Como ya había insinuado, el Reino Unido decidió ayer desvincularse de los planes del eje franco-alemán para atajar la crisis en la UE y rechazó el nuevo tratado para reforzar la disciplina fiscal en la zona euro. Eso sí, finalmente, Londres se quedó solo en su rechazo, ya que otros países como Suecia, la República Checa y Hungría, que habían mostrado su escepticismo a la idea de París y Berlín, decidieron expresar su disposición a participar en el pacto intergubernamental para restaurar la confianza en la eurozona, aunque indicaron que necesitarán consultar a sus Parlamentos nacionales.
El primer ministro británico, David Cameron, cumplió así con sus amenazas. Y es que el premier, que ya había anunciado antes de la cumbre de Bruselas que pediría beneficios para su país, exigió la inclusión de un protocolo para exonerar al Reino Unido de algunas normas sobre la regulación de los servicios financieros, una reclamación «inaceptable», en palabras del presidente francés, Nicolas Sarkozy.
De este modo, el inglés abandonó la reunión sin encontrar ningún apoyo entre los Estados miembros, algo que no le da «miedo», según recalcó.
«Habríamos preferido un cambio completo del tratado a Veintisiete, pero, al no lograr una decisión unánime, tuvimos que adoptar otra decisión», explicó el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.
Al no implicar a todos los países de la Unión, el nuevo texto no será comunitario, sino de carácter internacional (igual que era el Tratado de Schengen antes de ser asimilado en la legislación europea). Por ello, Van Rompuy reconoció que esta vía implica «obstáculos» en relación a la participación de las instituciones de la UE en el cumplimiento del documento, pero confió en poder superarlos.
El jefe del Ejecutivo comunitario, José Manuel Durao Barroso, se pronunció en la misma línea: «en términos del papel de las instituciones se pueden hacer muchas cosas con este texto», si bien admitió que «algunas de las decisiones son un poco complicadas, estamos examinándolas y creemos que se encontrará una buena solución».
Barroso destacó, no obstante, que aunque habría sido más sencillo contar con un acuerdo apoyado por todos los socios europeos, esta nueva vía a 26 «será probablemente más rápida».
La canciller alemana, Angela Merkel, coincidió en que el proceso «será muy rápido», ya que «a principios de marzo debería estar listo el tratado, que se ratificará inmediatamente». Así, se mostró satisfecha con el resultado, después de haber logrado numerosas concesiones de sus socios europeos, como posponer la emisión común de deuda (eurobonos), y consideró que esta cumbre marca «un punto de inflexión hacia una unión de estabilidad».
Mayor capacidad
Más allá de los problemas de forma, los Veintisiete sí pactaron acelerar un año la entrada en vigor del fondo de rescate permanente (MEDE) y combinarlo hasta mediados de 2013 con el fondo temporal (FEEF), que dispone en la actualidad de una capacidad de intervención de 250.000 millones de euros.
El MEDE, por su parte, mantendrá de momento un límite de 500.000 millones de euros en su dotación, cuya idoneidad será revisada en marzo de 2012, pero no recibirá las características de una institución crediticia, lo que le hubiera permitido acceder al Banco Central Europeo y tener una capacidad de intervención casi ilimitada.
El recurso al BCE y la posibilidad a largo plazo de emitir deuda común, los eurobonos, cayeron durante las negociaciones por la oposición de Alemania.
La UE acordó, por otro lado, reforzar con 200.000 millones de euros, a través de préstamos bilaterales, los recursos del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que pueda hacer frente a hipotéticos nuevos rescates de países en dificultades, una decisión que tendrá que ser confirmada en los próximos 10 días.
