Cuando en estos últimos años Aniceto ya se encuentra aburrido y harto de fatigas y cornadas; y casado con Rufina García Sánchez, una joven y guapa moza dos años más joven que él, natural de Las Veguillas, un pueblo de Salamanca en pleno Campo Charro, que tenía un puesto de castañas asadas en la capital. La pareja decide dedicarse al mundo de la hostelería y el comercio con el fin de dejar la ajetreada vida del toreo para dedicarse a una vida algo más sosegada, y en primer lugar montan una Taberna en la Plaza del Peso esquina con la calle San Justo en pleno centro de Salamanca. La Taberna tenía las paredes pintadas con escenas taurinas y por encima del mostrador la cabeza del toro con el que tomó la alternativa Julián Saiz Martínez, “Saleri II”, el novillero que debutó vestido de luces en la plaza de toros de Alba de Tormes y cuyo primer apoderado fue Aniceto quien le puso el nombre de “Saleri II” en recuerdo afectuoso de su antiguo compañero Juan Sal, cuando ambos realizaban faenas de monosabio en la plaza de Madrid.
Este establecimiento se convirtió en un encantador y atrayente lugar, donde coincidían estudiantes, obreros y todo el mundo del toreo que iba y venía a las capeas y a las novilladas de la temporada. Por allí pasaban toreros, novilleros y torerillos, adquiriendo enorme prestancia cuando en época de feria acudían “Chiquito de Begoña” o el propio “Saleri”, junto a otros toreros de menor relevancia como el sevillano Juan Domínguez “Pulguita Chico” que al principio de su carrera fue compañero de “Bombita”, o el vallisoletano “Montes II” que toreó por primera vez de luces en Salamanca como banderillero de “El Trueno” íntimo amigo y compañero de Cuchareta.

Según el relato del escritor Mariano de Santiago Cividanes, un profesor de la Universidad de Oxford en una visita a Salamanca y muy interesado en el mundo del toreo fue invitado a conocer el establecimiento de Cuchareta en la plaza del Peso, donde estuvo compartiendo con dos torerillos y con el propio Aniceto, quien le decía:
“Lo que yo he hecho por la afición. Los ratos de hambre, toreando vacas por esos pueblos…Las vacas que hieren con los ojos abiertos. Por eso gasto mis ahorros con los que vienen después, los protejo y enseño. ¿Qué maestro enseña y mantiene a los discípulos como yo? ¿Quién los viste con traje de luces?”
A esto uno de los torerillos respondía:
“Tiene usted razón, lo que usted hace no lo hace nadie”
Y el otro torerillo, con ganas de comerse el mundo, decía:
“Como yo llegue a torear en Madrid, siempre tendré un lugar preferente para el maestro Aniceto”.
A lo cual el profesor ingles les dijo:
“No olvidare al Cuchareta, el maestro que enseña, apadrina y alimenta a sus discípulos”
A la salida el inglés le dijo a su acompañante que parecía verdad todo lo que decía Cuchareta, y así era puesto que Aniceto nunca escatimó una peseta por ayudar a todos los torerillos que por allí pasaban y deseaban llegar a lo más alto.
Además de la Taberna montó una Casa de Hospedaje, donde pernoctaban y se vestían de luces la mayoría de los novilleros que toreaba en época de ferias. Asimismo, en la calle del Clavel 4, muy cerca de la Taberna, tenía un Despacho de arriendo de avíos de toros tales como capotes, estoques, puntillas, banderillas, trajes y otros utensilios. De aquí salieron de forma gratuita todos los utensilios necesarios para la becerrada celebrada a beneficio de los soldados salmantinos destinados a Melilla en 1913, durante la Guerra del Rif.

A finales de los años veinte decidió desprenderse del negocio de la hostelería y quedó solo con el de alquiler de ropa y artes de toreo, este negocio lo amplió con el de anticuario en el mismo local con lo cual allí se encontraban desde vestidos de luces de antiguas glorias un poco deslucidos, hasta relojes del siglo XVII o porcelanas de Sajonia. Entre los vestidos de torero había uno de corinto y madroñera que se lo ponía siempre Pelegrín Pertusa (El Pintao) que le daba un aire de la época romántica.
Además de sus negocios de hostelería y comercio, también ejercía de apoderado de novilleros, entre los que podemos destacar a los salmantinos Fernando Antolín (El Salamanquino), Ángel Martín (Zapaterito II) e Isidoro Todó “Alcalareño II”, en el cual ve muchas posibilidades de éxito llegando a torear novillos en Madrid donde a los 35 años perdió la vida de una trágica cornada al entrar a matar; y como no, a su preferido “Saleri II”.
El hecho de dedicarse a apadrinar y apoderar a gran número de novilleros le lleva a estar siempre presente en el mundo de los toros, así lo vemos como pequeño accionista de la Unión Popular de la Industria y el Comercio, sociedad constituida en 1915 para el arrendamiento y explotación de la plaza de toros de la Glorieta de Salamanca. También asiste a cualquier festejo taurino que tenga a mano y si es posible aún se lanza al ruedo como hizo habitualmente en los festejos anuales que organizaba la Unión Popular y a sus 52 años fue el “director de escena” de la becerrada organizada por el gremio de los propietarios de los bares de Salamanca celebrada en mayo de 1925. En la crónica de esta becerrada, el crítico taurino de El Adelanto José Sánchez Gómez, El Timbalero, dice lo siguiente:
“El maestro Cuchareta, bien merece un aplauso entusiasta y cariñoso, porque con sus capotazos y con su modo típico de correr los toros a una mano, entrándole de largo, nos trajo el perfume de una época del toreo, que tanto enardeció a nuestros padres…”

