Después de asistir los últimos días del mes pasado a algo insólito en una democracia occidental, al tomarse el presidente del Gobierno cinco días para decidir si dimitía o seguía, por unas investigaciones de un periódico que acusan a su mujer de actuar con su influencia en ciertas concesiones, y que un juez ha dicho que estudiará el caso, en conferencia de prensa Pedro Sánchez decidió seguir con más fuerza si cabe.
En esta línea, nos acaba de anunciar que va a luchar por una política limpia, lo que está muy bien, pero esperemos que empiece por casa. Por ejemplo, en depurar las responsabilidades históricas de los ERES. Y más actual, las de los ministros que al parecer participaron en la trama Koldo. También nos preguntamos si ayudará a la Justicia a esclarecer los negocios de su mujer, al menos en el aparente tráfico de influencias.
Dice que quiere luchar contra los creadores de bulos, olvidándose de que fue él quien acusó a la mujer de Feijóo por una información que luego fue rectificada, o que acusó al hermano de Ayuso de corrupción cuando el tema ya había sido archivado.
Para luchar en lo que denomina “máquina del fango”, pretende endurecer el control de los medios, cuando lo que debería hacer, si algo de lo que publican es mentira, es pedir la correspondiente rectificación y si se niegan querellarse, porque el único límite que debe tener la libertad de expresión es el Código Penal.
¿A qué bulos se refiere? Todavía estamos esperando a que explique por qué todas las noticias publicadas sobre su mujer son falsas. Si es inocente y si todo lo que dicen los medios son bulos o mentiras, lo tiene muy fácil, que presente la correspondiente demanda ante el juzgado y que ahí se demuestre su inocencia. Si no ha hecho ninguna de las dos cosas, da a entender que no son tan falsas las acusaciones.
Parece ser que las publicaciones realizadas, han aportado medios de prueba bien documentados y bien contrastados con empresas o personas implicadas en las tramas. Si estas pruebas son falsas, la solución es demandarles judicialmente para que se esclarezca el asunto. Tampoco han hecho nada de esto, que hubiera sido lo lógico si verdaderamente todo fuera mentira. Consecuentemente, tendremos que inferir que lo que aportan los periodistas son pruebas ciertas.
Pedro Sánchez tiene claro que lo que él llama “la máquina del fango” son los medios independientes, que son los únicos que no controla, pero no hay democracia sin una prensa libre, un contrapoder que ponga luz y taquígrafos a los poderosos. Esa luz no se puede apagar, ni oscurecer.
Aunque todavía se desconocen los detalles de su estrategia, conociendo a Pedro Sánchez, miedo da. Ya veremos cuánto tarda en publicar una ley en defensa de la democracia que recorte la libertad de expresión. Ya lo hicieron en 1931 con la Ley de la Defensa de la República. Multas sustanciosas que asfixiaban económicamente a los medios incómodos, periódicos suspendidos y noticias censuradas, confirman el espejismo de la libertad de prensa en la Segunda República.
A cualquier lector que bucee por las páginas de los periódicos de los años 30, le resultará sorprendentemente actual el argumentario esgrimido e incluso el estilo empleado por nuestro presidente.
Durante la Segunda República, como modelo intachable de democracia, se impuso un discurso oficial que, bajo la falacia de proteger el nuevo régimen, llevó a sus dirigentes a constreñir la libertad de expresión. Olvidaban los dirigentes republicanos, como parece olvidar Pedro Sánchez, que en un Estado de Derecho no han de ser las autoridades gubernativas, sino los jueces, quienes diriman si una noticia o una campaña informativa es o no constitutiva de delito.
