La vecindad del 23 de abril siempre es un buen momento para volver a los clásicos de la Literatura. Pues por muy mala fama que tengan de complejos, difíciles, obsoletos o incapaces de decir nada nuevo a los lectores de hoy, siempre abren puertas, mentes y ojos. Que cuesta leerlos, pues sí. Nadie corre una maratón sin entrenar y nadie puede leerse un clásico -entenderlo y disfrutarlo- sin un buen hábito lector -o escuchador- primero.
Aunque lo que se esperaría en estas fechas sería que hablase del Quijote o de Cervantes, lo voy a hacer de otro clásico, Lazarillo de Tormes, sin el cual no existiría el Quijote, pues de su lectura Cervantes aprendió mucho sobre el juego de narradores y puntos de vista, mientras que en el contenido parecen ser dos caras de la misma moneda: inocencia frente a picaresca, altruismo frente a egoísmo, pero todo en un relativo contexto histórico similar y con distintas grados de humor para hacer la crítica social. El Lazarillo sigue enganchado porque está construido con anécdotas, chascarrillos y cuentecillos que ensartados en un hilo conductor hablan de hambre, de presión social, de apariencias, de clases, de cuernos consentidos, de falsedad, de religión, pero también de discapacidad, de emprendimiento, el aprovechamiento de los recursos, de engaños, de caminos y de nosotros mismos.
El Lazarillo sigue enganchando cuando está bien presentado como en la pasada Semana Cultural del IES María Zambrano (otra gran escritora premio Cervantes para leer) de El Espinar. La representación de la muy fiel adaptación de Pedro de la Horra del Lazarillo de Tormes por parte de la compañía y editorial de libros de texto Micomicona (sí, referencia a Cervantes de nuevo) fue uno de los grandes momentos de la Semana Cultural de este centro educativo. Viéndola era inevitable conectarla con muchas de las actividades, charlas y talleres que se estaban llevando a cabo. Qué viva sigue la picaresca transformada en delito digital del que se alertó en las charlas del INCIBE (instituto nacional de ciberseguridad); qué distinto se ve la obra después de hablar en los talleres sobre la discapacidad visual en los que el alumnado tuvo que recorrer el centro sin ver o escribir el braille; cuánto el ingenio es necesario para superar las Scape Room de inglés o francés; Cómo hay que aprovechar y reciclar los dispositivos electrónicos para nos esquilmar los recursos de las selvas como se explicó en la charla “Movilízate por la selva”; y qué manera tan bonita de comer los 300 huevos fritos, chorizo, currywurst, dulce argentinos, crepes, pastas y otras delicias sacadas de recetas romanas y cuya preparación contribuyeron negocios locales, familias, alumnos y profesores…
Vuelvan estos días al Lazarillo que se van a reír, que lo van a ver con otros ojos y lo van a relacionar con nuestro día a día. Vuelvan a algún clásico, que merece la pena, porque hay clásicos para todos los gustos y porque en la lectura nos reconectamos con un aquí y ahora fuera del tiempo, que nos permite escuchar al otro con la atención que se merece (como hacen los personajes del Quijote). En fin, lo que se me hace raro es no haber hablado de Cervantes o del Quijote en estas vecindades del 23 de abril…