Como en la vida no todo son festejos, también tiene que asistir a actos menos gratos pues a principios de 1929 muere “Zapaterito II”, del cual fue apoderado, y él mismo se encarga de organizar y costear la misa celebrada en Salamanca. En 1930 muere, también en Salamanca el novillero sevillano Juan Rodríguez Álvarez (El Loro) que lo hace en la más absoluta miseria y su funeral es costeado entre otros por Aniceto que preside el entierro en representación de los toreros.
Según pasan los años cada vez se le verá menos por los cosos taurinos, tanto de apoderado como de espectador, siendo una de sus últimas apariciones en la Feria de Abril de Sevilla del año 1935 donde se torean ocho toros por los diestros “El Niño de la Palma”, “Cagancho”, “Laínez” y “El Soldado”, y según comenta el crítico taurino El Timbalero:
“Se ve en el tendido 7 a Aniceto Ajo (Cuchareta) con su señora. Cuchareta está en un plan de gran turista, como cualquier súbdito de la rubia Albión. Lleva Cuchareta sus prismáticos, su bastón, sus alhajas, su sombrero ancho, su corbata roja y su pañuelo, también rojo. Y su señora, un pañolón de Manila, una peineta, una mantilla de blonda y unas flores…”
Este mismo año, poco tiempo después viaja a su pueblo natal (La Nava), al que acudía frecuentemente a visitar a sus familiares, durante la celebración de la Fiesta de la Pinareja en el mes de junio. Esta visita la describe el corresponsal del Heraldo Segoviano del 16 de junio en los siguientes términos:
“Se encuentra entre nosotros pasando unos días con sus familiares y amigos, el célebre novillero de los tiempos de “El Bomba” y “Machaco”, Aniceto Ajo “Cuchareta”, hijo de este pueblo, que, apartado de los toros, donde conquistó fama y pasó un duro calvario viajando de primera, aunque no en primera precisamente, se estableció en Salamanca, donde ha conseguido a pulso una fortuna cuantiosa en industrias derivadas del toreo. Con su traje campero elegantísimo y bien alhajado, ha paseado su prestancia torera por estas calles de su pueblo durante unos días, recibiendo de sus paisanos el testimonio de sus afectos”.
Durante el periodo de la Guerra Civil, una vez apartado de los toros, pero aún activo en el mundo del comercio, se le ve muy decidido y participativo en apoyo a los rebeldes y en contra de la República como se desprende de los continuos donativos efectuados a favor de la Fuerza Pública, así como de los Aguinaldos del Combatiente organizados por la Falange, que alcanzaron algo más de 300 pesetas en metálico, así como otras cantidades en especie. Esta actitud suya no es de extrañar ya que en el año 1934 entregó un donativo de 25 pesetas a favor de la Fuerza Pública en apoyo a la represión de la Revolución de Asturias. Y ante unas críticas recibidas por su ofrecimiento a colaborar en el festival taurino a beneficio de las tropas del Ejército y milicias publicó la siguiente carta en el periódico El Adelanto:
“Todos estos ofrecimientos son gratuitos, y ni que decir tiene que mi familia y yo abonaremos además el importe de las localidades que ocupemos. Siempre los buenos españoles estamos dispuestos a mirar por nuestra querida España. ¡Viva nuestro glorioso Ejercito salvador! ¡Viva España! ¡Arriba España!
Suyo afmo. s. s. g. e. s. m.
Aniceto Ajo (Cuchareta).”
Además de estas ayudas económicas también se alistó voluntario en la sexta compañía de la Guardia Cívica de Salamanca, un cuerpo paramilitar de la Cámara de Comercio, creado a raíz de la disolución del Servicio de Seguridad de la ciudad con motivo de la depuración realizada en el Ayuntamiento a partir del 19 de julio de 1936, cuya misión era la detención y conducción al Cuartel de Falange de los ciudadanos sospechosos de desafección al levantamiento.
Una vez finalizada la guerra y desaparecida la Unión Popular se crea una nueva sociedad, en 1940, con el nombre de Unión Salmantina y con el fin de que dicha empresa organice los festejos taurinos en lugar de particulares. En esta sociedad volvemos a encontrar de nuevo como un pequeño accionista a Aniceto Ajo. Esta es una de las últimas apariciones en el mundo del toreo ya que a partir de aquí comienza su declive físico y a finales 1942 cae enfermo y tiene que permanecer en casa una temporada que solo se ve aliviada por la continua presencia de amigos y compañeros que acuden a darle ánimos. Su estado se va deteriorando y llegado el mes de marzo de 1947 tiene que ser ingresado en el Sanatorio Santa Isabel del doctor Beltrán de Heredia, donde permanece hasta mediados de abril que es dado de alta, regresando a su domicilio. Su estado de salud no mejora, se va deteriorando y termina falleciendo el domingo 13 de julio de 1947 en su casa de Salamanca a los 73 años de edad.

A su muerte se celebraron misas en Nava de la Asunción (Segovia) su lugar de nacimiento, en Ampuero (Cantabria) lugar de residencia de su hermano Leoncio y en Las Veguillas (Salamanca) lugar de nacimiento de su esposa.
En Salamanca su muerte produjo una penosa impresión ya que contaba con generales simpatías, era popularísimo al haber estado vinculado con la afición y actividades taurinas durante muchos años. Gozaba de un bien ganado aprecio por sus cualidades de honradez y caballerosidad. Era como una institución salmantina, único superviviente de una época ya desaparecida.
