El juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, inmerso en tres querellas, sigue pendiente de su posible suspensión cautelar, pero lo cierto es que la necesidad de atender a tan variadas denuncias prácticamente le tiene todo el día en la sede del Supremo, sin demasiado tiempo para ejercer como titular del Juzgado Central de Instrucción número cinco.
Ayer, su presencia en el alto tribunal obedecía a la posible prevaricación cometida al ordenar que se grabaran las conversaciones mantenidas en prisión por los cabecillas del caso Gürtel con sus abogados, una decisión que, a decir de muchos profesionales del Derecho, puede resultar jurídicamente discutible y confirmar su fama de mal instructor, pero que, al ser de índole meramente técnica, no parece que pueda ser considerada como delictiva.
Por supuesto, ésa es la visión del propio acusado, quien ayer negó en todos sus extremos que prevaricara o vulnerara la intimidad de los jefes de la trama de corrupción dirigida por Francisco Correa.
El magistrado declaró como imputado durante más de cuatro horas ante su colega Alberto Jorge Barreiro, que instruye la querella presentada por el abogado Ignacio Peláez, letrado que representa al constructor José Luis Ulibarri, uno de los implicados en Gürtel.
Garzón se negó a contestar a las preguntas de las acusaciones y solo respondió a las de la Fiscalía y a las de su propio abogado defensor, Francisco Baena Bocanegra, y, por supuesto, a las formuladas por el instructor.
Al término de la comparecencia, ya fuera de la sede judicial, Peláez explicó a los numerosos medios de comunicación congregados que el magistrado no supo dar explicaciones de la razón por la que no desglosó la intervención de las conversaciones que podían afectar al derecho de defensa de los cabecillas de la trama corrupta. Como bien conviene a su causa, el letrado acusador se mostró además convencido de que Garzón ordenó las escuchas sabiendo que era injusto hacerlo y de que el proceso continuará adelante en el Supremo, ya que el titular de la Audiencia no dio unas explicaciones «muy convincentes».
La de ayer era la tercera vez que el juez estrella acudía a declarar, después de que lo hiciera el 9 de septiembre de 2009 por su actuación en el caso de las desapariciones durante el franquismo y el 15 de abril de este mismo año por los cobros supuestamente recibidos del Banco Santander durante su estancia en Nueva York.
Como aquellas veces, ayer el magistrado estuvo arropado por varios -pocos en esta ocasión- incondicionales que le esperaban con pancartas con lemas como «Más jueces como Garzón» o «Diga lo que diga el Supremo, yo Rajoy, apoyo a Camps. Yo, a Garzón».
