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Savater, la evolución de un ilustrado

por Jesús A. Marcos Carcedo
27 de mayo de 2024
en Tribuna
JESUS A. MARCOS CARCEDO
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Al comienzo de este año, ha publicado Fernando Savater un libro al que ha titulado Carne Gobernada (Ariel, 2024), que es como se llama un guiso asturiano que se hace a fuego lento y que le gustaba saborear en un restaurante que frecuentaba en su juventud. La editorial relaciona el título con la lenta y amorosa elaboración del propio libro, pero lo que dice Savater es que encontró ya entonces sugerente aquel nombre para aplicárselo a uno de política, jugando con su gusto por lo ácrata de aquellos años. La obra a la que finalmente se lo ha puesto, ésta de ahora, no se ajusta a aquella idea juvenil, aunque, eso sí, entrelazados con descripciones y reflexiones sobre el entramado de su vida, aparecen extensos apuntes de carácter político que invitan a remover y a airear las ideas que guardamos en el armario de nuestras rigideces. Tal vez no sea lo más adecuado atribuir a esas notas un sentido político o sólo político porque, en realidad, van más a lo hondo. Son las actitudes e ideas que sostienen y, a la vez, agarrotan a nuestra sociedad las que interesan a este buen profesor de filosofía, apasionado, como él mismo dice, de lo discutible.

Sorprende, precisamente, que sea en el asunto de la propia filosofía y de su permanencia como asignatura en el bachillerato donde comience su desparpajo crítico. Uno pudiera pensar que Savater, por haberse dedicado profesionalmente a enseñarla, habrá de empeñarse en cerrar filas para mantener su presencia en las aulas. Pero no es así y sin que eso quiera decir que rechaza que se dé filosofía en los institutos. Lo que le molestan son tanto los tópicos sobre la relación entre filosofía y capacidad de pensar como el adoctrinamiento de nuevo cuño al que la progresía somete a los adolescentes. Y, tras este comienzo, se suceden los comentarios sobre diversos aspectos de esas creencias que ahora se nos inculcan y con las que se pretende controlar nuestras ideas y valores y hasta aherrojar nuestros sentimientos. Lean, para disfrutarlas, las dos páginas que dedica a la necia cruzada contra el amor romántico.

Como se sabe, Savater ha tenido que dejar el diario El País, para el que venía escribiendo desde sus primeros números. Si van ustedes al capítulo 4 de Carne Gobernada, el más extenso, encontrarán las razones por las que la actual dirección del periódico decidió prescindir de él. Savater, que nunca ha sido un fanático, ha visto en los últimos años que el agua le llevaba el soporte de convicciones que consideraba asentadas. Su izquierdismo -escribe con desenfado-, aunque de buena fe, no por eso dejaba de ser menos imbécil. Sin embargo, ese juicio tan drástico sobre sus propias ideas no parece acertado. Por lo pronto, nunca se dejó seducir por el comunismo, a pesar de haber sido el canto de sirena de mediados del XX. Pero tampoco ha comulgado con el liberalismo radical que evita la función protectora del Estado para con los más pobres o con los más carentes de sentido práctico. Se opone rotundamente a los separatismos, cuyo perverso objetivo es romper la unidad social y legal del país, esa que permite que todos seamos tratados por igual, y se une a los pensadores que han calificado de reaccionaria a la izquierda que desde Zapatero ha pactado con ellos. Y, en esa línea, tampoco se echa para atrás cuando le toca hablar sobre la evolución del periódico que le había acogido hasta ahora. La presión del PSC, su “colonización ideológica”, y las nuevas mujeres de la dirección, “sectarias y aburridas”, muy distintas de las muchas que destacan por todo lo contrario en otros medios, le han reducido a mero portavoz del peor Gobierno que ha tenido nuestra democracia.

El conjunto de las críticas de Savater no se dirige a exaltar el papel político de la derecha, sino a reconocerle el sitio y los valores que le son propios. Y eso equivale a recuperar el sentido original de la democracia. No es ésta, al menos en su concepción liberal, el paraíso en el que todo es armonía monolítica, sino el sistema que garantiza que haya una representación proporcionada de los diversos intereses de la sociedad y un conjunto de contrapesos que eviten el abuso de poder. Es verdad que en ella hay un consenso básico sobre la inviolabilidad de los derechos individuales y la preferencia por la justicia y el reparto apropiado de los bienes, pero son muchos los aspectos en los que se puede discrepar sobre qué es lo mejor para todos y quiénes pueden administrar eficazmente las cosas públicas.

La evolución de Savater es, a mi entender, una maduración en lo personal y en lo ideológico que le ha llevado a abandonar los clichés y las fantasías estériles en beneficio de la realidad. Es un ilustrado al que la vida ha ido situando en el fértil terreno de la razón.

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