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Cataluña entre el aburrimiento y hastío

por Javier Gómez Darmendrail
4 de mayo de 2024
en Tribuna
JAVIER GOMEN DARMENDRAIL
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Las tres hayas

Competencia económica desleal

¿Está maduro Maduro?

Estaba pensando en escribir sobre las elecciones catalanas, cuando por sorpresa Sánchez decidió hacer una dejación de funciones insólita, coger unos días para hacer una especie de ejercicios espirituales y pensar sobre si le merece la pena seguir (sin preguntar si nos merece la pena a los españoles), tras una carta donde culpa de sus problemas a la oposición, a los jueces y a los medios. Dice estar enamorado, pero más parecía que esta historia era por el acuerdo del Consejo de Europa instándole a entregar todos los datos económicos de Begoña Gómez y también por Pegasus o por su horizonte electoral y judicial. Decidí esperar a ver qué pasaba, aunque pensé que lo iba a echar a cara o cruz: cara me quedo, cruz no me voy. No me equivoqué.

Ahora que ya sabemos el resultado y cada uno tendrá su propia opinión al respecto, nos toca pasar unos días con el cansino asunto del separatismo catalán. Y es conveniente empezar diciendo que el proceso secesionista catalán quiere imponer un proyecto de involución, de retroceso, que solo beneficia a unos pocos, pero no a Cataluña -cuyo declive político, institucional y económico es indiscutible-, ni a la mayoría de españoles que no entendemos que llevando 500 años juntos, ahora se pretenda trocear la nación más antigua de la vieja Europa. Además, ninguna Constitución del mundo contempla un proceso de secesión de una parte de su territorio, como tampoco ningún proceso es democrático si se produce contra la ley. Porque no hay que olvidar que la democracia sin ley no existe.

Por otra parte, la Constitución les resulta un obstáculo a aquellos que quieren destruir la convivencia en común de todos los españoles, y sin embargo, para todos los demás es un ilusionante proyecto de convivencia, de libertad, y de paz. Y a los que defendemos la Constitución nos llaman fachosfera, lo que ya es motivo de pitorreo y de cuchufleta general.
El Rey les molesta porque es el Jefe del Estado y símbolo de la unidad de España. Pero parece que también molesta al Gobierno. Por eso son intolerables los desprecios que le hacen en Cataluña, y no menos los que Sánchez ha hecho a la más alta representación del Estado español, ya sea pasando delante de él, recibiéndole con las manos en los bolsillos, intentando que se le visualice lo menos posible, impidiendo que le acompañe un ministro en sus viajes como es preceptivo, o la falta de respeto al no comunicarle que dejaba sus funciones unos días. Por no hablar del linchamiento público al rey emérito Juan Carlos, incluso impidiendo su presencia en la jura de la princesa Leonor, que mira tú por dónde, juró la Constitución que tenemos gracias a él.

Además, los secesionistas engañan cuando dicen que “la democracia exige poder votar” porque se les olvida decir que cuando no se realiza de acuerdo con la Constitución y las leyes en vigor, votar se convierte en un acto contrario a la democracia. Y por tanto, lo que es contrario a la democracia y a la ley, no se puede llevar a cabo.

El derecho a decidir, fuera del Derecho y de la Constitución, no existe ni en España ni en ninguna otra democracia. Se vota y se decide sobre asuntos que nos afectan en las elecciones generales, europeas, locales y autonómicas. Solo por voluntad de todos se puede cambiar lo que se construyó por voluntad de todos. Por lo tanto, ese discurso de que el pueblo de Cataluña tiene derecho a decidir su destino, es falso. Aunque lo decidieran así en su parlamento, sigue siendo falso.

También es falso que haya presos políticos, porque lo que hay son políticos presos por delinquir, que no es lo mismo. España es una democracia donde no hay presos políticos por mucho que se empeñen. Y tener que decir estas obviedades produce un gran hastío y aburrimiento, aunque ya nos avisó Unamuno que “los separatismos no son más que resentimientos de aldeanos”.

Por eso, no está de más recordar las ansias de concordia y reconciliación entre españoles que tuvo lugar durante nuestra transición política y que se expresó en la Constitución de 1978, de la que los catalanes también fueron protagonistas. Debido a ello, en pocos años los españoles ratificamos pactos internacionales de la ONU, nos incorporamos al Consejo de Europa, ratificamos el Convenio Europeo de Derechos Humanos, nos incorporamos a la OTAN, y abrimos la puerta de entrada a Europa, dejando atrás una etapa de la historia que había dividido a los españoles, dentro y fuera de Cataluña.

Y ahora pretenden volver a las andadas argumentando que Europa está de acuerdo, lo que tampoco es cierto, porque como señaló el profesor Joseph H.H. Weller, constitucionalista y profesor en Brujas: “Al buscar la separación, Cataluña estaría traicionando los mismos ideales de solidaridad e integración humana sobre los que se fundamenta Europa”. Pero les da igual; pese a una historia, una cultura y una lengua comunes, ellos siguen con la matraca de una supuesta diferencia histórica entre españoles. Pues deben saber que, les guste o no, son europeos porque son españoles.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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