposición de Talavante fue jaleada. El diligente intercambio de cromos de predilección de Madrid. El extremeño hizo intención de apostar por el segundo, un toro abierto de cara, que enseñaba las palas, esperándolo en los medios de rodillas. En el corazón de Las Ventas comenzó un turno de muleta que no tomó vuelo y fue sobrio de emoción. El animal resultó áspero y se quedó corto en los engaños de un Talavante codillero, comedido y poco acoplado. Pinchó.

Mantuvo su estatus con un bravo y cuajado toro de Juan Pedro Domecq, de nombre ‘Rebeco’, que embistió con codicia en el toreo de Talavante. El extremeño dejó una creativa faena en Talavante. Olvidándose de la presión. (Aparentemente) despojado del miedo, se arrebató tanto por el lado derecho como al natural. Una faena con rotundidad, aún con los ‘trucos talavantinos’, que nubló en cierta medida por la colocación de la espada -desprendida- y paseó una oreja. Talavante, que anda cómodo en ese grupo de figuras sin competencia, llegó al ecuador de sus actuaciones en San Isidro con otro trofeo. Quedan otras dos.

EL PERDÓN DE MORANTE

Volvía Morante. El torero que no deja indiferente a nadie. El del Cossío en las muñecas y el de los pitos con clase. El de las colas del confesionario. No defraudó a la parroquia de contrastes. Abrió plaza con un toro castaño, bajo y gordo, con morillo, que recibió puyazo y un cuarto. Suspiró Morante. El ‘juampedro’ embistió brusco y con violencia en el inicio de muleta; circunstancia que no gustó al torero y, tras dos tandas en las que se percató que no podía limpiar el trazo de los pases, se fue inmediatamente a por el acero. Un astado que el sevillano lo vio muy cerca, pero el respetable se quedó sin ver. Un espejismo a la bravura. El toro muy entero, no dejó al diestro que se perfilara en la suerte suprema y pegó un sainete con la espada. La sonora bronca se escuchó hasta en La Puebla del Río.

El perdón llegó tras el tempranero ecuador del festejo. Morante se desquitó con el segundo de su lote y, por lo menos, pudo dejar una actuación más pasable y cuerda. Mostró más compromiso, pero se dio con astado soso, noble y sin entrega. Una trance de justificación.

AGUADO, CARICIAS A LA VERÓNICA

No se escondió Morante, pese a los continuistas pitos del público, y ejerció su turno en quites al primer toro de Aguado, más estrecho de sienes, para dejar dos verónicas muy mecidas. Aguado respondió con templadas chicuelinas y una media de corte clásico. El sevillano, en una oda a la naturalidad, firmó una primera tanda de alto impacto y tranmisión. Sin embargo, el trasteo apenas dio para algún detalle más, pues el astado no tuvo raza ni fondo.

El mejor toreo a la verónica de la feria llegó de manos de Aguado, que acarició al último de la tarde, un toro de gran alzada, volumen y kilos. Un toreo que no se fabrica ni se vende. Pese a la buena puesta en escena del sevillano, el astado, protestado en los primeros tercios, quedó muy mermado y fue deslucido. Faltó raza, mientras Madrid queda a la espera de un pozo con agua para el sevillano.

Ficha

Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid). 17º festejo de la Feria de San Isidro. No hay billetes. Toros de Juan Pedro Domecq, cinqueños y serios, entre los que destacó el bravo quinto.
Morante de la Puebla, bronca y silencio.
Alejandro Talavante, silencio y oreja.
Pablo Aguado, silencio y silencio.
El banderillero Antonio Joao Ferreira se desmonteró tras parear al primero.